Al calor de las llamas anaranjadas y azules que exhala el mechero, don Adán sopla su propio aliento dentro del vidrio fundido para crear una delicada esfera. Este arte, que ahuyenta al narcotráfico de un pueblo mexicano, adorna miles de árboles navideños en Estados Unidos y Canadá.
Esferas perfectas o alargadas en forma de gota, torcidas en espiral y hasta aplanadas con una máquina para hacer tortillas hacen rodar la economía de Tlalpujahua, un pintoresco poblado entre bosques de Michoacán (oeste), en cuyas coloniales calles pululan comercios como "El taller de Santa" o "La casa de la Navidad".
Como don Adán Marín, muchos de los 28.000 habitantes del pueblo se dedican desde hace más de medio siglo a la fabricación de esferas de vidrio soplado, y sorprenden con improbables figuras como flores de nochebuena, muñecos de nieve, ángeles... y hasta pokebolas (pelotas para transportar Pokémon), que se venden por montones en Norteamérica.
Esta simpática actividad contrasta con el clima de violencia que ha marcado durante años a Michoacán, tierra fértil para la producción de drogas y escenario de cruentas disputas entre cárteles como los -ahora desmantelados- Caballeros Templarios, que minaron el paisaje de fosas clandestinas.
"Tlalpujahua es un pueblo mágico, seguro", dice Rafael Berrios, vocero del gobierno local, al explicar que el crimen organizado se ha mantenido al margen gracias a "un operativo de seguridad muy hermético" y a la próspera industria de las esferas.
"Para nada ha habido extorsiones o secuestros (...) Aquí la gente en su mayoría está trabajando en sus talleres", asegura.
Cuando se les pregunta a los artesanos de Tlalpujahua si los narcotraficantes vienen a molestarlos, se ponen nerviosos y responden que "no" a señas, agitando la cabeza o persignándose.
Las figuras de vidrio soplado que habitan las boutiques de Tlalpujahua tienen forma de renos sonrientes, bellotas brillantes, pájaros emplumados, estrellas y pastelillos. También están los peces Nemo y Doris, los Minions y hasta varios equipos futbolísticos.
El pueblo "es algo fuera de lo común para estar ubicado en Michoacán", estima Luis Antonio Zimbrón, un profesor de 43 años que, en busca de las esferas rojas, se trasladó desde el vecino estado de México.
"Tuve la oportunidad de conocer un lugar en Alemania", y este no tiene nada que envidiarle, comentó, al describir "la decoración, la música, la magia" que animan el ambiente navideño.
Pero esa "magia" no es la misma para quienes están del otro lado del aparador, asegura Verónica Pompa, que a sus 56 años y más de 40 en el mundo del vidrio soplado, es la encargada de producción de Fimave, la única fábrica de esferas en serie de Tlalpujahua.
"Nosotros no tenemos (modelos de esferas) favoritos, como todo el año estamos en Navidad ... Ya casi no queremos la Navidad", dice sonriente la encargada de esta empresa que, de marzo a septiembre, trabaja a todo vapor exclusivamente para el mercado estadounidense.
"Estamos todo el año viendo los modelos (...) ¡ya hasta soñamos las esferas!", dice Gaspar Velarde -colega desde hace 25 años de Pompa-, mientras lava las pelotas de vidrio.
Los empleados trabajan entre fuertes olores de laca, pintura y ácido que, junto con el nitrato de plata, dan brillo a las esferas.
Los "sopladores" llegan a producir diariamente hasta 2.000 esferas pequeñas, mientras los decoradores trabajan en una fría cabaña de ladrillos donde la música está prohibida.
La tradición de las esferas empezó en Tlalpujahua en los años 60 con la gran fábrica "Adornos Navideños". Aunque no prosperó, muchos aprendieron el oficio de "soplar" el vidrio y fundaron sus propios talleres. Actualmente existen más de 200.
Don Adán llegó a aquella fábrica a los 15 años y ahora, a sus 70, mantiene el taller que fundó y heredó a sus hijos y nietos.
"No sé hacer otra cosa", dice este anciano al fundir un trozo de vidrio para convertirlo en flor, mientras las gotas de sudor le escurren por el rostro.
El año pasado, el negocio de las esferas generó unos 1.000 empleos en Tlalpujahua y dejó una derrama económica de cerca de 3,4 millones de dólares con la producción de unos 20 millones de esferas, según cifras del gobierno local.
Este año, se espera un incremento en los ingresos de casi 40%, pero también nació el temor de que sea la última temporada de bonanza.
El presidente electo de Estados Unidos Donald Trump prometió una política económica proteccionista con impuestos arancelarios de hasta 35% para México.
Esta amenaza trajo "una preocupación muy grande" para los artesanos que ya de por sí luchan contra las mercancías chinas, dice Berrios, al augurar un efecto "devastador" si los aranceles se hacen efectivos.
Pero Don Adán, que logra modelar caballos a todo galope, solo piensa en "seguir soplando". Hasta el último aliento.