Todos somos Masche

El apellido más escuchado en la Argentina por estos días. La referencia a un futbolista íntegro. Un símbolo indiscutido de la Selección. El “Jefe” Javier Mascherano representa esta gran gesta en Brasil 2014 y en él se apoya la ilusión de la tercera Copa.

Todos somos Masche
Todos somos Masche

De repente, el “Efecto Mascherano” se derrama en la Argentina. Todos somos Masche. Y es el verbo que nos despertamos conjugando: “Yo mascheranizo, tu mascheranizas, él...” y así sucesivamente. ¿Qué hay en este Mascherano que no lo hubo en quien también jugó los Mundiales 2006 y 2010?

¿Tanto ha cambiado su juego o lo que varió es la percepción masiva respecto de él? El poder simbólico de esta Selección está dividido en proporciones simétricas entre el todo terreno y Messi. Ya no se condensa en una figura única, como lo fue durante el ciclo de la maradonización. Y si en Leo se realza su creatividad y precisión, en el Jefecito se ensalzan su combatividad y entrega absoluta.

Ya la primera señal contundente la había dado frente a los suizos, también en el Arena Corinthians. El mediocampista había mostrado rebeldía y determinación. Peleó cada pelota como si fuera la última. Cortó, recuperó, hizo circular, volvió marcando y apoyó en el primer o segundo pase de salida. Esa actitud rompió los moldes en cuanto a los límites que se había puesto Argentina durante la primera fase.

En la mediacancha, se venían cumpliendo roles encajonados en una estructura; ausente Gago en ofrecerse como descarga, se multiplicaronlas habilitaciones para Messi, quien debió ser nexo y definición a la vez. Tras esa trabajosa victoria en Sao Paulo, el emergente principal no fue un armador ni un goleador, sino que resultó el que menos se esperaba por la misión que cumple.

Mascherano siempre le agregó a su juego un gran disciplinamiento táctico. Ya en sus inicios, cuando Marcelo Bielsa lo hizo jugar en la Selección aun sin haber debutado en River, el volante sobresalía por su lectura de la situación. Cumplía con los manuales a la perfección, al quedar detrás de la línea de la pelota y presto para intervenir como receptor en el armado como en la recuperación si la acción colectiva se ensuciaba. Encima, manejaba el balón sin ser un exquisito, pero tampoco un negado. Sobresalía, además, por el alto porcentaje de quites sin necesidad de una falta táctica o con violencia desmedida.

Desde River saltó al Corinthians, desde allí al West Ham y poco después al Liverpool. Su salto de calidad se dio durante 2010, cuando Barcelona lo incorporó para formar parte de un circuito defensa/medio que contaba con los ya consagrados Busquets, Pique, Puyol o Xavi en tal asociación de líneas. En el medio, Pekerman y Maradona lo utilizaron en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010; también, Bielsa y Batista en Atenas 2004 y Pekín 2008, con sendas medallas doradas en cada caso.

Hoy día es referenciado como el faro que irradia luz para alumbrar el camino correcto de sus compañeros en pleno partido. Que si sale fulano y lo cubre, que si es rebasado mengano y va en su auxilio, que si zutano intenta triangular en corto y necesita un apoyo. Masche siempre está ahí, al servicio de los demás. Y lo hace con naturalidad, como si fuera parte de una misión en la cual él mismo siempre está corriendo los límites hacia delante.

Su noción de tiempo/espacio quedó claramente vidente en la coordinación que mostró para cubrirle el ángulo de tiro a Robben, un especialista en agregarle dirección a su potencia en el remate directo. Un cálculo fallido hubiera representado una muy obvia sanción del penal, a minutos del cierre. Un segundo de pausa habría dejado el hueco para que el delantero quedase delante de él y en posición de fusilamiento sobre Romero. Ni lo uno ni lo otro: el riesgo que asumió fue gigantesco, pero entre la suela y la punta del botín se amortiguó el impacto del remate. Una vida más, en definitiva.

Masche es ese jugador que todo entrenador soñó tener y cualquier jugador quiso ser. Inteligente para razonar qué hacer de inmediato, audaz para jugársela cuando todo parece perdido y heroico para erguirse ante la adversidad. Un líder nato, sin características de autoritarismo. Y un rebelde con causa: la celeste y blanca.

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