Mientras los productores de San Juan están terminando la primera cosecha y se inicia la recolección en el Norte de Mendoza y algo en el Valle de Uco, la industria del tomate retrocede este año algunos casilleros, y se aleja de su primer objetivo de abastecer la demanda del mercado interno con producción nacional. Es que el evento Niño impactó de lleno en la producción produciendo bajas importantes en la cosecha.
En efecto, los daños infligidos por el exceso de lluvias, a lo que se sumó el granizo, en la producción agrícola de Mendoza durante el período 2015-2016 han derivado en pérdidas que, si bien no es posible aún cuantificar con precisión en algunos cultivos, ya se sabe que serán muy relevantes y que comprometerían a un tercio de la producción potencial de la provincia.
Un año muy difícil
Rodolfo Bianchetti, miembro del directorio de Solvencia SA, del departamento de San Carlos y del Directorio de la Asociación Tomate 2000, confirmó que “hemos tenido serios problemas con las inclemencias climáticas, con mucho granizo en distintas zonas de Mendoza y muchas lluvias, que favorecieron el desarrollo de enfermedades, plagas y malezas”.
Para Bianchetti, la consecuencia fue que “varios cultivos fueron dados de baja y buena parte de los que quedaron resultaron muy afectados. Se alteró la uniformidad en la madurez y disminuyó de manera importante su rendimiento potencial; finalmente, el exceso de agua en el piso dificultó el ingreso a las parcelas para cosechar en el momento oportuno”.
Las dificultades con el tiempo se habían manifestado muy tempranamente. Desde el INTA, Cosme Argerich, coordinador nacional de Cadenas Hortícolas, recordó que “ya en la primavera habíamos tenido temperaturas relativamente bajas, por lo que cabía esperar una cosecha demorada en diez o doce días respecto de las fechas originalmente previstas, a lo que se sumaron, en el Valle de Uco, demoras en la preparación del terreno y en las plantaciones, por el exceso de lluvias”.
Pero a medida que avanzó el ciclo los problemas aumentaron. Para dimensionarlos con algunos datos, el investigador señaló que los pluviómetros instalados en la Estación Experimental Agropecuaria La Consulta, que se puede tomar como referencia del tiempo en el Valle de Uco, registraron, desde principios de noviembre -cuando se iniciaron los trasplantes- hasta fines de febrero, 450 mm de lluvia, dos granizadas leves y vientos, que en algunos casos llegaron a los 100 km/h. Por todo ello, “las producciones están muy afectadas tanto en rendimiento como en calidad”, aseguró Argerich.
Bajos rendimientos
Fabián Malatini, productor hortícola con explotaciones en Maipú, en el oasis Norte de Mendoza, terminó de cosechar su tomate el viernes de la semana pasada. Había destinado 48 hectáreas a este cultivo que terminaron con resultado negativo.
“Tuvimos muchos inconvenientes durante todo el ciclo, nos cayó tres veces granizo, y cada vez que llovía se deterioraba todo muy rápidamente. Como consecuencia de ello, tuvimos problemas para cosechar lo que quedó, con afectación de la calidad del producto y los rendimientos porque los kilos no están. En resumen, perdimos más de la mitad, casi el 60% de la producción potencial de la superficie que había plantado”, indicó el productor.
Juan Carlos Sáez, productor del Valle de Uco, resumió por su parte que “la temporada fue mala para mí, porque me cayó piedra en todos los tomatales”.
Tenía 90 hectáreas cultivadas, en parcelas repartidas entre Campo los Andes y en Vista Flores (Tunuyán), pero “hay como 60 hectáreas donde directamente tuve que pasar la rastra, porque no valía la pena cosechar”. Precisó que “algunas parcelas las dimos de baja y en otras, que mantuvimos, quisimos entrar a cosechar hace diez días, pero lo que salía era de mala calidad y daba 20 mil kilos por hectárea, por lo que no tenía sentido seguir, porque entre mover la máquina y los tractores, pagar el combustible y a la gente, no quedaban ni 4.000 pesos por hectárea, y si se llegaba a romper la máquina esa plata no hubiera alcanzado”.
Agregó: “Con eso, hemos perdido tres millones y medio de pesos. Ahora, nos quedaron unos cultivos tardíos, son unas 30 ha que hemos seguido trabajando, pero con la piedra se atrasó, y como eso puede estar para cosechar recién hacia fines de abril, tenemos el riesgo de heladas tempranas”.
