Amy Krouse Rosenthal, que padece un cáncer terminal, conmovió el domingo a los lectores del diario The New York Times con un artículo que tiene como objetivo encontrar otra esposa, una vez que ella muera, para su esposo.
“Es fácil enamorarse de él; a mí me llevó un día”, confiesa en la pieza titulada “Deberías casarte con mi esposo”.
Amy tiene 51 años y en la carta saca a relucir su pluma, la misma que utilizó para escribir más de 30 libros infantiles y unas memorias. Rosenthal fue también guionista y colaboradora en medios como el Times. En este artículo preparó un homenaje cargado de ternura hacia el hombre con el que ha compartido 26 años y criado tres hijos, sin que, como subraya, faltaran “pequeñas peleas”.
“He estado casada con el hombre más maravilloso durante 26 años. Planeaba que fueran al menos 26 años más”, lamenta.
Él responde por Jason Brian Rosenthal, abogado y un ensueño de compañero de aventuras.
Lo describe al estilo de las agencias o webs matrimoniales. De 1,78 metro, 72 kilos, ojos color avellana y cabello entrecano:
“¿Ya mencioné que es increíblemente guapo? Voy a extrañar ver su cara”, remarca.
Sus hijos adultos -Justin y Miles- le piden su ropa prestada porque les resulta atractiva. A su hija menor, Paris -de 19 y en la universidad-, le encanta que la acompañe a los conciertos. Viajero ideal, es un gran compañero en el hogar; le gusta ir al supermercado y cocinar.
“Es el tipo de hombre que llega a la primera ecografía del primer embarazo con un ramo de flores”, explica. O que prepara los desayunos festivos.
Sobre la forma en que se conocieron, cuenta que todo empezó con una cita a ciegas. Y que el tío John, el mejor amigo de su padre desde la infancia, los conocía a ella y a él siendo ambos niños, aunque por separado, sin conexiones. Nunca se habían cruzado. Amy, residente en Chicago, decidió asistir a una universidad de la costa este del país y luego obtuvo su primer trabajo al otro lado, en California.
Al regresar a Chicago, el tío John organizó un encuentro. Estaba convencido de que Jason y Amy estaban hechos el uno para el otro. Sucedió en 1989 y habían cumplido los 24.
“Tenía exactamente cero expectativas de que la cita sería provechosa. Pero al llamar a la puerta de mi casa, pensé: ‘Oh, no, esta persona es muy interesante’”. Reconoce que cuando terminó la cena “me quería casar con él. A Jason le llevó un año”.
La vida transcurría como en un cuento hasta que el 5 de setiembre de 2015 acudieron a emergencias. Ella sentía un dolor raro. El 6 volvían a casa con el diagnóstico. No era una apendicitis, como creían: cáncer de ovarios.
“Adoptamos entonces el plan alterno, que apodamos ‘ser’, para vivir el presente”, añade. Ahora busca un futuro para su marido.
“Terminé de escribir esto en el día de San Valentín, y el regalo más genuino (que no sea un jarrón miniatura) que puedo esperar darle es que la persona apropiada lea esto, busque a Jason y empiece otra historia de amor”.