Tirando los viejos por la ventana

Tirando los viejos por la ventana
Tirando los viejos por la ventana

Por Carlos S. La Rosa - clarosa@losandes.com.ar

"No se hace trasvasamiento generacional tirando todos los días un viejo por la ventana". Juan Domingo Perón

Tanto Perón en los 40, como Menem en los 90 y los Kirchner en los 2000 iniciaron sus gobiernos con Cortes Supremas de Justicia nuevas, con casi todos sus miembros cambiados por el flamante poder político. Sin embargo, hay una diferencia esencial entre esos procesos: Perón y Menem lo que hicieron fue constituir, desde sus inicios, Cortes adictas, pobladas de obedientes que nunca pondrían un límite al nuevo gobierno.

Mientras, Néstor Kirchner eliminó una Corte mancillada por su obsecuencia al Poder Ejecutivo anterior, por una proba e independiente. Fue un salto de calidad extraordinario, más valioso aún porque el mentor de Kirchner, Eduardo Duhalde, era otro peronista que consideraba a los jueces supremos como parte inseparable del proyecto nacional, o sea serviciales al poder.

Se trató de un verdadero acto de coraje nestorista o una fe profunda en el proyecto que estaba por encarnar ya que sólo así se puede entender que alguien con tendencia a la hegemonía como desde siempre lo fue Néstor, no tuviera miedo en enfrentar una cabeza de poder contramayoritario, partiendo de la base que en su provincia, en tanto gobernador, fue un patrón de estancia que persiguió a funcionarios judiciales hasta expulsarlos de Santa Cruz y logró una Corte miserablemente obediente que le permitió la reelección indefinida o el uso indiscriminado de los multimillonarios fondos de las regalías, que -ahora se sabe- fueron usados para construir poder político nacional, o sea para su exclusivo uso personal.

Lo único que Kirchner intentó -y logró- fue que los nuevos miembros de la nueva Corte fueran escogidos entre distintas variantes del pensamiento progresista, excluyendo a los de ideas conservadoras. Pero eso también habla de la confianza honesta en su proyecto político: quería gente con ideas parecidas a las suyas pero no cómplices; creía que con pensar más o menos parecido, los jueces podrían tener toda la independencia que les otorga la Constitución cuando al dividir el poder del pueblo, en tres ramas, lo que busca es que todos se controlen entre sí.

Examinado desde doce años ha, el experimento fue tan exitoso en cuanto a la independencia de la Corte, que el mismo gobierno que la diera a luz está desesperado por exterminarla. Salvo que a diferencia de Menem o Perón, los Kirchner no quieren acabar con Cortes ajenas sino con su propia criatura. Del más alto honor con que empezaron en este tema, cayeron en la más baja deshonra. Y todo lo que positivamente significó este salto enorme en calidad democrática hoy cae humillado por el suelo: el poder no acepta contrapoderes. Nunca.

Escribo estas breves palabras rodeado de varios de los libros escritos por Carlos S. Fayt acerca de la “Historia del pensamiento político”.

Se trata de diez tomos con lo que casi todos los que estudiamos ciencias sociales aprendimos a conocer las relaciones entre saber y poder y entre ética y política a lo largo de todas las épocas desde Grecia hasta el presente. Los cuatro últimos tomos, como indicando las orientaciones conceptuales del eminente académico, se llaman: “El Estado liberal moderno”, “La democracia”, “El socialismo” y “El Estado social contemporáneo”.

Enseñando como profesor todos esos sistemas y poniendo en práctica sus mejores expresiones en tanto jurista, Fayt llegó a donde llegó designado por Raul Alfonsín y, a partir de allí, sin la menor mácula que pudiera poner en duda su objetividad durante todos los gobiernos que pasaron.

Sin embargo, ahora el gobierno actual, convencido de sus propias inmoralidades, ni siquiera puede permitir que un hombre de 97 años decidido a morir por y con sus ideales, siga en su cargo con la dignidad de siempre. En poco más de una semana lo ha tratado de viejo (como si ello fuera un insulto), de senil, de loco, de chocho y se ha burlado de tan ilustre argentino de todos los modos posibles, porque necesita imperiosamente ese cargo para intentar dejar una nueva Corte que le garantice impunidad, o que al menos no esté en posibilidades de investigar toda la corrupción que generó.

Es tanta la importancia que le ha dado a la destrucción de un hombre casi centenario, que convocó a sus mejores plumíferos para purgar al juez con la misma difamación que se practicaba en los peores totalitarismos. Allí revistan un ex-juex ex-compañero del ahora acusado, la pluma más versátil del periodismo adicto y el jefe de gabinete que se considera heredero de Arturo Jauretche, sin imaginarse la cantidad de platos de sopa que aún necesita tomar para poder aspirar a ser apenas un piojo inserto en la vestimenta del gran pensador nacional y popular de los viejos tiempos.

Así, todos juntos, auxiliados por el resto, demuestran lo canallesco de la operación precisamente por la desproporción de las fuerzas puestas en juego: un hombre de 97 años con las solas armas de su sapiencia y su dignidad contra todo el poder político más grande que se ha construido en la Argentina en democracia. Una desmesura por donde se lo mire, que seguramente así quedará registrada en la historia. Como un David contra 100 Goliaths.

Néstor Kirchner construyó su poder político comprando todo lo que pudo comprar, convencido que a larga compraría todo y entonces no habría nadie que le pudiera hacer frente jamás. Fue el mejor discípulo del apotegma de que todo hombre tiene su precio y esa decisión suprema la explicó políticamente aún en el más indefendible de los casos.

Tanto es así que otro periodista adicto de las primeras líneas se atreve a postular que Boudou hizo lo que hizo con Ciccone no por corrupto sino para que la empresa no quedara en manos de Duhalde. De ese modo, si en el traspaso accionario se cometió alguna corrupción, ella se perdona por la grandeza del fin político.

Cristina Fernández no fue muy proclive de seguir al extremo el mismo método que su marido, pero sí decidió tapar sus viejas trapisondas con todas las armas que tuviera en mano: destruir a la Corte creada por ellos se enmarca claramente en ese objetivo.

Además también debe defenderse de sus propias indefensiones, como el pacto con Irán, que quizá no haya sido hecho por corrupción económica pero seguramente sí por perversión ideológica, tan artera que está en discusión -y lo estará por mucho tiempo- si merece o no ser judiciable.

En síntesis, durante la semana que pasó se vio con brutal crudeza cómo el intento de tapar lo que no se puede mostrar es tan cobarde, que ha decidido emplear todos sus cañones para hacer volar por los aires a un pequeño gran hombre que simplemente ha decidido morir como siempre vivió.

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