A la tierra de Juan Valdés

El aroma de café guía por circuitos rurales y tradiciones poblanas declaradas Patrimonio Mundial.

A la tierra de Juan Valdés

La zona cafetera que comprende los departamentos de Quindío, Risaralda, Caldas y Valle del Cauca en Colombia, es Patrimonio Mundial desde 2011. El área en cuestión es parte de la oferta turística desde hace tiempo. Tal galardón la potencia internacionalmente con mucha más fuerza.

La mención es para el Paisaje Cultural y en este punto bien vale explicar de qué se trata. Concretamente es una parte del territorio que toma determinadas características como resultado de la acción humana y su influencia sobre los factores naturales. Es más, lo que allí se ha desarrollado es un ejemplo de cómo los lugareños se han adaptado a las condiciones geográficas para desarrollar la caficultura de ladera y montaña.

En un entorno agreste y aislado, el trabajo colectivo de varias generaciones ha permitido el desarrollo de esa producción basada en la pequeña propiedad y en un modelo sostenible tanto económica, social como ambientalmente. El resultado es conocido por todos: los granos que tras ser molidos regalan tazas humeantes de aromas y sabores intensos, tan colombianos como siempre, tan universales de un tiempo a esta parte. Sin jactancias dicen que allí se cosecha el mejor café suave del mundo.

En un vistazo

Turismo rural es la propuesta de la zona. Entonces, todas las actividades giran en torno a la producción. No obstante, tienen un valor agregado: el amor. Puede sonar cursi, pero los colombianos aseguran que el pueblo cafetero pone amor, dedicación y esmero a todos los aspectos de la vida. Es más, “para preparar la perfecta taza de café hay que saber vivir”, insisten.

En los recorridos que encaran los viajeros descubren que los granos se cosechan a mano. De esta manera, en las haciendas cafeteras se eligen los frutos que están maduros. Es por eso que se comenta que el café colombiano tiene el sabor de su gente. Tan claro tienen que la labor de los lugareños es lo que marca la diferencia que, hace años, idearon a Juan Valdés.

Éste es un personaje publicitario que representa a los más de 500.000 cafetaleros de la zona. Vive en el corazón de los Andes y junto con su mula Juanita ostentan las tradiciones locales al mundo. Juan es como tantos de sus coterráneos: trabaja en su finca, tiene una familia y es responsable y solidario. Vale agregar que la Federación de Cafeteros también abrió con ese nombre una franquicia de tiendas de café.

En Caldas, Quindío y Risaralda las fincas ofrecen alojamiento y entre las alternativas seducen con  caminatas por cafetales -muchas veces guiadas por los trabajadores- y salidas en bici o a caballo por los pueblos de sus inmediaciones.

El

Parque temático del Café

, en Quindío, es otro de los imperdibles. Allí, además de conocer la cultura se pude pasar una muy buena jornada aprovechando el Tren del Café, el Museo del Café, el Barco del Café, entre otras muchísimas atracciones como montañas rusas y espectáculos. Pases desde $ 22.000

Por su parte Penaca -en Quimabaya-, es otro parque de entretenimientos sobre la producción emblemática. Allí se puede ver en profundidad el paisaje quinidano además de aprovechar senderos ecológicos, telesillas y puestas en escena. Para recorrerlo completo hay que disponer de unas 8 horas y la entrada cuesta $ 49.000.

Caminatas ecológicas, campos del golf y propuestas de aventura completan el menú de actividades en el aromático eje.

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