Es un principio de acuerdo, un ritual de iniciación: ser amable. En cada una de nuestras manifestaciones dejar la sensación de que nos agrada lo que hacemos y por quién lo hacemos.
La amabilidad debería ser una costumbre desarrollada en cada una de nuestras acciones. No es lo mismo saludar de una manera cruda, fría, estructurada, que hacerlo con una buena voz y una buena sonrisa sobre la voz.
En lo habitual actuamos mecánicamente, decimos pero no sentimos, y entonces lo que decimos es mínimo. La amabilidad nos da rédito en la consideración de los otros, pero también nos da otros réditos.
Nos da réditos de prestigio. Una persona amable es bien considerada, da gusto encontrarse con ella e intercambiar algunas palabras.
Nos da, inclusive, rédito económico. Cuando un vendedor atiende con amabilidad tiene mayores posibilidades de éxito, de lograr su venta. Inversamente, cuando quien atiende se muestra agresivo, indiferente, duro en su actuar, uno no se siente tentado a hacer preguntas y entonces la venta se esfuma antes de despuntar.
¿Qué ocurriría si todos fuésemos amables con todos? La vida cambiaría, sería como vivir en la lozanía, en la buena senda del buen entenderse.
“Hola, soy un ser humano como vos, tengo problemas parecidos, me pesa parte de la vida y a veces se me caen hilachitas de tristeza, soy como vos, y por eso te trato como se tratan a los mejores amigos. Porque te entiendo y el entenderte me entiendo. Porque, a pesar de que la vida nos dé solo un instante para estar juntos es bueno vivir ese instante con total armonía”. Eso dan ganas de decir.
Sé que lo que estoy proponiendo es una entelequia porque la vida nos va formando el carácter subyacente y el inmediato, y cuesta desprenderse de las cuestiones que presionan y nos van transformando el rostro en adusto y las palabras pesan no fluyen.
El afuera existe y en el afuera se dan las situaciones que nos cargan de problemas o nos encierran en pensamientos que no son positivos. Cuesta decir "Te quiero" con toda la pureza que la frase encierra.
En el amor es ostensible. Es lo que espera uno del otro, una del otro, otro de una, ser tratado amablemente con una intención veraz de hacer feliz con la mínima acción, con la más pequeña palabra, con el mas escueto monosílabo.
A veces nos salen gruñidos en vez de palabras y eso no le viene bien a la vida, es una agresión, un modo expreso de incomunicarse, una forma despiadada de decirle al otro que no nos importa.
Pero tal vez, si hiciéramos un esfuerzo, porque tal vez vale el esfuerzo demostrarle al semejante que somos aliados de vida, que no tenemos rencores ni enemistad que nos separen, y que estamos puestos sobre este país para compartirlo. No para partirlo.
Apliquémoslo al país, ahora que la grieta parece dividirnos de una manera insuperable.
Sueño con una reunión de todos los grandes movimientos políticos de la Argentina para buscar soluciones en conjunto, con amabilidad, pensando en el bienestar de los que estamos, pero fundamentalmente en de los que estarán. Sueño con que cada uno de los interesados depongan rencores que tienen más que ver con la forma que con el contenido y encuentren la manera de dialogar amablemente hasta lograr puntos de coincidencia. Tengo un sueño, dijera Luther King. Yo no soy él, pero tengo derecho a soñar en un país donde triunfe el buen criterio, amablemente.
Sueño y no quisiera despertar.