¿Qué sucedía en la literatura argentina de mediados de siglo XX, que frecuentaba tantas imágenes de órdenes domésticos en desintegración? ¿Por qué, en aquellos años, narradores tan distintos como David Viñas, Beatriz Guido y Manuel Mujica Lainez coincidían en escribir sobre estas inquietantes figuras?
¿Qué cambios se habían producido en la vida privada, en la organización del hogar y en los roles familiares? ¿Qué había pasado en la política y en la cultura argentina en relación con estas alteraciones?”
Estas preguntas llevaron a Marcos Zangrandi a analizar la compleja trama de transformaciones culturales que se tejieron en la argentina peronista.
- ¿Cuál fue el impulso inicial de "Familias póstumas"?
- Me vienen a la cabeza dos momentos que me parecieron especialmente intrigantes. La primera idea la tuve al ver las películas de Torre Nilsson de esta época , “La casa del ángel”, “La caída”, “Fin de fiesta”, “La mano en la trampa”, y otras; todas las que habían surgido de las narraciones y de los guiones de Beatriz Guido.
Allí estaban esas familias en caos, asediadas por los cambios externos, cercadas por sus miedos en caserones decadentes. El segundo momento es un recuerdo que Mujica Lainez contó en una entrevista para el diario La
Opinión. La Libertadora había nombrado a este narrador como director de Cultura en la Cancillería. En los pasillos, Mujica se encontró con montañas de ediciones de “La razón de mi vida” en varios idiomas. Espantado con esta cantidad y con la figura de Eva Perón, las mandó a quemar. Sin embargo, hacia el final de la entrevista, dudaba de la efectividad de su acción, de ese fuego.
“Ahora veo claro que nadie puede quemar lo inevitable, lo que uno no comprende”, le confesaba al periodista. No me costó encontrar que en las narraciones de estos dos escritores, y en las de un tercero, David Viñas, se reiteraban las figuras de desbarajuste doméstico, del derrumbe del orden paternal, de las mismas casas en estado de ruina o destrucción.
- ¿Y cuál fue el mayor desafío que se presentó?
- El verdadero problema -quizá la mayor apuesta del libro- era leer a tres escritores tan distintos en un mismo corte. Sus textos, sin embargo, están atravesados por las mismas preocupaciones y por imágenes afines. Esto es fundamental para pensar las variaciones de imágenes semejantes en un mismo escenario político y cultural.
- ¿Cómo atraviesa el fuego tu narración?
- Durante la investigación me encontré con que fuegos, incendios y explosiones abundan en estos años particularmente conflictivos. De aquellos que destruyen edificios y vidas, pero también los fuegos en discursos encendidos (no puedo dejar de pensar en un pasaje de La razón de mi vida: “el incendio seguía avanzando con nosotros”).
Por eso el libro se inicia, simbólicamente, con el incendio del Jockey Club de la calle Florida y de otros edificios, después de que varias explosiones mataran a algunas personas en Plaza de Mayo en abril de 1953.
Ese mismo efecto incendiario está en las novelas, en cuentos y en los guiones de los escritores con los que trabajé, por ejemplo la explosión de una refinería que destruye la mansión de la novela “Los viajeros” de Mujica Lainez o la familia constreñida por los episodios políticos de 1953 en la novela “El incendio y las vísperas”, de Guido.
El fuego, así, como signo corrosivo de todo aquello que se tenía como cimiento (del andamiaje social y político, de determinado armado de la cultura, de cierta idea de patria), y, más aún, del resguardo familiar, que es un espacio sensible desde todo punto de vista.
- Sé que la pregunta es amplia, pero ¿cuáles fueron los cambios más profundos que desencadenó ese peronismo en la vida social y en la literatura argentina?
- Lo que pueda decir es poco, por supuesto, respecto de esta pregunta, porque hay mucho estudiado y debatido sobre estas transformaciones.
A la vez, es difícil hacer una generalización porque muchos de los cambios sociales que se produjeron no son fruto único del peronismo, sino de un largo proceso iniciado décadas atrás, por ejemplo la modernización de la familia y de las relaciones domésticas, que recién se hicieron visibles en los años 1950.
Hay dos hitos notables al respecto en esta época, que son los debates sobre el divorcio y sobre la legitimidad de los hijos extramatrimoniales que se produjeron hacia finales del gobierno de Perón.
