El texto ganador de Fede sobre el bullying

El texto ganador de Fede sobre el bullying

"Siempre recordó esa frase" (Federica Pohl, texto ganador de la Beca Doctor Adolfo Calle 2014)

La brisa resoplaba por las calles de la ciudad enfriando, un poco, el clima de esa mañana de verano.

Clara observaba las hojas moverse desde la ventana de su habitación. La abrió, dejando que la frescura la invadiera, haciendo volar sus negros cabellos. Llevaba puesto el uniforme de su colegio. Tenía que emprender su viaje hasta allí. Con un suspiro de tristeza salió de su cuarto y subió, mochila en hombro, al auto de su padre, que la llevaría a destino.

Las horas pasaban y Clara se sentía abrumada por su soledad. No era una sorpresa que no le agradaba ir a clases.

Ella no entendía por qué, pero sus compañeros la dejaban de lado. Era una buena chica, agradable, y tenía su lado divertido pero, aún así, los chicos la molestaban y se burlaban de ella, continuamente.

El ruido del timbre resonó en los oídos de todos. La mayoría se veía feliz por los minutos siguientes de recreo. Pero Clara, no. Trató de quedarse dentro del aula, pero sabía que los profesores no la dejarían. Tenía que salir de la seguridad del salón. Abrazando su cuaderno y con la mirada gacha dirigió sus pasos hacia el patio. Se sentó en una esquina alejada y comenzó a dibujar. Solía hacer eso: descargar sus sentimientos en las páginas vacías dejando que su mente viajara a un lugar mejor.

Tan perdida en sus pensamientos se hallaba, que no se dio cuenta de ese grupo que se acercaba, hasta que estuvo frente de ella. Levantó la mirada con susto, apurándose a cerrar el cuaderno y levantarse para irse de allí. Pero Julieta y sus amigas no permitirían que la morocha huyese. Una de ellas empujó a Clara hacia atrás, encerrándola, sin posibilidad de escapar.

Entonces, otra intentó quitarle su cuaderno. Forcejearon durante unos momentos, pero la

muchacha era mucho más fuerte que Clara, y sus súplicas no servían para mucho más que para ganarse otro golpe. Julieta tomó el cuaderno y las demás jóvenes se reunieron alrededor de ella, observando los dibujos que ahí había.

Soltando risas y burlándose, los arrancaron de su lugar, destrozándolos en pequeños pedazos que eran pisoteados o el viento se llevaba. La pobre chica recogió los trozos de su único amigo, entre sollozos. Las demás se alejaron, sin dejar de comentar lo ocurrido, como si fuera divertido. Julieta volvió hacia Clara con una sonrisa de autosuficiencia:

-¿Te cuento una cosa?- dijo, acercándose- Jamás tendrás un amigo - susurró para, luego, correr hacia el grupo, que la esperaba con ansias.

Clara se deslizó con la espalda en la pared, hasta quedar sentada en el suelo de nuevo, con los destrozados papelitos en su regazo. Cubrió su cara con las manos, permitiéndose llorar por lo ocurrido.

Más pisadas resonaron a su lado y Clara se secó las lágrimas, preparada para otro ataque. Aunque, quien estaba frente de ella no era Julieta, sino una chica menuda de cabellos castaños rojizos y ojos marrones que, si no se equivocaba llevaba, por nombre Marisa. Esa chica había estado mirando el episodio desde lejos y Clara estaba segura de que, de vez en cuando, la observaba en clases. De seguro, sería para reírse de ella. Cuando la pelirroja se agachó y colocó una mano sobre el hombro de la chica llorosa, se estremeció, esperando un golpe. Pero, simplemente, la tocó, como una muestra de afecto.

-¿Estás bien?- preguntó Marisa, en tono dulce.

-No- respondió.

Y, por alguna razón sintió la confianza para contarle todo a la chica: sus problemas, sus golpes, las burlas y la soledad, por primera vez. Cuando terminó, Marisa le dedicó una pequeña sonrisa, antes de hablar.

-Te prometo que no estarás sola nunca más.

Y Clara supo que era cierto. Nunca hubiera imaginado que su vida cambiaría ese día. Ahora podía decir que tenía una amiga. Ese fue un momento que jamás olvidará pero, sobre todo, siempre recordó esa frase de esperanza, que Marisa le otorgó.

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