"Librémonos del endiosamiento. Endiosar equivale a excluir”, escribe una mamá artista, Rosario Bléfari. Y tiene razón: librémonos del endiosamiento maternal y vivamos este día sin pedestales y más cerca de la vida real donde se toman decisiones individuales y colectivas. Porque no todo lo referente a las mamis es color de rosa. Sin cursilerías entonces, vamos a hablar de nuestras pares. Y hoy, especialmente, de aquellas que han dado de mamar el arte.
Se trata de mujeres que vimos, por ejemplo, levantar teatros, mujeres intelectuales, al frente de grandes producciones, viajando solas o con hijos, resistiendo, peléandola; mujeres demostrando que se puede conseguir mayor libertad.
No, no vamos a homenajear “la sagrada maternidad”, porque ha venido siendo la mejor estrategia para encasillar al género. “Si no sos madre, no estás completa”, se oye por todas partes, aún en estos tiempos. Es una manera de excluir los otros modos de ser.
Ser madre es un hecho extraordinario porque implica una elección. También hay madres diversas, hoy. Cosa que favorece la expansión del ‘amor maternal’ en sus múltiples formas.
Aquellas que eligieron ser madres y se vieron transitando un camino artístico con sus pequeños girando entre instrumentos escenografías y telones, formaron un modelo de familia también cretivo.
Estilo las saluda en esta fecha.
Laura Morales y Vilma Rúpolo
La bailarina y coreógrafa Vilma Rúpolo ha sido -en varias ocasiones, cuatro para ser exactos- la encargada de dirigir nuestro máximo espectáculo: el Acto Central de la Vendimia.
Su historia está atravesada, a su vez, por los duros tiempos de la dictadura: vivió el encierro junto a su hijo de 20 días; sufrió el traslado a Villa Devoto. Soportó torturas. Ahora está transitando el Festival de Danza de Nuevas Tendencias (del cual ha sido mentora) y dirige la compañía El Árbol Danza-teatro.
En medio de las performances que coordinan madre e hija, Estilo charló con Laura Morales, quien siguió sus pasos de bailarina.
“Recuerdo que cada noche ella armaba coreografías al borde de la cama, mientras esperaba que me durmiera. Escuchaba pedacitos de canciones y las desglosaba, formando pasos en cada fragmento. Así entré al arte, supongo: teniendo la sensación de que en cada pedacito de una canción cabe un mundo”.
Laura es miembro de la gran familia que es El Árbol. Trabajar junto a su madre, dice, implica un aprendizaje y un desafío constante. “Viste cómo es ella: va para adelante pase lo que pase”.
Valora profundamente la independencia con que transcurre ese aprendizaje, “pues siempre ha permitido que experimente bien de reaíz; nunca ha querido influenciarme”.
Y si tira una frase, es exacta y llega en el momento justo: “tiene esa capacidad de desestabilizarme para crear, que está buena”.
Lo que a Laura le interesa es la improvisación en tiempo real, el descubrir el momento vivo. Su próximo proyecto se orienta a la expresión corporal basada en lengua de señas. “Es un lenguaje coreográfico que me abre un mundo más”.
Juan Comotti y Gladys Ravalle
“Nuestras charlas sobre arte son debates interesantísimos”, dice Juan Comotti mientras corre a reunirse con su madre (la directora y actriz Gladys Ravalle) en un café del centro. Allí, cada semana, se junta el clan poético. “Yo no me siento hijo único; siento que soy una parte más de esta gran familia que mi madre ha sabido construir: tiene muchos hijos y nietos del teatro”, agradece.
Es fácil pensar que hijo y madre dedicados a lo mismo -el teatro- puede significar estallidos frecuentes. Pero no. Si bien manejan estéticas diferentes, ambos transitan por la misma línea (lo social, lo poético) y bajo la misma ley: el codo a codo.
“Ella es mi mamá pero también ha sido mi maestra. Llegado el momento, uno ya no piensa en complacer a los maestros -ni a los críticos- sino seguir su camino. De cualquier forma, nuestra realación es feliz. Tenemos un teatro, ¡imagináte!”.
Ese teatro lleva el nombre de Gladys Ravalle, un homenaje que llegó a tiempo para esta luchadora infatigable de las tablas.
“El año pasado nos fuimos juntos al Festival de Colombia, ambos representando a Mendoza. Eso está buenísimo para mí: viajé con una embajadora, pero también me fui a la playa con mi mamá”.
Y sí: creció casi entre bambalinas, presenciando de bebé las obras de Brecht que sus padres interpretaban en los ‘70. Entre ensayo y ensayo, Comotti fue diseñando su propio modo de enterder el teatro. “Fue un modo de aprender muy hermoso y directo”, asegura.
Juan Comotti es actor y director. Junto a Diana Moyano y Marcelo Díaz sostiene la Enkosala Gladys Ravalle.
Patricia Cangemi y Fenicia Cangemi
“En nuestro caso, crecer con una mamá artista fue algo muy normal”, cuenta la cantante Patricia Cangemi.
Patricia es hija de Fenicia Cangemi, una de las sopranos más destacadas del ambiente lírico de Mendoza y ha sabido ganarse, gracias a su talento, su propio lugar en la música, el respeto profesional y la admiración del público.
Desde niña estuvo involucrada con la música. “Me acuerdo que cuando era chica acompañaba a mamá a todas las óperas en las que ella cantaba. Con mi hermana andábamos entre bambalinas espiando cómo se pintaban los cantantes, cómo se vestían”, recordó.
Ella y su hermana (la prestigiosa soprano Verónica Cangemi) participaron desde pequeñas del magnífico repertorio materno. “Mi madre sabe muchísimo tanto de repertorio lírico como popular; por eso siempre que recurrimos a consultarle algo está allí, aconsejando a ambas, guiando, proponiendo”.
Aunque los horarios de una persona que sobrevuela escenarios no son los convencionales, Patricia asegura que nunca sintió ausencias. “Siempre tuvo la capacidad de dividirse”, recuerda. “¿Qué cualidad valoro más en ella? Son varias: la constancia, el empuje, la pasión, el amor”.
