Decimos los nombres pero muchas veces desconocemos su significado. Me refiero a los topónimos. Un topónimo no es un topo que hace de mimo, sino el nombre propio de un lugar.
Decimos Malargüe, pero no muchos saben su significado. Malargüe, de ‘Malal hue’. ‘Malal’: corral; ‘hue’: tierra, lugar; “Tierra de corrales o de los corrales, o lugar de bardas rocosas que servían de corrales”.
“Tunuyán” siempre estuvo colmado de controversias, pero el significado más popular del nombre es “tierra que se mueve”. Tupungato, por su parte, se disputa varios significados: para Vicente Fidel López significa “punta del cielo”; para José Manuel Olascoaga es “la que espanta o rechaza”; otros dan el significado “el que domina el valle”; pero el más aceptado y el más poético es “mirador de estrellas”. Y es cierto, es un aluvión de estrellas el que uno puede contemplar en el campo de Tupungato en noches de luna nueva. Me imagino, quisiera hacerlo, cómo se debe ver el Universo desde la cumbre del volcán Tupungato.
“Uco” es el nombre de un cacique que Francisco de Villagra encontró por esa zona cuando en 1551 vino a descubrir estos lugares, al divino botón porque estaban todos al descubierto. “Cacheuta”, según Isidro Maza, se compone de los vocablos indios ‘Ca’: otra, ‘che": gente, ‘uta’: valle, lo que estaría dando muestra de una mezcla de vocablos quechuas con mapuches. Su significado, entonces: “Otra gente del valle”, o “valle donde vive otra gente”.
El “Sosneado” podría venirnos de lengua mapuche y significar “sol naciente”. “Ñacuñán” deriva de los vocablos pehuenches ‘Neyku - ñan’: águila blanca, nombre del último cacique de Malargüe, aliado de San Martín, el que tuvo aquella famosa conferencia con el Gran General en el fuerte de San Carlos.
De “Uspallata” se dice, entre quienes dicen está Draghi Lucero, que es una construcción del quechua, con dos palabras: ‘uspa’, vaso o bolsa, y ‘llacta’: muerte. Aunque hay otras versiones, también del quechua, mediante las cuales algunos estudiosos le asignan el significado de “garganta o paso preferido”, hablando del río Mendoza, o “vertiente que aparece y corre sosegada”; también “Valle de las cenizas”. O sea que hay para elegir.
“Tulumaya” describe a una planta característica de la zona de Lavalle: la cortadera. Con “Guaymallén” hay discusiones que siguen hasta la actualidad. Todos lo damos como el nombre de un cacique pero Ricardo Ponte duda de su existencia y prefiere aceptar que el nombre se refiere a un lugar donde había pantanos (‘Hua’: lugar, ‘Mallén’: zona anegada).
Por último, este valle que pisamos todos los días, donde sufrimos y amamos, donde insultamos y soñamos, se llama el “Valle de Huentota”; ‘ota, uta’: valle, y ‘huen’: guanaco, o sea “valle de los guanacos”. Pero, por favor, no se le vaya a dar por escupir.
Me quedaron varios nombres en el tintero de la computadora, pero qué se yo, me pareció interesante rescatar los significados de aquellos lugares que nos representan, nos definen y nos aguantan, para hacerlos un poquito más nuestros. Si uno sabe qué quiere decir el nombre, tiene más sentido llamar. En definitiva, el nombre de nuestra tierra también es el nombre de nosotros.