Tiempo de campañas

El columnista sostiene que hay dos sociedades posibles: una dividida entre el PRO y el cristinismo; la otra, separa a democráticos de los autoritarios.

Tiempo de campañas

Por Julio Bárbaro - Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional. Especial para  Los Andes

El día de la patria se lanzaron casi todos, será como expresión de ese amor no correspondido. Hubo un acto importante de Sergio Massa con Margarita Stolbizer  del cual participé, para mi gusto fue digno, desde ya uno siempre pondera aquello que apoya. Pero también me agradó lo de Martín Lousteau con los radicales, fue un buen acto con un digno discurso. Y el cierre valió la pena con ganas, estuvo a cargo de la señora Cristina imitando una entrevista con cuatro dependientes, una maravilla, amores pagos, o lealtades firmes, lo mismo vale para el caso, no hubo una sola pregunta de periodista, una que intentara interrogar con algo de sutileza, con algo de curiosidad en serio, de esa que los oficialistas no utilizan ni conocen. Su autoridad era notoria frente a sus subordinados, el periodismo requiere de igualdad, de eso aquí no había nada.

Los radicales como necesitando tomar distancia de un gobierno del que forman parte pero no se sienten respetados. Culpas repartidas, yo nunca lo quise a "Coty" Nosiglia, cuando una fuerza pública utiliza en demasía la gestión privada, se va convirtiendo en un lobby, y pierde peso político. Al peronismo le paso y bastante, es el mal de la época, es el resultado del poder de los negocios sobre las ideas, es el debilitamiento de la política como propuesta. Y el radicalismo siente, y con razón, que "Lilita" Carrio es más importante que ellos. Tiene más fuerza y vigencia, expresa ideas claras y no se ocupa demasiado del reparto de cargos. Y el gobierno, raro esto de que se les debilite una relación siendo poder, lo normal es que las necesidades acerquen  a los aliados, salvo cuando el gobierno carece de generosidad.

Pero hasta ahora la idea la impone el oscuro personaje de Durán Barba, y el PRO queda más cercano a un objeto de mercado que a una fuerza política, y eso a veces debilita. Asombra que Federico Pinedo,  Ernesto Sanz y Miguel Ángel Pichetto participen de un debate que la misma Gabriela Michetti en ejercicio de la Presidencia escucha atentamente en el salón Azul del Senado, y que el grotesco Durán Barba se ocupe en devaluar dicho evento diciendo las imbecilidades que suelen acompañar sus discursos. La política devaluada por un simple y mediocre asesor de imagen, una versión rentada ocupando el lugar que ayer supo imponer el pensamiento de Ernesto Laclau. Si aquello era la grieta, esto no da ni para una simple rajadura. Como dicen en el campo, "la culpa no es del chancho sino del que le da de comer".

Y Marcos Peña que en muchas cosas acierta, termina diciendo dos lugares comunes de esos que no expresan nada de puro gastado, "somos lo nuevo" y "los demás son todos lo mismo". La pucha que el muchacho había sido original y creativo. Nada más viejo que decir somos lo nuevo. Y Lilita los tiene a las apuradas, dice lo que piensa y que a veces coincide con lo que pensamos todos. Otras exagera, pero en su relación con el Presidente hasta ahora la lleva con coherencia, más de la que nadie hubiera esperado. Y pone límites que debiera ponerse el mismo gobierno.

Renunció la canciller, un caso difícil de aceptar. Uno no imagina como llegó a ese lugar. Personalmente la cuestione desde el primer día,  su elección no tiene explicación. Recuerdo haber hablado con un embajador que convivió con ella en su cargo, me insistía que ocupaba solo una tarea administrativa, que no podía entender su nombramiento. Hay una carrera para el servicio exterior que es quizás la única que selecciona profesionales y los elije con verdadera exigencia, es difícil ingresar, y justo en ese lugar donde tenemos gente formada nombran a alguien que viene del mundo de los negocios. Absurdo, o peor aún, deben imaginar que los negocios son el espacio superior del talento humano, terminaremos imponiendo gerentes en las cátedras de filosofía. Y los gastos para intentar un cargo que no tenía ninguna posibilidad de alcanzar. Hasta con Venezuela nos hicimos los distraídos un rato para ver si la votaban.

Lo de Durán Barba asusta, es un cuestionador de las instituciones, y el gobierno lo escucha, y el Parlamento pierde importancia por consejo de este mediocre aburrido. Si algo podemos exportar son provocadores mediocres, importar uno es exceso de libertad de mercado, parecido a importar carne vacuna. El Parlamento asombró por su apoyo al gobierno, nadie esperaba ese espacio de debate y convivencia, ese debilitamiento del sectarismo cristinista. Y el gobierno lo dejó de lado, sin darse cuenta que el debate político lo podía ayudar a pasar el mal trago que resulta de su hasta ahora fracaso económico. Pareciera que todavía tienen esperanza en un sistema que para muchos carece de rumbo y de la más remota posibilidad de éxito.

La estrategia de polarizar con Cristina hace agua, si el gobierno no logra mejorar la economía perderá votos, y esos votos difícilmente vayan al kirchnerismo, en consecuencia el esquema se derrumba y terminamos en tres tercios, y ser débil, soberbio y agresivo no lo arreglan los asesores de imagen, necesitan volver a la política. En Capital llevan años gobernando y los dos candidatos son prestados, resultado del poder de los gerentes, esos siempre son intrascendentes, años sin crear candidatos a nada.

Sin brotes verdes en el segundo de los segundos semestres que vendría a ser el cuarto, lo único que crece es el desánimo. También crece la deuda y la inflación, acompañada por la pobreza. Y culpar al anterior es tan cierto como que se va quedando sin sentido, es hora de saber qué hace quien gobierna, pareciera que la convicción de sus certezas no fuera acompañada por sus logros.

Hay dos sociedades posibles, una dividida entre el PRO y el cristinismo, esa le sirve en las urnas tanto como nos degrada como sociedad. La otra es la que separa a los democráticos de los autoritarios, y en ésa el diálogo es parte esencial y las políticas de estado la única salida digna de ser transitada. Por ahora se sigue imponiendo la pequeñez electoral a la necesidad colectiva. Cada quien que asume el poder se cree el salvador de la patria, y seguimos cayendo. Será hora de que la humildad ocupe el lugar de la soberbia, y entonces nos reencontraremos con la posibilidad de construir un mañana entre todos. Si no lo hacemos por convicción lo terminaremos haciendo por temor al caos, pero otro camino no existe.

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