El montaje de la obra de Enrique Sobisch, "La línea no existe", en el Centro Cultural Julio Le Parc, no es un hecho aislado en la cultura local, responde a la necesidad de la sociedad de recobrar la memoria y poner en valor su pasado cultural. Cabe recordar que hemos vuelto ya a ver desde el acervo de la Galería Giménez, con los maestros Roberto Azzoni, Hernán Abal, Juan Scalco Sergio Sergi, hasta las megamuestras de Roberto Cascarini, Carlos Alonso, Julio Le Parc, o los grandes premios históricos del Salón Vendimia. Más cercano en la historia, también, las muestras de José Scacco, Ángel Gil, Raquel Fluixá, Alberto Thormann, Alfredo Ceverino, José Bermudez, Luis Quesada, Máximo Arias, entre otros...
Porque allí está el secreto de las nuevas generaciones de artistas y realizadores culturales, en su historia, en las raíces mismas...
Enrique Sobisch: La línea no existe
Cantidad de obras: 148
Períodos de la obra expuesta: Desde la Figuración, Realismo, y su última etapa de Madrid, del hiperrealismo.
Tiempo de recorrido aproximado: Hora y media.
Horarios y precio: Excepto lunes (permanece cerrado), todos los días de 09:00 a 22:00. Entrada libre y gratuita.
Curador: Pablo Chiavazza.
Visitas guiadas: Previa coordinación al mail Sobischleparc@gmail.com o al teléfono 4458015
Traslados: Queda en Avenida Mitre 5000 de Guaymallén. Tiene estacionamiento para auto gratis.
De ómnibus, Grupo 2 la línea B21, B22, B23, B24, B25, B26 y B27. Grupo 5 la línea 72 y 71 y el Grupo 10, la línea 171 y 173.
Nadie olvida nada
Evocación de las figuras de Enrique Sobisch y Julio el Negro Castillo.
Por Orlando Pelichotti
Todos los lunes junto alba, atravesaba el umbral de la puerta derecha, para encontrar su paz. Allí al poco andar por el zaguán, dejaba su piloto en el perchero de roble inglés y abría cada ventanal. Buscaba en el bahiut un puro, lo prendía y se sentaba a contemplar la nada misma.
Los martes, entraba por la puerta izquierda, allí lo esperaban cientos de cuadros de su compadre Enrique Sobisch. Después de recorrerlos uno a uno con su mirada, abría un antiguo bargueño, y destapaba un vino de excelente cosecha. Pasaba horas en el diálogo profundo y silencioso de su memoria y los recuerdos.
Recordaba lo que solía decirle en su tono pausado y a la vez seguro: "Es que la línea no existe, mi querido Negro Castillo, La línea se crea con la sensibilidad de cada persona".
Era feliz, si existe la felicidad.
El resto de los días, el Negro dormía en un banco de la Estación de trenes del San Martín, a la espera de su amigo Sobich que vivía en Madrid.