El dolor no es el mismo. O al menos la intensidad con la que se sufrió fue distinta. También es cierto que el desarrollo del encuentro no fue parecido ni por asomo a aquél de Comodoro Rivadavia. En Gualeguaychú, Gimnasia y Esgrima jamás entusiasmó y su segundo tiempo fue ni más ni menos que decepcionante. Ése es el calificativo que mejor le sienta. La desilusión no fue tan desgarradora como ante la CAI. En esta oportunidad ya hay reproches para formular.
El equipo defendió muy mal la pelota parada (los anticiparon en dos oportunidades a los defensores del “Lobo” en el gol de Sánchez, y antes Weissen ya le había sacado provecho a las comodidades que ofrecía la última línea visitante con un cabezazo que Alasia había contenido de manera brillante).
Tampoco sabe hacer daño por esta vía. Con el 0-2 abajo, dispuso de terreno y pelota durante toda la segunda etapa para lacerar a un “Decano” que veía cómo se consumían los minutos y la visita se hundía en su propia impericia. Por abajo era lodo (había llovido mucho durante la jornada del martes) y por arriba hacía agua. El “Lobo” era todo voluntad y se empantanaba con la pelota en los pies. Marchesini y Wernly se sacaban chichones despejando los intentos de conexión aérea con Delorte y por afuera Clavijo y mucho menos Garín insinuaban siquiera una situación de riesgo. Era Marclay contra todos.
El “Pájaro”, junto con Alasia y Garipe, fue el único que salvó la ropa. Corrió todas, le hicieron un claro penal no sancionado por el árbitro y ganó cada vez que se lo propuso. Pero siempre que levantaba la cabeza, el único receptor dentro del área era Delorte. Cuando se suponía que la jerarquía individual de los hombres del once mendocino debía estar por sobre la media, fallaron.
Nunca apareció la experiencia de los más grandes ni la rebeldía de los juveniles para intentar dar vuelta una historia que se definió muy rápido. Si alguien dijera que sobraron 45 minutos, nadie podría discutirlo porque los del Parque nunca entendieron que había que intentar la heroica, había que despertar del letargo y así sucumbió ante un rival que hizo lo suyo en los últimos minutos de la primera parte y luego se sentó a descansar, mientras admiraba su obra.
Ni los cambios ordenados por el “Toti”, en el inicio mismo de la segunda mitad hicieron ruido en la intimidad visitante. No hubo reacción. Tampoco ideas. Justo cuando no debía faltar, el coraje y la convicción se hicieron extrañar.
Gimnasia fue sumamente previsible y cayó sin atenuantes. Con empuje y sin fútbol, con entrega y sin una idea de juego, el Lobo ya había sido herido de muerte en Comodoro Rivadavia. En Gualeguaychú, sólo le dieron el tiro de gracia.