Tensiones y peleas complican a Macri

Tensiones y peleas complican a Macri

Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires

Uno de los persistentes dolores de cabeza del gobierno de Mauricio Macri ha sido y sigue siendo la demora de los tiempos en que aparecerían signos claros de crecimiento económico, que a la vez deberían traducirse en una mejora de la situación en la sociedad. A once meses de gestión, hay avances y señales en esa dirección, aunque todavía insuficientes para la expectativa general.

Pero ahora también es la política la que ha comenzado a plantearle al Presidente dificultades que no aparecían o al menos no eran tan significativas como las que se hicieron públicas la semana que pasó. En el Congreso, escenario político por excelencia, la coalición oficialista debió padecer en la práctica su condición de minoría y resignar su voluntad de aprobar dictámenes o leyes que considera relevantes. Eso no sería tan grave si no fuera por las fisuras internas que quedaron expuestas como un signo adicional de debilidad.

Lo más resonante, aunque no sorpresivo, fue la manera en que la diputada Elisa Carrió, una de las patas fundamentales de la mesa de Cambiemos, hizo caer el acuerdo que su propio bloque había elaborado con fuerzas opositoras para avanzar con la ley del Ministerio Público Fiscal. Con ese instrumento, el oficialismo quería asegurarse el pronto desplazamiento de la Procuradora General, la kirchnerista Alejandra Gils Carbó, cabeza del aparato de protección judicial que tienen la expresidenta Cristina Fernández y algunos exfuncionarios.

La actitud de Carrió, quien se maneja con independencia dentro de la coalición levantando o bajando su pulgar ante decisiones que hasta contrarían la opinión del Presidente, fue calificada en duros términos por el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. “Le pedimos un esfuerzo a la oposición para conseguir lo que necesitamos, y a eso termina volteándolo alguien de nuestro propio espacio”, se le oyó decir sin ocultar su molestia.

Los obstáculos

El macrismo también tiene problemas con la Ley de Inversión, llamada Ley de Participación Pública y Privada porque el Frente Renovador de Sergio Massa cambió su posición a último momento. Entre otros proyectos, volverá a tener dificultades con la reforma electoral, que establece el voto electrónico, y con el Presupuesto, tironeado por todos. Pero no es sólo Carrió la que expresa diferencias con la estrategia que intenta desplegar Cambiemos en Diputados. El radicalismo, conducido por Mario Negri, también eleva sus quejas contra Monzó.

“Hemos aprobado 65 leyes gracias a los acuerdos con la oposición y especialmente con Massa”, se defiende el titular de la Cámara. Los radicales afirman que no tienen objeciones a que se negocie con el Frente Renovador, “pero lo que no tenemos que hacer es entregarnos a Massa para favorecerlo en su estrategia política”, afirman disconformes.

A esta altura del conflicto interno de Cambiemos, van quedando en evidencia algunas cuestiones centrales que deben ser tenidas en cuenta. Una de ellas es que ha cambiado el escenario político. El “período de gracia” que se abrió para el gobierno de Macri en estos primeros once meses, pareciera agotarse ante el comienzo del año previo a las próximas elecciones legislativas. A excepción del kirchnerismo duro y de la izquierda, parte del peronismo que sostiene a los gobernadores, el Frente Renovador y otras fuerzas menores se avinieron a facilitarle la tarea al oficialismo y así mostrarle a la sociedad una “actitud responsable”.

En ese período, negociaron y acordaron leyes trascendentes y no temieron ser calificados de traidores por los más dogmáticos. Pero claro, ahora se avecina una nueva elección y el cálculo político gravita más que el espíritu colaborativo “para sacar el país adelante”, como argumentaron en tantas ocasiones.

Sin opciones

Una figura clave en ese juego oportunista es Sergio Massa, quien espera en 2017 fortalecer su estructura para aspirar a un triunfo en las presidenciales de 2019. Es el político que más transita los medios con un discurso crítico basado generalmente en el “deber ser”, proponiéndose él como la garantía de alcanzar ese objetivo ideal para el país. Como necesita votos de todos los colores, intenta seducir a todos y les abre las puertas a expresiones que llegan a ser contradictorias, que más lo serían en un eventual gobierno suyo. Como ejemplo valen los nombres del sindicalista Facundo Moyano y del empresario José Ignacio de Mendiguren.

En ese rol y en esta etapa política, Massa es hoy una piedra en el zapato del oficialismo. Por un lado Macri lo necesita para negociar apoyo parlamentario ante la inferioridad numérica de Cambiemos, y por otro es el causante de las crecientes rencillas internas. Tanto Carrió como muchos de los radicales que acompañan al Gobierno muestran a diario su desconfianza para con él y lo consideran un mal necesario ante la relación de fuerzas que exhibe el Congreso.

Esa dualidad de posiciones en relación a Massa se hace aún más crítica en Cambiemos por los acuerdos de gobernabilidad que ha debido tejer con él María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires, territorio clave para los objetivos electorales del macrismo el año que viene. Se anticipa entonces que la mesa de la coalición, que fue relanzada la semana pasada en medio de tensiones mal disimuladas, tiene por delante fuertes discusiones sobre la estrategia a seguir en esta nueva etapa que apunta a los comicios de medio término.

El debate, la negociación y las elecciones son esenciales a la democracia, pero no debería olvidarse que la política sólo cumple su misión si le mejora la vida a la gente.

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