En 1933, el prometedor violinista judío alemán Ernest Drucker abandonó el escenario a mitad de un concierto de Brahms en Colonia por orden de los nazis. Ochenta y dos años después, su hijo, Eugene Drucker, completó la obra inconclusa de su padre.
Con lágrimas en los ojos, Drucker -estadounidense y ganador de un Grammy- ofreció una emotiva versión del Concerto para violín en Re Mayor de Brahms, opus 77, con la orquesta sinfónica de Raanaan, en Israel.