Tomaron la decisión cuando sintieron la necesidad de replantear su día a día. Rompieron sus propias estructuras, apelaron a la creatividad, se actualizaron y dieron vida a su propio proyecto con la firme convicción de compartir más tiempo con sus hijos.
De hecho, sostienen que contar con esa posibilidad es un tesoro que antes consideraban inalcanzable.
Es que solas o acompañadas por sus parejas en un proceso de aprendizaje constante, ellas aseguran que no se arrepienten de haber dejado de trabajar en relación de dependencia para pasar a ser sus propias “jefas”.
En esta nota, Carolina Von Der Heyde (47), Roxana González (41), María Fernanda Cremaschi (41) y Elsa Rodríguez (57) cuentan sus historias de mamás emprendedoras.
Descubriendo fortalezas
Junto a su esposo Cecilio Galdeano (51) y sus seis hijos -Julio (27), Carolina y Pilar (25), Nicolás (23), Gonzalo (20) y Amparo (12)-, Carolina supo transformar el dolor en aprendizaje.
Hace 2 años, la familia tuvo que afrontar el momento más difícil, cuando uno de ellos sufrió un choque que lo dejó sin movilidad en las piernas.
“Sentía que mi hijo me necesitaba así que empecé a analizar todas las herramientas que tenía a mano para empezar con algo propio”, recuerda la mujer, que era empleada en la Municipalidad de Capital, puesto al que renunció.
Justo en ese momento se había comprado una máquina de coser para dar riendas a un hobbie que siempre había querido desarrollar.
Antes, había aprendido a bordar y tejer.
Cuenta Carolina que lo primero que fabricó fue un pantalón para su hijo que estaba en silla de ruedas. El resultado fue tan favorable que cuando una amiga se percató de su prolijidad le preguntó si también hacía baberos.
Así empezó con el primer molde, se asesoró sobre las variedades de telas y diseños e ideó modelos adaptables a las necesidades de los bebés.
Con el proyecto avanzado, montó su taller de costura en la casa y al mismo tiempo fabricó todo tipo de accesorios para los más chiquitos.
A los beberos agregó porta chupetes, toallones, bolsos maternales y todo lo necesario para los recién nacidos. A un mes de iniciado el emprendimiento fue invitada a participar a la primera de muchas ferias.
Hoy su marca es una de las más buscadas a la hora de comprar accesorios para bebés. Buena parte de este logro -valora Carolina- se la llevan sus hijos y esposo, que en todo momento trabajaron con una lógica de equipo, en el que cada parte colabora en pos del bienestar de toda la familia.
“Ellos son mi motor. Desde que pude compartir más su día a día, estar más presente en sus necesidades, mi ánimo cambió mucho”, confiesa y cuenta que le dedica unas 6 horas diarias a la tarea.
Un aspecto que destaca a favor de trabajar de manera independiente es que de este modo siente que hace algo que le gusta e incluso lo considera como “un cable a tierra”.
“Este trabajo me hizo descubrir capacidades que tenía escondidas. Gracias al taller he crecido mucho a nivel personal y, sobre todo, como mamá”, expresa a modo de balance y recuerda que cuando trabajaba afuera volvía a su casa con muchos problemas en la cabeza externos a los suyos.
Desafíos compartidos
Cuando Roxana y su esposo comprobaron que iban a ser padres, entendieron que un nuevo camino había comenzado a abrirse frente a ellos. En su caso, la llegada de Camilo (10) fue lo que los llevó a hacer un click en sus expectativas.
“Hacía tiempo que deseaba ser mamá y cuando llegó mi primer hijo nuestro mundo cambió para siempre”, recuerda.
Esta licenciada en Comunicación Social comenta que cuando trabajaba en el Fondo Vitivinícola viajaba mucho y estaba largas horas fuera de su casa. Pero durante los meses de embarazo -comparte- sintió que en su proyecto de vida sus hijos tendrían la prioridad absoluta.
Así fue como al tiempo de nacido Camilo decidió independizarse y empezar a planificar una alternativa. En 2007, junto a tres colegas, fundó una consultora de comunicación.
“No fue nada fácil tomar la decisión de renunciar. Es un desafío grande, sobre todo cuando empezás de cero”, cuenta Roxana al volver a aquellos días de 2007, cuando organizó su agenda para cumplir con el trabajo y estar más presente para sus pequeños. De hecho, hace 7 años, tuvo a su segunda hija, Eva.
Aclara que en realidad ella nunca sintió que dejaba de lado sus proyectos personales en pos de dedicarse al hogar. Valora que por decisión de ambos, su compañero debió, por ejemplo, relegar su pasión por la música para trabajar más horas afuera.
“Sobre todo al principio él tuvo que soportar la mayor carga económica para sostener nuestras necesidades, y cuando yo estaba mucho tiempo afuera él se hacía cargo de la casa y el bebé”, relata.
Destaca que estar presente en el crecimiento de sus hijos también era, más que un anhelo, una necesidad.
A fuerza de esmero
Para Fernanda, el hecho de movilizarse para encontrar una veta en el mundo laboral le abrió puertas que hasta hace 2 años nunca hubiese imaginado. Según confió, desde el momento en que su hijo Tiziano (13) nació, ella se hizo cargo de todas sus necesidades.
Sólo con la ayuda de su mamá -que cuidó del bebé mientras ella trabajaba- afrontó los vaivenes de la economía y se dedicó a diferentes actividades, siempre en relación de dependencia.
En 2014, estuvo 8 meses desocupada hasta que comenzó a planificar un emprendimiento que funciona desde hace un año y medio: vende ropa de trabajo destinada a personal de empresas dedicadas a las áreas de gastronomía, salud y educación.
“Empecé a probar posibilidades y me di cuenta de que gracias a esta metodología el crecimiento fue para los dos”, reflexiona y detalla que “de este modo tengo la posibilidad de estar en el momento justo en que debo ponerle límites”, ejemplifica.
“Me di cuenta de que podía trabajar y disfrutar de mi hijo”, relata Fernanda y desliza que Tiziano también compartió este proceso que terminó siendo positivo para los dos.
Proyecto conjunto
Con la receta que la abuela de su esposo había aplicado en Andalucía, Elsa Rodríguez (57) encontró hace varios años el secreto para producir los quesos de cabra de mayor calidad que se encuentran en Rodeo del Medio (Maipú).
Y de hecho, ella ha sabido cuidar de los animales que la nutren de la materia prima necesaria.
Si bien ahora sus tres hijas ya no viven con ella, la iniciativa para dar vida a su proyecto fue lo que le permitió, por ejemplo, costear parte de las necesidades del hogar.
Pero además, Elsa destaca que lo que más la motivó a trabajar desde su casa fue la necesidad -de ella y de sus hijas- de compartir tiempo juntas.
“Era para mí el método más adecuado para criarlas como a mí me parecía”, confiesa la mamá que ahora cuida de una de sus nietas -cuando su hija debe dar clases- y está a la espera de una segunda.
“Lo mejor de todo es que he podido crecer y aprender mucho con ellas”, reflexiona Elsa, para quien el apoyo de su esposo ha sido fundamental. “Siempre hemos trabajado a la par”, comparte.