Una de las crisis económicas más importantes se remonta al gobierno de Francisco S. Álvarez, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Este gobernador asumió en marzo de 1914 y recibió en rojo las cuentas de la hacienda de la provincia.
El entonces ministro de esa cartera, Salvador B. Reta, intentó buscar una solución al problema, pero otro acontecimiento agravó aún más esta situación cuando, en agosto de ese año, se produjo la gran contienda europea que luego se transformó en la Primera Guerra Mundial.
La guerra de los argentinos
Al inicio de los enfrentamientos europeos, la economía de nuestro país se fue desarticulando progresivamente.
Los productos como los granos fueron los principales perjudicados, ya que eran exportados al continente europeo. Esto originó, en poco tiempo, un gran aumento de la desocupación.
Además, las dificultades del sector externo provocaron cambios importantes en el ordenamiento monetario y financiero del país. Se produjo la fuga de capitales y las empresas comenzaron a cerrar sus establecimientos por quiebra. Esto originó una drástica reducción de la actividad económica, que obligó al gobierno del presidente Victorino de la Plaza a promover un conjunto de leyes de emergencia.
En 1916, asumió el gobierno Hipólito Yrigoyen, quien fue elegido por primera vez en nuestro país por voto secreto, universal y obligatorio.
El flamante presidente tuvo que afrontar una depresión económica que fue iniciada en 1913, cuando fueron interrumpidas las inversiones extranjeras en Argentina primero por la crisis que se desató en Europa, debido a la guerra de los Balcanes, y luego por la profundización de la contienda mundial.
El valor de las tierras bajó y se produjo una seria escasez de capacidad de embarque. La balanza de pagos sólo pudo mantenerse equilibrada merced a una cuantiosa reducción de las importaciones.
Se produjo una gran la inflación, que trajo como consecuencia el aumento de precios principalmente de los productos básicos.
La crisis se extendió a lo social y se produjeron despidos en masa, atrasos en los sueldos de los empleados públicos, huelgas y ollas populares.
Nuestro país comenzaría a recuperarse a partir de 1918.
Un pancho con hambre
Todos estos acontecimientos habían dejado a nuestra provincia sumida en una gran crisis económica y financiera. A los empleados públicos se les adeudaban los sueldos y también los maestros estaban en la misma situación. Cientos de personas quedaron cesantes de sus trabajos al cerrar muchos establecimientos, principalmente bodegueros. Incluso, los productores de uvas dejaban pudrir las cepas y las bodegas tiraban el vino por las acequias.
La moneda escaseaba y el gobierno tuvo que emitir bonos para salir al paso de esta profunda depresión. Muchas familias trabajadoras se refugiaron en varios conventillos que existían el la cuarta y en la sexta sección de Capital. La pobreza era tal que los chicos andaban en bandas por las calles, pidiendo o tratando de robar algo para comer. Otros, en cambio, acudían a las sociedades como la francesa o italiana que ofrecían a cientos de indigentes un plato de comida a través de las ollas populares que se instalaban en las esquinas de estos edificios.
Allí, hombres, mujeres y niños desfilaban con sus tachos o platos. En esta crisis, por supuesto, los especuladores sacaron grandes ventajas, acaparando mercadería para luego venderla a mayor precio o cobrando bonos a los asalariados a mitad de su valor.
Todos los días, los almacenes y demás establecimientos de comestibles remarcaban sus precios y escaseaban muchos alimentos básicos y otros de manufactura importada, que dejaron de estar en el mercado por la guerra.
Irritada, parte de la población comenzó a molestarse con el entonces gobernador Francisco Álvarez a quien llamaron “Pancho hambre”. El mandatario mendocino tuvo que enfrentar una de las revueltas más sangrientas, que se produjo el 25 de setiembre de 1917, donde se reprimió con energía a miles de manifestantes.
Este hecho desencadenó la renuncia, días después, del gobernador y la intervención de la provincia por el gobierno nacional.