The Beatles: el secreto de la blancura

Se cumple medio siglo del lanzamiento del “Álbum Blanco”, el noveno disco del grupo británico y uno de los más célebres de la historia.

The Beatles: el secreto de la blancura
The Beatles: el secreto de la blancura

Fue el año en que los estudiantes se levantaron en todo el mundo. El de la euforia del Mayo Francés y el de la masacre en la Plaza de México. Fue el año de las fuertes protestas contra la Guerra de Vietman, el de la invasión rusa a Praga y la desesperanza en Polonia. El de las purgas sangrientas, la televisión a domicilio y el disparo letal a Martin Luther King.

En noviembre de ese convulsionado 1968, los Beatles sacaron un álbum doble que fue apodado así, "White Album", desde que apareció en este caótico mundo.


    Un toque antológico. Otro de los hitos inolvidables, cuando tocaron en la famosa “terraza”.
Un toque antológico. Otro de los hitos inolvidables, cuando tocaron en la famosa “terraza”.

De inmediato, todos notaron el cambio: ya no era la formalidad orquestal y la experimentación de "Sgt. Pepper's Lonely Heart's Club Band". Los cuatro habían decidido regresar al rasguido de la guitarra y el bajo, a los golpes en piano y batería. Y habían colado risas y bromas, como si la música fuera una juerga de bunker.

John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr trabajaron como posesos con tomas y grabaciones hechas en vivo de inicio a fin. En el estudio, pasaron una y otra vez cada canción, en sesiones agotadoras. Los productores e ingenieros de sonido estaban hartos. Pero ese trabajo obsesivo y trasnochado brota ahora en la reedición. De esas catacumbas de demos desechados ahora surge, por ejemplo, la toma 102 de "Not Guilty", de Harrison, una canción que quedó oculta en el disco de 1968.

Hallazgos 

Además de anotaciones y letras escritas a mano, la reedición trae en uno de los discos los llamados "demos de Esher". Tesoro para fans, consisten en grabaciones multipistas con guitarras y vocales acústicas. Son bosquejos iniciales, a veces hechos en tono de broma, que después fueron desarrollados.

Tanto en ellos como en las sesiones de estudio se desbarata el mito: no, el "Álbum Blanco" no parece ser el principio del fin de la banda sino el registro de un disfrute hecho de a cuatro.

De hecho, es casi una antología: cada Beatle escribió canciones a las que después se sumaron los demás. Hay, como muchos han observado, confluencias y variaciones con toques de blues, country, jazz, psicodelia, clavecín barroco, bossa nova, Bob Dylan, du duá, música de salón, bandas de vientos, ska jamaiquino, hasta Beach Boys. Todo, en 1968, es posible: eso parece decir esa cuádruple criatura juguetona. No cuenten conmigo. O sí.

Hay, claro, canciones que respiran semejante clima social y político. Está "Revolution", escrita por John Lennon, con dos versiones: una más rockera (lanzada en agosto de 1968) y otra en la que Lennon jugó con la letra para decir "count me out, in: no cuenten conmigo, o sí". También están "Piggies" de Harrison, que bufonea sobre las babas de las clases altas, y "Blackbird", de McCartney, que con cabeceos folk denota respeto por el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.


    En el estudio. Un momento histórico en que Los Beatles están en el estudio grabando este álbum.
En el estudio. Un momento histórico en que Los Beatles están en el estudio grabando este álbum.

Pero lo que más hay son caprichos. No como antojos sino en el sentido goyesco: la idea es explotar los contrastes.

Y esa ficción que domina el "Álbum Blanco", la apariencia de que todo es espontáneo y casual, muestra ahora su reverso fabulosamente elaborado. Baste como ejemplo la voz de Paul que, después de la vigésima octava sesión de "Blackbird", pregunta si no sería mejor hacerlo "más suave". 

Y sí, en 1968 los Beatles tuvieron su punto de giro. De la lisergia del Sargento Pimienta a las raíces del rock'n roll que desembocarían, por caminos tan subterráneos y absorbentes como los de la "Alicia" del libro, en "Abbey Road" y "Let It Be". 

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