En un estadio mítico como el Gigante de Arroyito, Godoy Cruz volvió a ser ese equipo que genera respeto en los rivales. Con autoridad, inteligencia, confianza e imperturbabilidad, el equipo de Dabove derrotó a Rosario Central 2 a 1 y demostró que es cosa seria en esta Superliga. De hecho, desde que comenzó el año, el Tomba solo perdió un partido: el último fin de semana ante Racing en tiempo de descuento.
La misión del Tomba en su excursión por tierras santafesinas era levantarse. El escenario y el rival (no había recibido goles en la era Leo Fernández y acumulaba cuatro victorias al hilo como local) eran ideales para lograr el cometido. Y ahí fue el Expreso. Aplicado, seguro, laborioso, concentrado y bien parado.
Desde el inicio mismo del partido sometió al rival a una presión muy alta, casi asfixiante. Y cuando el balón pasó por sus volantes, demostró que tiene uno de los mejores medicampos del fútbol argentino.
Además, por si fuera poco, tiene una de las mejores duplas ofensivas del momento (Garro y García) y la defensa y el arquero se muestran cada día más sólidos.
Como hace quince días en el Monumental, la superioridad de Godoy Cruz en los primeros minutos fue tal que el gol de Juan Garro llegó por lógica decantación luego de haber generado tres chances netas de gol entre los 5’ y los 12’.
Esta vez, como tantas otras, la inteligencia del Morro alteró los factores: se convirtió en wing para asistir a la demoledora diagonal de Garro.
Pisando la media hora, la mala noticia fue la lesión de Garro. Pero entró el chico Lencinas y la maquinita siguió funcionando igual. Al igual que en la lacerante derrota en Copa Argentina, Tobio dejó a Central con 10. Pero esta vez el Tomba, que ya aprendió la lección, lo liquidó con un zapatazo del bueno de Pol Fernández y a otra cosa. El descuento de Central no trajo preocupación porque el triunfo tombino ya era cosa juzgada.
