Desde comienzos de año la cadena de valor de la industria textil e indumentaria atraviesa una difícil coyuntura, caracterizada por la caída del consumo en el mercado doméstico, elevados costos de producción y una presión impositiva que golpea más fuerte a las pequeñas y medianas empresas, que son las que predominan en el sector.
A esto hay que agregar que en los últimos meses las importaciones se dispararon -tanto insumos como bienes finales- beneficiadas por el cambio de política comercial del Gobierno y el encarecimiento de los productos nacionales en las vidrieras, en un escenario de rebrote de la inflación.
El 31 de diciembre quedó sin efecto el sistema que imponía la presentación de una Declaración Jurada Anticipada de Importaciones (DJAI) y se pasó al Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones (SIMI), pero antes de eso se aprobaron miles de DJAI que esperaban tratamiento.
Esto literalmente “inundó” el mercado local de productos importados. Ahora rige una política de administración del comercio basada en Licencias No Automáticas (LNA) de importación, que tienen un plazo de aprobación de 180 días.
Desde el sector empresarial reclaman una política de protección de la industria y el empleo nacionales a partir de medidas paraarancelarias, normas técnicas y controles antidumping que impidan la avalancha de productos chinos o del sudeste asiático, que producen a gran escala y bajísimo costo por las casi nulas regulaciones laborales. Por escala, en sábanas o toallas también incide la competencia brasileña.
Según datos de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI), en los primeros siete meses del año la importación de prendas de vestir creció 34,07% en dólares y 26,31% en volumen frente al mismo período de 2015. Por su parte, la Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA) consigna que entre enero y junio las cantidades importadas de textiles manufacturados subieron 41% interanual y 22% en valores. En kilos, el ingreso de confecciones aumentó 133%; el tejido de punto, 62%; hilados, 47%; tejidos planos, 54% y prendas de vestir, 22%.
Fuertes reclamos
Jorge Sorabilla, presidente de Fundación Pro-Tejer, asegura que este año “el consumo general cayó 5% en volumen pero en el rubro textil este ratio se traduce en un 12%”, que se ve en forma progresiva tras el “sinceramiento del tipo de cambio”.
El ejecutivo destaca que en lo que va del año entró en promedio un 21% más de productos importados, un volumen cercano a las 20.000 toneladas. “Esto es lo que desplazó alrededor del 10% de market share que tenía la industria nacional”, sostiene.
Desde Pro-Tejer advierten que “las LNA son insuficientes en un mundo que es vendedor, que presiona para meter sus saldos productivos en otros países, y que como Argentina, no tiene normas técnicas y sí tiene un motor importador latente, ávido de comprar a precios chinos y vender a precios argentinos”.
Para Claudio Drescher, presidente de CIAI y propietario de una marca líder de ropa femenina, “el mercado hoy tiene una retracción del 20% de ventas en unidades” y aclara que “en los últimos dos meses la situación se agravó con el aumento de la importación, que llegó al 30% interanual”.
Respecto del impacto del producto importado en la producción local, Drescher explica que “todos los que tenemos marcas podríamos importar pero el que paga el pato es el empleado, el problema no cae sobre el empresario”. No pide protección específica para el sector, pero señala que el Gobierno y la industria “tienen que tener un plan para incentivar el desarrollo de la industria nacional”.
El economista Mariano Kestelboim, asesor de empresas y cámaras de la industria textil, explica que "la importación agrava la situación del sector, pero el mayor problema es la caída del consumo interno", con una baja de ventas del 25% promedio en el primer semestre.
Apunta que hoy en las empresas "hay pérdida de rentabilidad por el incremento de costos en general, tarifarios y financieros, y que al caer la actividad, la situación se agravó".
La apertura perjudicó en especial a hilados, productos tejidos, telas planas para sabanería y toallas, afectados por una cuestión de escala frente a los bienes importados. “Son productos intensivos en capital donde la posibilidad de agregar valor es muy reducida”, señala el analista.