En el habla de todos los días, recurrimos muchas veces a locuciones que hemos heredado, cuyo valor es necesario decodificar para lograr una comprensión cabal del mensaje, ya escrito, ya oral. Entre esas locuciones, son comunes las que incluyen el cielo y los elementos planetarios y estelares que lo pueblan. Vamos a ejemplificar, en primer término, con el vocablo ‘cielo’: aparte de su valor denotativo, como “esfera aparente azul y diáfana que rodea la Tierra” y como atmósfera, sabemos que para la tradición cristiana constituye la morada en que los bienaventurados gozan de la presencia de Dios. Siempre con valor positivo, se usa como apelativo cariñoso al dirigirse a una persona: “Mi cielo, ¿me ayudarías con este problema?”; otro tanto ocurre cuando se habla de una persona con mucho cariño: “Él es un cielo: siempre amable, cordial, sonriente”. Otras veces, en singular o en plural, solo o en compañía de un adjetivo, ‘cielo’ puede tomar valor de interjección y, como tal, señala asombro, enojo o lamento: “¡Cielo santo, otro problema!”. Pero, además, ‘cielo’ puede integrar frases hechas, como ‘bajado (llovido) del cielo’, para aludir a algo que llega de manera impensada; ‘tomar (tocar) el cielo con las manos’ sirve para expresar que se ha alcanzado la felicidad por haber concretado una hazaña o logrado algo difícil; ‘descargarse el cielo’ indicará lluvia, nieve o granizo; si la precipitación es muy abundante o la tempestad muy fuerte, se dirá que ‘el cielo se desgarra’.
Cambiemos ahora de palabra; consideremos ‘sol’. ¡Qué despreciables son aquellas personas que tratan siempre de estar al lado de los poderosos! Para hacer referencia a este tipo de oportunistas, se dirá que ellos ‘se arriman al sol que más calienta’; y, cuando no se ha perdido la esperanza de alcanzar una meta, se usará la frase ‘aún hay sol en las bardas’. De una persona que trabaja denodadamente, sin descanso, se dirá que lo hace ‘de sol a sol’.
Todos hemos conocido a alguien que perseguía constantemente a otra persona: en ese caso, se usa la expresión ‘no dejar a sol ni a sombra’.
Vivimos en el planeta Tierra (único caso en que usamos la mayúscula para esta palabra). También, como terrícolas, debemos conocer algunas de las frases acuñadas con este vocablo; una de ellas es ‘tragame tierra’, con valor interjectivo, que se usa para enfatizar el sentimiento de vergüenza ante determinado acto torpe o inconveniente y que ha quedado en evidencia. A veces, concebimos con ilusión un proyecto y algo o alguien lo frustra, lo desbarata: en ese caso, se usa la expresión ‘dar (echar) por tierra’.
¿Nunca los han traído a la realidad con la frase ‘¿estás en la luna?’; pues bien, esa expresión quiere significar que se está con la mente en otra cosa, fuera de la realidad. Si cambiamos la preposición ‘en’ por ‘con’ y decimos ‘estar con la luna’, vamos a aludir a algo completamente diferente: el pésimo humor de una persona.
Finalmente, encontramos las expresiones ‘ladrar a la luna’ y ‘pedir la luna’. La primera sirve para manifestar vanamente ira o enojo contra una persona o una cosa, a la que no se puede ofender ni causar daño alguno; la segunda indica que se está solicitando algo imposible.
¿A quién no le agrada mirar las estrellas y sentirse transportado? Ellas también forman parte de nuestro vocabulario cotidiano. Si alguien ‘se levanta a las estrellas’ es porque se muestra soberbio o irritado; en cambio, si se dice que alguien ‘nace con estrella’, se estará aludiendo a su buena fortuna.