Toda una vida en la avenida Las Heras

Desde los 7 años, Isaías Alfandari (80) trabaja en esta tradicional arteria. Hoy, desde su quiosco de revistas, recuerda el movimiento que tenía, la llegada del tren y los comercios que ya no están. “Eran otros tiempos. Había menos ruido y más tiempo para

Toda una vida en la avenida Las Heras
Toda una vida en la avenida Las Heras

En la  avenida Las Heras hay un hombre que recorrió su extensión, de sólo  900 metros, desde los 7 años. Hoy tiene 80.

Es, al decir de muchos, un libro abierto con historias, recuerdos y anécdotas de toda una vida, pero principalmente de aquel tiempo cuando el tren marcaba el ritmo de una ciudad y hasta nuestros días, cuando desde su quiosco sigue ofreciendo diarios y revistas, mientras extiende la mano en un cordial saludo y la charla con vecinos y amigos “de toda la vida”.

Pero don Isaías Alfandari (de padre turco) también fue dirigente de la Asociación Mendocina de Box (acompañó hasta el último día al “Cirujano” Ortiz) y es socio vitalicio de Independiente Rivadavia, donde llegó a ponerse los cortos en la 4° división, y también fanático de los “rojos de Avellaneda”.

Hizo toda la primaria en la escuela Daniel Videla Correas y recuerda que el traslado de un edificio a otro se hizo con los propios alumnos llevando los bancos por la vereda. Hoy su hija es la directora de ese establecimiento que el año pasado cumplió 100 años y que volvió a darle un reconocimiento. El primero fue cuando terminó sexto grado sin repetir y ahora por ser un ex alumno.

Los que no están

De la charla con este hombre que nació en Mendoza el 22 de diciembre de 1933 se destacan nombres que sólo están en su memoria, como las paradas de ómnibus, cerca de la estación de trenes, de la CITA, la Tupungato que iba al Valle de Uco o La Primavera que tenía como destino Lavalle.

El Banco de Londres y América del Sur, el bar Atlantic, la zapatería La Llave, el almacén El Cantábrico, Bazar Cuyano, joyería Mario Caso (propiedad de un reconocido cantante de tango), tintorería Trix o las pizzas de Pascual Pena. También la juguetería Don Fulgencio y la Junta Electoral; o la joyería Collar de Perla, la tienda Casa Rodríguez o el cine Centenario.

En la avenida Las Heras, que supo ser de tierra antes del adoquín y el asfalto, se instalaron muchos alvearenses, entre otros los Vallejos (con zapatería), Héctor Daniel Naspi (el "Cholo", uno de los ideólogos del Tranvía Urbano de Compras) con productos regionales o Casa Silva (discos y música) y los López, con Metro Supermercados.

Esa calle, como la porteña Corrientes (“la que nunca duerme”), tuvo un tiempo de estar siempre despierta. Don Isaías recuerda que “el negocio se abría a las 5 y se bajaba la persiana a medianoche o más tarde”.

Y que hace unos 60 años vendía de todo: peines, cigarrillos, golosinas ("los chilenos compraban  los turrones por cajas", asegura hoy). Tenía papel de madera para las encomiendas, de carta y sobres. Perfumes, agua colonia, fijador, vinos, whisky, hilo, peines y cepillos para la ropa. "Es decir de todo", dice. Pero además sobre los estantes (en realidad un banco apoyado sobre la pared) estaban el diario Los Andes, además de La Prensa, La Nación, La Razón -que "iba a buscar todos los días a las 11.30 a la estación, hora en que llegaba desde Buenos Aires 'El Cuyano'".

“Eran otros tiempos. Había menos ruido y más tiempo para conversar. Esta calle era recorrida en toda su extensión por los turistas, principalmente venidos del otro lado de la cordillera”, agrega a la charla.

Si bien el tren (inaugurado en el viaje de Julio Argentino Roca, como presidente en abril de 1885), era por sí solo una especial atracción, también era el medio de comunicación para llegar o viajar a la Capital Federal, por lo que a su alrededor se multiplicaron los hoteles (como el Francia o el Victoria), las fondas, un salón de lustre y algún que otro lugar de encuentro entre ferroviarios y viajeros dentro del bar El Riel.

Los que perduran

Hoy, sin tren, uno de los lugares con más convocatoria de la avenida Las Heras es el Mercado Central con su variedad de comidas, frutas, carnes, pastelitos y pizzas. “Fui y soy amigos de todos. Los conozco desde siempre, aunque muchos se han ido por los alquileres, mientras que otros siguen apostando al día a día”, confiesa Isaías.

Y casi en el medio sigue estando el hotel Balbi, centro de encuentro y reuniones de otros tiempos y donde muchas veces este hombre dejaba los diarios para los viajeros noctámbulos y trasnochados.

Hoy este hombre (casado desde hace casi 58 años con Raquel Muñoz, mendocina de pura cepa, y con tres hijos: María Fernanda, profesora de inglés; Rubén Darío, que lo acompaña en la tarea diaria; y Sara Patricia, docente y directora de la escuela Videla Correas), sigue apostando a los diarios y las revistas, como Gente, Noticias, Pronto y otras que le fueron ganando el espacio que tuvieron  antes Radiolandia, Antena, Patoruzú y los álbumes de El Tíbet, Rayo Rojo, D’Artagnan o El Tony (“que se vendían muchísimo”), entre otros.

Don Isaías ya no se levanta a las 5 ni estira la atención al público hasta la medianoche. Así lo explica: “Por los años, la pierna y principalmente por la inseguridad. Eran otros tiempos que me hacen pensar en la verdad de aquello de que ‘todo tiempo pasado fue mejor’ y que hoy por suerte lo puedo contar”, concluye mirando la calle que casi lo vio nacer y donde sigue estando cada día y cada mañana.

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