La mano venía torcida. El “movete, Tomba, movete” bajaba de la popular Sur y no era para menos: la paciencia se agotaba. Para colmo, hacía minutos Iván Borghello (sí, justo él) había juntado sus manos para pedir perdón por el tanto del empate que tuvo la complicidad de Sebastián Moyano.
Una vez más, Godoy Cruz se disponía a irse del Malvinas Argentina con la cabeza gacha. Pero no. Cuando el reloj recorría el minuto 43 del complemento, Zárate envió el lateral, la pelota cayó en un flipper en el que Ayoví cabeceó dos veces, un defensor de Huracán otra, y Caruso puso la testa por última vez para que Juanfi Garro se llenara el empeine de pelota. Éxtasis total, delirio, felicidad.
El Tomba lo ganaba. Sí, de puro “Garro” y corazón. Pero también con fútbol y con intérpretes que le dieron otra frescura al dispositivo. El Gato Oldrá hizo cambios ofensivos. De hecho, en un momento del partido el Tomba tuvo a cuatro delanteros (Garro-Fernández-Caruso y Ayoví) en cancha y se llevó un premio que por el desarrollo es totalmente merecido.
Godoy Cruz fue otro. Desde el dispositivo táctico, los intérpretes elegidos por el DT y la puesta en escena en la cancha, el equipo fue totalmente distinto al de las primeras dos fechas.
Paciente en la posesión, prolijo en el traslado y punzante en ataque. Eso sí, volvió a flaquear ante cada pelota llovida a espaldas de los defensores. Aunque cuando aparecieron los espacio, apareció La Yoya, el hombre que quizo River y se terminó quedando en el Tomba.
Tras abrazarse con cada uno de los compañeros que llegaron a su encuentro, Ayoví miró al cielo y se exhibió una remera con una inscripción propia de un Atleta de Cristo. “La gloria es de Cristo", se leyó. El ecuatoriano acababa de poner el 1-0.
Pero el Expreso, que era más que el Globo, se durmió. Y en una de las jugadas prolijas que hilvanó el Globo, Wanchope pivoteó y Borghello lo empató.
El partido se moría. No sin antes ese instante de gloria que había anticipado Ayoví en su remera. Y toda la dicha fue para Juan Fernando Garro, un hijo pródigo de la casa que siente la camiseta tanto como esos hinchas que se fueron cantando de felicidad. Y sí, una noche el Tomba fue Garro y corazón.