Estas disputas mostraban un resquebrajamiento respecto de lo que hasta entonces se entendía por familia, por paternidad, por filiación y por herencia. No puede dejar de leerse esto como contiguo a la visibilidad de los sectores trabajadores y a su conversión como sujetos políticos legítimos.
En relación con la literatura, el efecto más importante es una politización profunda y persistente y la disolución progresiva de la idea de círculo de escritores y lectores que defendía, por ejemplo, Victoria Ocampo.
Este cambio impactó no sólo en los escritores de izquierda, tradicionalmente más involucrados con el compromiso social y político, sino en autores de distintos espacios, como Borges, Gálvez y Martínez Estrada. En este efecto hay que ver, además, el influjo sartreano que movilizaba a los más jóvenes, en particular los hermanos David e Ismael Viñas, Oscar Masotta y Juan José Sebreli.
- ¿Cómo definirías "peronismo"?
- Los peronismos atraviesan las discusiones de la política y la cultura argentina desde 1945 hasta el presente. No hay, desde entonces, debate o intervención importante que no tenga algún guiño hacia este movimiento. Hay una gran cantidad de bibliografía y tanto más de literatura que trata de comprender lo que ha sido el peronismo en la vida de este país durante sus setenta años de presencia.
Específicamente “Familias póstumas” intenta leer un peronismo a partir de las narraciones de tres escritores que claramente lo rechazaban (aunque con matices, sobre todo en el caso de David Viñas, que entendía que era un punto de inicio de un cambio mayor). En esos textos, el peronismo es construido como desorden -sobre todo en la imagen de un caos doméstico- o como un efecto corrosivo e incendiario.
De una o de otra manera, se constituye en una presencia continua (en algunos casos, fantasmal); esto es, como algo que introduce un quiebre profundo del que no hay retorno. Si tuviera que definir al peronismo limitándome al planteo de este libro (o más aún, del prisma de la “familia póstuma”), entonces diría que es la percepción de una alteración que desestabiliza todo el cimiento político- cultural que se había construido hasta mitad de siglo.
Hay que decir, por otro lado, que esta forma de pensar la relación entre peronismo y literatura argentina busca una nueva vuelta respecto de las dos formas canónicas de este vínculo -a priori conflictivo-: la imagen borgeana (pero también de otros escritores, como Victoria Ocampo y Américo Ghioldi) del peronismo como simulacro o como puesta en escena, y el ideario de la invasión, propio de los años sesenta, sobre el que intervinieron Juan José Sebreli y Germán Rozenmacher.
- ¿Cómo relacionás nuestro presente político y cultural con esas desintegraciones del XX narradas en el libro?
- Los lazos de aquella época con la actual son numerosos porque seguimos discurriendo sobre algunos de los problemas que se abrieron en aquella época, en particular los que plantea el peronismo. Por otro lado, todavía permanece, aunque no de manera idéntica, una manera muy particular de producir literatura y de crítica (lo cual implica decir imprimir determinadas formas de lectura) que se monta sobre y se alimenta de las discusiones políticas históricas.
Desde mi lugar personal, lo más sorprendente fue, una y otra vez, redescubrir los poderes de la literatura, su capacidad y su lucidez, aun en escritores muy distintos como estos tres con los que trabajé, para leer e intervenir sobre la complejidad política y social de este país.
- Te has especializado en la investigación de los años 1950-60. ¿Por qué te llama tanto este período?
- En un principio me interesé por los años posteriores al golpe de 1955; me llamaba la atención ese momento abismal, posterior a la intensidad de la década peronista, después de que la maquinaria política y simbólica del peronismo fue interrumpida violentamente.
A la vez, descubrí que era un tiempo fundamental para pensar tanto la herencia de aquellos gobiernos como la perspectiva de los sesenta, una década tensada por el vaivén de la modernización y la revolución.
Los años cincuenta marcan un tiempo de reordenamientos y de empalmes. Se trata de un periodo clave para entender todo lo que había pasado (y se daba erróneamente por concluido) y lo que vendría después.
En tres líneas
Marcos Zangrandi nació en San Martín, Mendoza, en 1977. Estudió Comunicación Social en esta provincia y luego se trasladó a Buenos Aires, donde reside actualmente. Es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires e investigador de Conicet.
Escribió una buena cantidad de artículos referidos a la literatura argentina de los años cincuenta y sesenta, pero también sobre otros temas sobre cultura, historia y medios de comunicación.