La primera acción que realizó Alejandro Sabella tras haber sido designado entrenador de la Selección fue pedirle a Javier Mascherano una reunión a solas. El motivo fue simple: "Pachorra" quería confesarle al por entonces capitán del equipo que deseaba darle la cinta emblemática a Lionel Messi. La respuesta del mediocampista fue contundente: "Yo pienso lo mismo".
Casi tres años después de ese encuentro y tras una acción descomunal para evitar el gol holandés a poco del final en la semi del Mundial 2014, "Masche" se restó méritos durante una charla informal con un grupo de periodistas argentinos en el predio "Cidade do Galo", lugar de concentración del equipo nacional. "En realidad, yo tuve suerte porque Robben se equivocó al darle un toque de control al balón y en esa décima de segundo pude llegar con mi pie para amortiguar el tiro", dijo el volante - como si hubiera sido fácil - para explicar la causa de una reacción justa y en el momento indicado que evitó la consumación de una derrota a sólo 1' del cierre en el Itaquerao.
La misma naturalidad con la que suele expresarse Mascherano solía ser utilizada entre los '70 y principios de los '80 por Ángel Labruna, quien ya como entrenador había conducido a Rosario Central a su primer título (1971) y a un excepcional Talleres de Córdoba para situarlo en el podio de las formaciones que mejor fútbol desplegaron en las canchas argentinas durante 1974. Al año siguiente, don Ángel se puso al frente de un River Plate que portaba una mochila cargada de piedras debido a 18 temporadas sin campeonatos ganados. Y lo sacó bicampeón en 1975, con un plantel rico en estrellas entre las que deslumbraban Norberto Alonso, Ubaldo Fillol, Roberto Perfumo, Daniel Passarella, Jota Jota López, Reinaldo Merlo, Carlos Morete y Leopoldo Luque. Ante las preguntas de la prensa, el DT solía responder lo mismo: "Mire, la única verdad está en el verde césped".
Con la llegada del nuevo siglo, el fútbol fue atravesado definitivamente por una industria a su alrededor en la cual - además de grandes ganancias económicas - se gestó un cambio de patrón cultural en el que la forma parece ser más gravitante que el fondo. Una inversión de valores, a todas luces sólo redituable para quienes la explotan en provecho propio.
El estereotipo del futbolista que encaja hoy día en el mercado a escala planetaria tiene parámetros ligados al culto por el exitismo. Asoma la imagen como si ésta fuera una cualidad clave para la construcción de un modelo icónico de deportista. Los cortes de pelo, los tatuajes, la indumentaria y el colorido de los botines dentro de la cancha se asocian a un paradigma que linda con la banalidad y la frivoilidad, y que se completa con el trato tan distante como sobre actuado hacia los hinchas y la prensa. Una toma de distancia hacia el otro, tristemente cada vez más marcada e indisimulable.
En contraposición a la tendencia globalizada, el fútbol nacional presenta tres ejemplos contrarios y que ganaron el centro de la escena en los días recientes. Más cercano a las actitudes naturales de Mascherano y Angelito Labruna, el soplo de aire fresco llegó desde diferentes ángulos para terminar haciendo foco en que las posiciones que reflejan equilibrio son ponderables de motu proprio y sin necesidad de que el marketing las transforme en aceptables. Así, #Marcelo Gallardo, #Carlos Tevez y #Sebastián Torrico generaron una corriente de empatía en un ambiente viciado por un modus operandi tóxico.
El entrenador de River alcanzó el techo de la consideración con logros significativos como la reciente conquista de la Copa Libertadores 2015 y la pasada Copa Sudamericana 2014, trofeos a los que se les suman otros de menor valía pero también de reconocimiento oficial como la Recopa Sudamericana 2015 y la Suruga Bank. Lejos de pavonearse o de mostrarse en tono autorreferencial, el "Muñeco" hizo de la mesura un credo y su mensaje en el plano simbólico fue el de mantenerse dentro del grupo como su cabeza pero a la vez como un integrante más sin necesidad de aplicar un principio de jerarquía autoritario. Las consecuencias están a la vista y la energía positiva se comparte y se regenera colectivamente.
El delantero de Boca Juniors rompió el molde respecto del comportamiento esperable de una estrella inaccesible y sacó lo más puro de si mismo para expresar cómo se halla cómodo en el contacto cercano con los simpatizantes, tanto a la hora de las selfies, como con los autógrafos o el abrazo espontáneo con quienes se lo reclaman afectuosamente. Es más, a tal grado llega la empatía en su regreso a la Argentina que hasta logró quebrar los prejuicios al punto de que más de una vez los entrenamientos del plantel xeneize pueden ser observados desde la tribuna por los aficionados. La reciente entrevista que lo tuvo como protagonista en el programa de Alejandro Fantino se transformó en un ejemplo de frescura, transparencia y credibilidad.
En el caso del arquero de San Lorenzo, la coincidencia es general aunque haya diferencias de favoritismo entre los hinchas de cualquier camiseta. El ex Tomba ya hace rato que se ganó el corazón de los fanáticos "cuervos" con su modo de relacionarse amable y cortésmente, además del compromiso social que asume con su Fundación Amigos por el Deporte. Tras haberse conocido la delicada situación personal por la que atraviesa, debido a las complicaciones que sufrió su flamante bebé tras el parto, de inmediato el apoyo de la gente se corporizó en los mensajes de aliento a través de #FuerzaTorrico y hasta de una cadena de oración solicitada por su compañero Néstor Ortigoza, del "Ciclón de Boedo".
También, Messi logra seguir transitando por un camino de serenidad y aplomo mucho más complicado de seguir debido a la exposición mediática permanente que tiene una figura top y de alcance mundial. Claramente, el astro del Barcelona se diferencia de la huella de protagonismo que envuelve a Cristiano Ronaldo, con quien desde hace siete años se dividen el Balón de Oro al mejor futbolista del mundo. Quizá, si a Leo se le preguntase sobre el efecto descontaminante que tienen las conductas de Tevez, Gallardo y Torrico para el enrarecido fútbol argentino, parafraseando a Mascherano respondería: "Yo pienso lo mismo".