uega al tenis desde los 5 años y ha sorprendido con su destreza natural para desenvolverse dentro de una cancha. Compite a nivel nacional representando a Mendoza y se imagina en el futuro jugando Roland Garros.
A los 3 años, Ignacio se asombró al ver cómo una pelota amarilla viajaba desde un rincón al otro de una cancha con polvo rojizo. Había visto por primera vez un partido de tenis y la imagen quedó grabada en su memoria. Desde ese momento ser protagonista de ese juego fue su sueño más tenaz.
Ignacio Barrera (o Nachito) tiene 10 años y proviene de una familia humilde. Su padre, Néstor Barrera, trabaja en una panadería y su madre, Paola Muñoz, es parte del servicio de limpieza y recepción del Club Banco Nación, lugar donde Ignacio pasa sus días unido a una raqueta que dentro de la cancha se asemeja a una extensión natural de su brazo derecho.
Todo comenzó cuando se cruzaba desde el barrio Los Ranqueles, que es lindante con el club, para ver jugar a grandes y chicos a ese deporte llamado tenis que lo fascinaba, pero que estaba muy alejado de la cotidianidad de su barrio, donde reina el deporte más popular de la Argentina: el fútbol.
“Fue un amigo de mi papá, el ‘Turco’ Amid, el que me invitó y me enseñó a jugar. Primero al paddle en el frontón y luego al tenis. Después con el profe Fernán Aguirre comencé a practicar tenis en las canchas de polvo de ladrillo del club cuando tenía 5 años”, recuerda Nachito.
Desde entonces, la joven promesa del tenis alvearense se entrena entre 1 y 2 horas diarias en la Escuela de Tenis local. Su profe actual es Gabriel Casado, a quien Ignacio define como un entrenador “muy exigente pero que ayuda a mejorar el juego. He aprendido mucho. He mejorado el revés aunque me falta desarrollar el drive”, afirma dando cuenta de su conocimiento del deporte que tanto le apasiona.
Gabriel Casado da un pantallazo del calendario apretado que le depara al jugador alvearense en los próximos días: “Nacho actualmente está número 2 en el ránking provincial. Está participando en los torneos G3 (Torneo Nacional Grado 3). En agosto representará a Mendoza y en setiembre irá a Buenos Aires en busca de recuperar el primer puesto en el ránking”.
“La liga del sur la ha ganado varias veces, entonces para que él no se quede estancado lo estamos poniendo a competir con chicos de 14 y 15 años para que se adapte al nivel de los más grandes. Nacho tiene condiciones para seguir creciendo a nivel nacional. Hay que esperar el momento clave que es a los 15 años, cuando suele darse un estancamiento”, aclara Gabriel, reconociendo las facultades naturales que Ignacio trae consigo para pasar de ser promesa a una realidad, pero también sabiendo que en esto hay que tener paciencia.
El jugador preferido de Nachito es el serbio Novak Djokovic, número uno del mundo y flamante campeón de Wimbledon, aunque aclara que de Argentina el tenista que más le gusta es Juan Martín Del Potro. “Sueño con jugar Roland Garros y también Wimbledon”, dice mirando hacia arriba como quien vislumbra un deseo hecho realidad.
Néstor Cáceres es el propietario de Trozaderos Los Olivos y gracias a la articulación con un programa desarrollado por la Dirección de Deportes local se transformó en el patrocinador de Nacho. “Todos los meses Néstor nos aporta un dinero para poder solventar gastos de viajes. Le pedimos permiso para comprarme unas zapatillas porque tengo un solo par con el que juego al tenis, al fútbol y voy a la escuela”, cuenta Ignacio con humildad.
“Esperemos que siga esforzándose y entrenándose como hasta ahora. Es muy difícil llegar desde General Alvear a un nivel de excelencia, sobre todo por los altos costos en las competencias. Yo diría que las posibilidades económicas representan el 99% de la carrera de un tenista”, aclara su entrenador, Gabriel Casado.
Día a día Ignacio Barrera desenfunda su raqueta en busca de un sueño. El camino se hace más llevadero cuando lo disfruta con sus compañeros de entrenamiento: Tomás Montanari, Manuel Torres, Tomás Cucherini y Enzo Navarro. Quien recorra el club Banco Nación verá a Nachito deslizándose incansablemente por la cancha de ladrillo en busca de su futuro.