Algunos expertos recomiendan a los principiantes que imaginen que llegan a un nuevo mundo y quieren descubrirlo. Para ello hay que estar atento al entorno: al contenido, la organización y las relaciones humanas.
El primer día uno debería llegar puntual y en lo posible estar un poco arreglado de más que de menos, sobre todo porque la primera impresión es luego difícil de corregir.
Para ser integrado lo más rápido posible en la empresa hay que tratar de relacionarse con los compañeros, empezando por recordar sus nombres y saludarlos amablemente. De esta forma se transmite cierta apertura e interés y esto a su vez propicia la charla. Además, charlando se sabrá mejor qué es lo que sabe hacer cada uno, y eventualmente se sabrá a quién recurrir cuando se necesita algo.
Una vez que se encomiendan al pasante las primeras tareas, hay que emprenderlas con empeño, por pequeñas e insignificantes que parezcan. Si se las hace bien, lo más probable es que luego se vayan asumiendo tareas más complejas. Pero primero hay que crear cierta confianza.
Muchos becarios se quejan de que los hacen trabajar horas de más, no los forman o les encomiendan tareas que son muy inferiores a su formación. No es así como deberían ser las cosas. Pero antes de hablar, hay que tener una cosa en claro: ¿el problema atañe a una sola persona o uno se siente incómodo en general con la pasantía? En esos casos, se puede pedir un consejo a una persona de confianza, idealmente de fuera de la empresa. Esta opinión externa puede ayudar a darse cuenta si es uno el que debe adaptarse o algo anda mal.
Por lo demás, para las pasantías vale un consejo aplicable a todos los órdenes de la vida: ser curioso. Al principio, está permitido hacer muchas preguntas. Los colegas saben que uno no puede saber muchas de las cosas y las preguntas no caen mal. Por el contrario: las preguntas también demuestran que hay interés.