Según datos del IDR, un productor tradicional en Mendoza obtiene rendimientos de 50-55 toneladas por hectárea. Mientras que los productores que integran la Asociación Tomate 2000 con el apoyo de investigadores del INTA adoptan un paquete tecnológico y alcanzan rendimientos promedio de 63 toneladas por hectárea.
El representante de la industria, Rodolfo Bianchetti, resumió que, como resultado de estos desajustes climáticos, “podríamos estimar -aunque queda mucho por cosechar- que al final de la temporada vamos a tener, en Mendoza, alrededor de un tercio menos de la producción proyectada para este año”, dentro de la Asociación Tomate 2000.
Expectativa de precios
En este escenario de escasez, más que nunca se impone hablar de precios. Pero, como generalmente ocurre, son pocos los que aceptan el desafío.
El propio Fabián Malatini reconoció que “es muy poco lo que se está hablando, con la industria, sobre el precio que percibirá este año el productor primario. El año pasado las fábricas pagaron un peso el kilo, en promedio, y ahora habrá que definir el ajuste, porque durante este año, a la inflación en pesos se sumó la devaluación, por lo que creo que no debería estar por debajo de $ 1,30 o $ 1,40 el kilo”.
De todos modos, Malatini reconoció que “el límite de precio lo va a marcar la importación”.
Y no se equivoca, porque desde el sector industrial, Rodolfo Bianchetti admitió que “estas mermas de producción que hemos tenido se van a poder reemplazar en algún momento por importaciones de pasta de tomate, que se podrían traer de Chile, de China, de Brasil, para cubrir los cupos de demanda” en el mercado interno.
Agregó que “las empresas están tomando la decisión de moler lo que tengan acá con sus productores y, para cubrir sus programas de producción, traer pasta de afuera”.
En cuanto al precio que pagará la industria al productor, reconoció que “en pesos argentinos va a ser mayor que el del año pasado”, pero aclaró que “este año entra a jugar otro factor que es el precio internacional de la pasta”, porque “ahora las industrias (al menos las que hagan puré de tomate u otros productos derivados de la pasta) van a evaluar cuál es el precio que podrán pagar por el tomate local, considerando el precio internacional de ese commodity”.
“¿Este año se le puede llegar a pagar $ 1,30 o $ 1,40 el kilo al productor?”, le planteamos a Bianchetti, partiendo de las aspiraciones de Fabián Malatini. “No sabría decirle, habría que ver cómo se acomodan las cosas más adelante”, respondió industrial.
“Es muy difícil responder a eso, pero creo que el $ 1,40 que estiman los productores es un límite máximo, pero no se va a llegar a eso.
Quizás un punto de partida sea $ 1,20, y ahí se verá por zonas, pero es prematuro hablar de precios. Todo va a estar condicionado por el valor internacional de la pasta. La industria no le pone precio al tomate, se lo pone el mercado”.
En Argentina se consumen unos 550 millones de kilogramos de tomate por año. En la última temporada (2014/2015) se produjeron 535.000 toneladas en 7.790 hectáreas.
El impacto en los productores
Los productores que participan del Programa de generación y transferencia de tecnología que lleva adelante la Asociación Tomate 2000 están de acuerdo en el punto de cierre del negocio, y coinciden en que este año, en Mendoza, el balance es negativo.
Juan Carlos Sáez, productor de San Carlos, recordó que la temporada pasada logró un rendimiento de “alrededor de 90 toneladas” por ha, mientras que de costo, tiene “60 toneladas o un poco más, si se incluye la cosecha mecanizada”.
El maipucino Fabián Malatini también venía obteniendo “entre 80.000 y 90.000 kilos por ha, y con tendencia a ir mejorando, porque vamos aplicando tecnología incluyendo riego por goteo, pero este año vamos a andar alrededor de los 40.000 kilos”. Coincidió con Sáez en que
“para cubrir los costos de producción, aplicando este paquete tecnológico, hacen falta por lo menos, $ 60.000 por ha y de ahí en más se ve algo de ganancia”.
A todo esto, el industrial Rodolfo Bianchetti aclaró que en San Juan, los fenómenos meteorológicos no tuvieron la misma dimensión que en Mendoza. Por eso los rendimientos logrados por los productores sanjuaninos “pueden haber caído entre 5% y un 10% respecto del año pasado”.