Aunque todavía hay malestar interno, el peronismo mendocino superó el tremendo trance en el que se encontraba desde que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner puso el grito en el Cielo porque los principales sectores internos excluyeron a los kirchneristas de paladar negro de las listas para las primarias provinciales. Fueron tres meses tormentosos, desde aquel sábado 28 de febrero en el que el gobernador Francisco "Paco" Pérez desoyó la sugerencia presidencial de equilibrar la contienda interna para que los ultra K no quedasen aislados. La firma de la paz definitiva se realizó el pasado martes en la Casa Rosada, cuando Aníbal Fernández y los camporistas Eduardo "Wado" de Pedro y Andrés "Cuervo" Larroque anunciaron el viaje de Cristina a Mendoza para ayudar en la campaña a quien derrotó en las primarias a su línea interna, el senador Adolfo Bermejo. Pérez y el candidato oficialista a sucederlo respiraron aliviados.
Cristina Kirchner hizo sentir al peronismo mendocino su mano firme. Echó al histórico operador Juan Carlos "Chueco" Mazzón de la Rosada, ordenó a los militantes de La Cámpora abandonar la gestión provincial, le negó ayuda financiera a la Provincia. Dejó a Pérez y a su administración al borde de un abismo al que Mendoza llegó como consecuencia de los pifies de sus gobernantes. Paralelamente, el kirchnerismo mendocino demostró a través de la precandidatura de Guillermo Carmona que es un espacio con votos. En las PASO locales cosechó 120 mil sufragios. Sin los 11 puntos que sacó Carmona, el Frente para la Victoria (FpV) hubiera quedado mucho más lejos del opositor Frente Cambia Mendoza en las PASO.
Fue Bermejo, erigido en nuevo referente del PJ provincial tras ganar la primaria oficialista, quien trabajó arduamente para componer la relación con Cristina Kirchner. Esta tarea le demandó un mes completo, hasta que llegó el momento de la verdad el martes 20. Ese día, en la Casa Rosada, la Presidenta jugó a todo o nada y les exigió a Pérez y a Bermejo los dos primeros lugares en las listas nacionales para el Congreso. La jovencísima militante de La Cámpora Anabel Fernández Sagasti debía ser cabeza de lista de senadores y Carmona de diputados. Consciente de que no tenía margen para intentar otra cosa, Pérez depuso su pretensión de ser candidato a diputado nacional. El gesto fue compensado con un premio consuelo: la postulación para el Parlasur, un puesto sin trascendencia hasta ahora al que el Gobernador podrá acceder si el FpV gana en octubre en Mendoza. De otro modo, será un político sin cargo, como le pasó a Celso Jaque cuando también Cristina Kirchner lo dejó afuera de la lista de diputados nacionales para priorizar a Carmona y a Fernández Sagasti en 2011.
El regreso de aquella primera reunión en Buenos Aires del PJ mendocino con los armadores políticos de Cristina Kirchner fue traumático. No bastaba con el gesto de Pérez. Faltaba dirimir si los sectores que en la primaria apoyaron a Bermejo (el "paquismo", los azules de Mazzón y La Corriente de Carlos Ciurca) o la línea de los hermanos Omar y Emir Félix (Integración) se quedaban con el cargo a diputado nacional que tiene garantizado el ingreso al Parlamento. El escenario era clarísimo: el que perdía esta compulsa debía contentarse con aspirar en segundo lugar al Senado, detrás de Fernández Sagasti, un cargo con pocas expectativas debido a que hasta los mismos peronistas creen que en octubre, en Mendoza, ganará la oposición y serán los radicales y sus socios quienes retengan las dos bancas que le corresponden al que triunfe.
