Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Una vez Jorge Luis Borges, el gran escritor argentino, dio una conferencia sobre Literatura Argentina en una localidad de Buenos Aires.
Como suele ocurrir en este tipo de disertaciones, al finalizar, muchos se acercan al disertante para extender la charla e incorporar nuevos conceptos. Así ocurrió aquella vez. Una de las señoras que abordaron al célebre no vidente le dijo: “Maestro. Debo confesarle que no he leído nada de Martha Lynch”. Y Borges, sin inmutarse, le contestó: “Yo he tomado la misma precaución”.
Tal vez por una situación parecida no vi la Fiesta Central de la Vendimia, es decir, la vi por televisión que es una forma de no verla. Por lo tanto no puedo criticarla, no tengo derecho, y además ya se encargaron de eviscerarla numerosos periodistas de nuestro medio.
Alguna vez, un morocho muy querido y admirado de los Estados Unidos de la USA que nos usa, dijo: “ Tengo un sueño”, y lo explicitó. Yo voy a hacer lo mismo con respecto a la festividad mayor de los mendocinos.
Sueño con apreciar que cuidamos esa magnífica oportunidad de mostrarnos artísticamente, ese género único que ha generado uno de los espectáculos más importantes del mundo entero. Sueño con una Via Blanca y un Carrusel ordenados, que cumplan los horarios, organizados con criterio, para que no sea una tortura la espera de los espectadores, y con carros bellísimos que produzcan dieciocho multitudinarias expresiones de admiración. Carros que compitan en belleza con las bellezas que transportan.
Sueño con atractivos permanentes en un desfile acotado, donde el más liliputiense detalle esté pensado, esté previsto. Sueño con carros que difundan la música nuestra de todos los géneros y con que no se vuelva a festejar la vendimia de Mendoza con cumbias cordobesas.
Sueño, soñando con la fiesta central, con un jurado de gente con su currículum abultado en grande, que elija la mejor propuesta sin que medien influencias de ningún tipo, y mucho menos políticas, como ha ocurrido tantas veces. Sueño con una fiesta con un argumento convincente que rescate la esencia de la fiesta: la vendimia, el trabajo de nuestros campesinos, la elaboración del vino y el vino como maravilloso resultado ¿O no es eso lo que debe festejarse? ¿O no es esa nuestra identidad?
Sueño con una dirección que proponga, permanentemente, nuevas instancias, que se renueve, que supere lo hecho, que alegre, que impacte y emocione. Sueño con mucha alegría y no con textos que se explayen en metáforas inentendibles dichas por voces que asustan más que convencen.
Sueño con la buena utilización de ese escenario fantástico , y los cientos de artistas que sobre él se expresan; que cada cuadro sea un espectáculo aparte, que cada escena sea un momento inolvidable. Sueño con que haya contingentes de trabajadores de la viña viendo el espectáculo, aunque sea en las repeticiones. Sueño que los artistas cumplan su rol de artistas, que hagan lo suyo con talento (que les sobra) y cuando terminen de hacerlo, se vayan a los camarines como hacen los artistas de todas partes del mundo y no que se queden a felicitarse en el escenario impidiendo que la fiesta continúe con una estética digna.
En fin, sueño con una fiesta que sea cada vez más notoria, más elogiada, más trascendente; que cuando llegue la celebración todos los mendocinos quieran verla, no por televisión, de cuerpo presente, y que disfruten en plenitud y que se sientan orgullosos de lo que se muestra.
Sueño con una fiesta digna de Mendoza. En fin, tengo un sueño.