Un hombre de edad avanzada tenía perplejos a varios jóvenes porque incluía en su charla varios términos que resultaban incomprensibles por no ser ya utilizados en la actualidad.
El primero fue el sustantivo 'tiquismiquis' y este señor lo utilizó para decir "No le haga caso pues es un tiquismiquis": esta palabra, usada en masculino plural, significa "escrúpulos o reparos vanos o de poquísima importancia"; también, coloquialmente, "expresiones o dichos ridículamente corteses o afectados".
Su origen se encuentra en las formas pronominales del latín macarrónico "tichi" y "michi", alteraciones del latín medieval "tibi" y "michi", cuya traducción era, respectivamente, "para ti" y "para mí".
El Panhispánico trae dos ejemplos: "¿Hay reparos más nimios que los tiquismiquis en que se enzarzaban los teólogos" y "Cuando ellos desembarcaron, no habían sido objeto de tantas urbanidades y tiquismiquis". Si se usa como sustantivo en singular, es común en cuanto al género: "un/una tiquismiquis". Designa a una persona quisquillosa y excesivamente escrupulosa.
En este sentido, puede decirse que alguien "se pone tiquismiquis". Se escribe siempre en una sola palabra. El Diccionario de americanismos registra un vocablo emparentado con él: el sustantivo 'tiquiminiqui', con el valor de "burla, engaño, cosa de poca importancia". Si se lo usa con valor interjectivo, puede indicar la negación a realizar algo.
Actualmente, una persona expresa habitualmente su enojo profiriendo insultos, denuestos, palabrotas, injurias; pero también puede manifestar su ira con el uso de vocablos que, eufemísticamente, disimulen su estado de ánimo: '¡diantre!' y su variante '¡diantres!' son unas de esas formas, equivalentes a '¡diablo!'. Otras variantes usadas en América son '¡dianche!' y '¡diañe!'; según el Diccionario integral del español de la Argentina, 'diantre' se usa también para enfatizar el carácter interrogativo de una frase o para expresar enojo, sorpresa o admiración: "¿Cómo diantre lo supiste?", pregunta que encierra rabia por la conducta del interlocutor.
Tampoco utilizamos habitualmente las interjecciones '¡córcholis!' y '¡recórcholis!', que equivalen a '¡caramba!'. Esta última interjección expresa extrañeza o enfado y genera el sustantivo 'carambada', para indicar necedades o cosas de poco valor, y la locución 'caramba y zamba' que, referida a personas, indica que no respeta las normas. También, según el Diccionario integral ya mencionado, se dice '¡caramba!' para indicar malestar: '¡Caramba, no sea impertinente, deje ya de molestar!'.
¿Y cuándo se dice de una persona que es 'remilgada'? El adjetivo se vincula con el sustantivo 'remilgo', en cuya base estaba el término latino "mellicus", equivalente a 'meloso'. Su significado es "pulidez o delicadeza exagerada o afectada, mostrada con gestos expresivos". Se vincula también al verbo 'remilgarse' que, aplicado comúnmente a una mujer, tiene el valor de "repulirse y hacer ademanes y gestos afectados con el rostro": "Elena resultaba desagradable por su actitud tan remilgada".
Sobre la base del verbo 'mover' encontramos un término que nos llama la atención: 'amover'. El valor significativo de este vocablo se obtiene a partir del valor conferido por el elemento compositivo 'a-', que conserva el sentido de separación heredado de la preposición latina "a" o "ab". En efecto, 'amover' equivale a "destituir, deponer a alguien de su empleo o destino": "Cuando les gusta el poder, es difícil amoverlos de sus cargos".
Hay un término de origen onomatopéyico que imita los gemidos y el hipo: se trata del verbo 'jipiar'. Esto es así porque proviene del sonido 'jip, jip', por lo que este verbo es equivalente a "hipar, gemir, gimotear". Puede también significar "cantar con voz semejante a un gemido": "Me desperté repentinamente porque oía a alguien que jipiaba junto a la puerta de calle". Como no es voz de uso habitual, no sabemos si tildarlo sobre la 'i' o no; el diccionario académico nos indica que se conjuga como 'enviar'. Por lo tanto, diremos "yo jipío, ellos jipían, él jipíe".
Describen a un joven con las cualidades de 'apuesto y barbián': el término desconocido es, seguramente, 'barbián'. Se trata de un adjetivo, derivado del caló (variedad del romaní, lengua india, hablada por los gitanos de España, Francia y Portugal); su femenino es 'barbiana'. Posee el valor significativo de "desenvuelto, gallardo, arriscado". Por 'arriscado' -vocablo no usado coloquialmente-, se entiende "atrevido, resuelto".
¿A qué animal se hace referencia al nombrar a un 'burdégano'? El sustantivo casi desconocido por el hablante actual encierra en su interior el adjetivo latino "burdus", que no era otra cosa que "bastardo", con el valor que para nosotros tiene hoy el término 'híbrido'. Esto se evidencia en la definición del término: "Hijo de caballo y burra, casi siempre estéril, como los mulos, y con la cabeza más grande y el cuerpo más pequeño que estos".
En esta enumeración de vocablos curiosos en el habla de este siglo XXI, mencionaremos 'picio', que figura en el diccionario con mayúscula y que forma parte de la locución 'más feo que Picio'. La definición nos informa que dicho de una persona alude a su excesiva fealdad. Al rastrear en la red la razón de este significado, nos encontramos con la explicación según la cual Picio fue un zapatero de Granada, condenado a pena de muerte. Al recibir el indulto, la impresión de la noticia lo dejó calvo, sin cejas ni pestañas y con la cara llena de tumores.
Seguramente, si damos una mirada al diccionario de nuestra bella lengua, vamos a encontrar numerosas palabras y expresiones cuyo valor desconocemos o que nos resultan sorprendentes. Nos parece adecuado realizar un llamado a la reflexión sobre el tema porque, en este avance vertiginoso del siglo XXI y como consecuencia de la implacable globalización, los cronolectos jóvenes han ido perdiendo el caudal léxico de sus antepasados y aquella expresión otrora tan rica, tan amplia, tan diversa, ese espejo de una realidad ya sustituida, va desapareciendo.