Por Leo Rearte - lrearte@losandes.com.ar
A no demasiada gente le pareció estúpido que una tal Karelis Hernández (¡Karelis!) dijera ser directora de Whatsapp, y que usara un mensajito de esa red para informar a todos "sus" usuarios que solo le quedaban 530 cuentas disponibles para nuevos teléfonos. Supuestamente, a la empresa de mensajería más grande del mundo se le había llenado el disco rígido (como a vos se te llena el celular por culpa de los... ¡videítos de WhatsApp!) y, por lo tanto, se iban a quedar con las ganas todos aquellos que aspirasen a hacer eso que tanto gusta: ¡llenar las memorias de los telefonitos con más y más videos de WhatsApp!
"Necesitamos que nuestros usuarios activos -escribía Karelis- reenvíen este mensaje a cada una de las personas de su lista de contactos a fin de confirmar nuestros usuarios activos que utilizan WhatsApp, si usted no envía este mensaje a todos sus contactos de WhatsApp, entonces su cuenta permanecerá inactiva con la consecuencia de perder todos sus contactos". Para más inri, acompañaba el texto un audio con la misma información. Esta fue una de las cadenas de WhatsApp más exitosas del continente, y una, volviendo al principio de esta columna, de las más estúpidas de la historia.
¿Qué provoca que cientos de miles de personas compartan esta porquería? ¿Qué nos lleva a reenviar de inmediato algo sin siquiera terminar de leer la información o reflexionar acerca de su veracidad? Las consecuencias pueden ser dramáticas. En Tucumán, el año pasado, se viralizó una cadena que alertaba sobre extraños en una traffic blanca que secuestraban a chicos en las escuelas. Cinco hombres, de entre 20 y 34 años, venían de trabajar de una obra en construcción, en una traffic blanca, cuando se toparon con un piquete de 200 personas enardecidas y movilizadas por dicha cadena. Los confundieron con los apropiadores inventados en ese mensajito, y fueron golpeados por la turba, a palo y piedra. Debieron abandonar el lugar escoltados por una camioneta de la Policía, que los llevó hasta la comisaría. Alguien filmó la patética escena, video que fue carne de otra cadena que alertaba sobre la necesidad de dejar de atender las cadenas de WhatsApp. (Vale la pena aclarar que más allá de la leyenda urbana de las camionetas blancas en las plazas y en los colegios, un mito en casi todas las ciudades del planeta, la trata de personas es una realidad, y han existido denuncias firmes en Mendoza la semana pasada). Por eso es una pena que existan tantas cadenas falsas; ya que hace desestimar las reales. Es necesario discernir entre las cadenas mentirosas y las denuncias reales, respaldadas con presentaciones en la justicia. Tomarse un tiempito antes de darle al "reenviar").
Con total incredulidad hay que tomar el más reciente de los bolazos que se ha viralizado a través del servicio de mensajería que actualmente es propiedad de Facebook. En la cadena de "guasap" se muestra la foto de un señor que bien podría castinear para la serie Narcos de Netflix. La inscripción solo puede inspirar pánico al que lee: "Se escapó de la cárcel de Mendoza. Él es un delincuente muy peligroso que anda pidiendo comida en las casas con otros cinco tipos. Son muy sanguinarios, tengan cuidado". Esto se replicó cientos de veces en San Juan y en nuestra provincia esta semana.
Pero anteriormente, sucedió lo propio en México y en Brasil. Por cierto, el señor es un convicto brasileño que está tras las rejas, quizá sin saber que es protagonista de un viral en redes sociales que llegó a los diarios y a los informes televisivos.
Más allá de la psicosis que puedan generar estas cadenas, me quedo pensando en aquella gente que tuvo que ir, como tantas otras veces, casa por casa pidiendo comida, porque no tiene otra, y notó, en los últimos días, cómo la gente le cerraba la puerta en la cara con más asiduidad de la normal, falsamente alertada por una miserable cadena de WhatsApp.
Los especialistas dirán que existen varios tipos de viralizaciones perniciosas. Las "hoax", que serían aquellas hechas como bromas, para crear confusión y con el único objetivo de divertirse un rato (ya saben lo que opinaba sobre la diversidad de gustos aquella señora que se sentó en el hormiguero); las tipo "scam", que intentan que el usuario se descargue algo o acceda a un link determinado, con la intención de infectar los sistemas operativos con virus (son las menos, pero las hay); o directamente buscan robar identidad o subscribir a incautos a diferentes servicios. Y, agrego, también están los de tipo político, que buscan desestabilizar o generar hijaputeces como estas, por ejemplo, de criminalizar a la gente que pide comida, haciéndoles un poquito más dura la vida.
Como verá, sobran los motivos para pasar de largo de cualquier tipo de mensajes seriales de WhatsApp, de mail o de correo postal (que los hubo). Me quedo con dos razones para "tirar la cadena" ni bien se la ve: intentar no ser tonto; e intentar no ser cómplice.