Todos debemos cuidar el recurso hídrico

La advertencia surge desde el Departamento General de Irrigación. Los caudales de los principales ríos han sido calificados de pobres, mientras en el sur esa calificación llega a “secos”. Todos, tanto los residentes en zonas pobladas como los productores

Todos debemos cuidar el recurso hídrico

La declaración de emergencia hídrica, solicitada por el Departamento General de Irrigación al Gobierno de la Provincia, debe constituir un serio llamado de atención para todos los mendocinos, residan tanto en los centros poblados como en las zonas rurales.

En el primero de los casos, para que los habitantes de las ciudades tomen real conciencia de que estamos frente a un recurso cada vez más escaso -no debemos olvidar que la emergencia, por primera vez en la historia se declara por cuarto año consecutivo- y para los productores porque si malgastan el agua y si superan las condiciones mínimas de cuidado, están jugando con su propia subsistencia en un futuro cada vez más cercano.

Mendoza cuenta con un clima desértico, con escasas precipitaciones anuales, lo que obliga a vivir esencialmente de los deshielos de la montaña. Los hechos demuestran que, por el calentamiento global o por las condiciones climáticas naturales -ciclos húmedos y ciclos secos- durante los últimos años la nieve también ha sido escasa.

Esa conjunción se proyecta entonces como una espada de Damocles sobre la población en general, en razón de que, tal como lo ha señalado el máximo organismo del agua en Mendoza, los caudales de los ríos están sufriendo las consecuencias.

Se indica que en el río Mendoza, que irriga el oasis norte, el año hidrológico es “pobre”, una calificación que le cabe también al río Tunuyán que cubre las necesidades del Valle de Uco y de gran parte del Este mendocino. Pero lo más grave se registra en el sur, donde sólo el río Atuel tiene la calificación de “pobre”, ya que los restantes ríos, el Diamante, el Malargüe y el Grande, han recibido la calificación de “seco”.

La proyección a futuro no es para nada alentadora, en razón de que la medición de la nieve en cordillera permite anticipar que también resultará afectada la primavera del año que viene.

Las señales de alarma se profundizan cuando se toma conocimiento de otros aspectos no menos significativos.

Por un lado, que hoy estamos al 50 por ciento de la media en el caudal de los ríos y, por el otro que, pese a las advertencias, la gente no conoce la seriedad de la situación. Los mendocinos seguimos ubicándonos en los primeros lugares en el mundo en lo que se refiere al consumo de agua potable per cápita y, pese a las permanentes advertencias, la situación no se ha modificado.

Mientras en otros países el cuidado en el consumo es permanente, los mendocinos seguimos “anegando” los jardines, lavamos el auto con la manguera abierta y hasta hay quienes mojan el pavimento en una intención de reducir la temperatura en la época estival.

La gran diferencia puede radicar, casi con seguridad, en que en el resto del mundo el agua se paga por el consumo, mientras en Mendoza, al no existir medidores, muy pocos cuidan el gasto y el resto lo dilapida.

En el caso del riego agrícola, urge la necesidad de realizar obras de infraestructura necesarias, como la impermeabilización de canales, teniendo en cuenta esencialmente que, en el caso del río Mendoza, el fenómeno de las aguas claras se ha profundizado luego de la construcción del dique Potrerillos, mientras paralelamente debería facilitarse financieramente la posibilidad de que los productores puedan acceder a la última tecnología de riego, ya sea por aspersión o por goteo.

El cuidado del consumo de agua es una tarea que nos compete a todos y es por ello que también debemos comprometernos en generar una cultura que se hace cada vez más necesaria. De lo contrario, el desierto seguirá avanzando y está en juego, nada más y nada menos que la supervivencia de nuestras futuras generaciones.

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