No fue una semana más para el Tomba. En la Bodega se vivieron días de bronca, rumores y desprolijidades.
La derrota-jugando mal- frente a Independiente dejó huellas que se profundizaron con temas relacionados a la posible salida de Sebastián Méndez.
Por todo esto, el partido con Boca era más que especial. Dentro y fuera de la cancha. Era saber dónde está parado el equipo en este arranque irregular de campeonato, y despejar algunos interrogantes en relación al rendimiento individual y colectivo.
La prueba no admitía errores, porque del otro lado estaba el Boca de la billetera gorda con un enorme presupuesto a cuestas, y un equipo que desde sus nombres marca jerarquía ante cualquiera que se le ponga enfrente.
Aún lejos del juego lúcido que impuso en el torneo pasado donde peleó hasta las fechas finales, el Expreso aprobó la materia con autoridad. Méndez se pudo ir a casa tranquilo, porque la mejor lección de sus muchachos tiene un título que no se negocia de ninguna manera: el carácter.
Es verdad que el conjunto del Gallego no tuvo la cabeza justa para hilvanar fútbol desde sociedades importantes, pero le sobró personalidad y temple para ir al frente y no quedarse con las manos vacías.
El premio a ese corazón valiente y de no entregarse ante su rival, se encontró en esa definición de jerarquía de Javier Correa. En el pie abierto del cordobés estaba la llave para abrir la puerta de la justicia. Por eso ese delirio de todos, por eso ese puño apretado al viento y el grito desaforado de Méndez.
Él y los jugadores sabían que no se podía perder en casa y con tremendo apoyo de la gente. En la intimidad se juraron entregar hasta la última gota de sudor.
Después de una caída con nulos argumentos en Avellaneda, sacar a relucir un extra emocional puede ser un buen punto de partida para encaminarse en adquirir la identidad que tanto se reclama. Y por supuesto en el sendero de los triunfos.
“Estuvimos a la altura”, tiró Méndez. Toda una declaración que tiene gusto a victoria desde la entrega y la perseverancia.
No hay que obviar quién estaba enfrente, el Boca que no escatimó en dólares para reforzarse y que tiene jugadores para todos los gustos. Muchos determinantes por el toque diferente que le dan al plano general del Mellizo.
Y entonces todo tiene valor doble porque el Bodeguero nunca fue superado en el trámite- sí el Xeneize podría haber definido la historia con dos jugadas de Benedetto- y cuando corrió de atrás, sacó a relucir el plus de aquellos que tienen clara una idea. Con poco juego, pero sí con mucha actitud.
Fue empate. Podrían haber sido tres puntos si entraba el remate de Pol Fernández en el último minuto de descuento.
Recién se están dando los primeros pasos. Y tras una semana con idas y vueltas que ensombrecieron el panorama tombino, el equipo sacó todo su amor propio.