El viernes pasado, en una tensa reunión en la Casa de Gobierno, Pérez y Bermejo les comunicaron a Emir y Omar Félix que priorizaban el acuerdo con Rubén Miranda (de La Corriente), porque éste previamente se había bajado de la pelea provincial para apoyar al senador nacional como precandidato a gobernador. Los Félix argumentaron que también Omar, el mayor de los dos hermanos, depuso su candidatura a gobernador. Pero como Miranda tenía un pacto escrito con Bermejo y Pérez, éstos priorizaron lo firmado. Fue así como los "Turcos" se volvieron a San Rafael irritados, prometiendo cortar relación para siempre con el sector de Bermejo.
No fue esta la primera vez que los sanrafaelinos salieron perdidosos de una negociación interna: en 2013 Omar Félix no pudo renovar su banca en Diputados porque el resto del PJ decidió impulsar a Alejandro Abraham como cabeza de lista para facilitar el acuerdo de convivencia política entre Abraham y Luis Lobos en Guaymallén, que implicaba que el primero le dejase, luego de seis años, las riendas de la comuna al segundo. La historia volvió a repetirse para Omar Félix, como una pesadilla recurrente. Ahora Pérez y Bermejo prefirieron a Miranda, quien, como antes Abraham, decidió dejar la Municipalidad para permitirle a su socio político, Carlos Ciurca, conducir Las Heras (para ello deberá ganar por supuesto las próximas elecciones, en las que el radicalismo aparece muy fortalecido).
Más allá de estos estertores internos que sacuden al peronismo mendocino, Cristina Kirchner pudo cumplir con su objetivo de imponer a sus dirigentes en las listas nacionales. Hizo una sola concesión: bajó a un segundo lugar en la nómina de Diputados a Carmona, sabiendo que de todas maneras el peronismo mendocino colocará -en una elección polarizada como la que se presenta en octubre- al menos dos bancas en la Cámara baja. La tradición que se instauró en 2005 en aquella primera elección legislativa que enfrentó el kirchnerismo, que implica que las listas nacionales se arman en la Casa Rosada, quedó intacta. Esta vez, hay que reconocerlo, a la Presidenta le costó un poco más mantener la costumbre porque está dejando el poder luego de 8 años (12 si se suman los cuatro de Néstor Kirchner). El peronismo "ortodoxo" de Mendoza les ganó en las urnas a sus discípulos pero luego ella, con un despliegue de presiones para nada sutiles, pudo demostrar que sigue siendo la conductora del oficialismo nacional.
Para Cristina Kirchner se trata de un triunfo político con fuerte contenido de ejemplaridad, porque se apresta a armar las listas de los otros 23 distritos y a elegir quiénes serán los candidatos a vicepresidente de Daniel Scioli y Florencio Randazzo. No tiene que sorprender por ello que la camporista Fernández Sagasti vaya en primer orden en la lista de senadores por Mendoza, pese a su corta trayectoria y su alto grado de desconocimiento en la población. La Presidenta no puede darse el lujo de mirar encuestas de opinión pública o analizar sutilezas electorales. No tiene margen para esto porque lo que pretende -como hemos dicho en este mismo espacio en varias oportunidades- es controlar luego del 10 de diciembre un grupo sustancial de legisladores, tanto en el Senado como en Diputados. Sea quien fuere quien la suceda en el Sillón de Rivadavia, oficialista u opositor, deberá negociar con ella para gobernar.
Fernández Sagasti es desde hace tres semanas la cara visible del kirchnerismo en su embestida contra la Corte Suprema de Justicia. Para ello Cristina Kirchner la hizo nombrar presidenta de la comisión de Juicio Político y la puso, un par de meses antes, en el Consejo de la Magistratura. Si hoy aspira a ser senadora y tiene asegurado su ingreso a la Cámara alta al ir primera en la nómina es porque a la jefa del Estado le interesa especialmente controlar, a partir de diciembre, más de un tercio del Senado para condicionar todos aquellos nombramientos que deba hacer el próximo presidente que precisen más de dos tercios de votos positivos. La nueva conformación de la Corte Suprema o los titulares de la flamante Agencia Federal de Inteligencia (ex Side) serán batallas que pasarán inexorablemente por la mesa de Cristina Kirchner el año que viene, cuando haya ya dejado el Ejecutivo nacional.