El temporal desnudó lo peor de muchos

A pesar de la gravedad de los daños producidos por la tormenta en Buenos Aires, con decenas de muertos y millonarias pérdidas, muchos funcionarios municipales, provinciales y nacionales buscaron deslindar responsabilidades en lugar de hacerse cargo del cu

El temporal desnudó lo peor de muchos

Además del lamentable saldo de decenas de personas muertas y de los millones de pesos en pérdidas económicas, el temporal que afectó a la Capital Federal primero y luego con mayor violencia a la ciudad de La Plata, desnudó lo peor de muchas personas, entre ellas funcionarios de distintos niveles de responsabilidad.
 
Se reiteraron situaciones sorprendentes, por el cambio de humor y de actitudes inaceptables, por el hecho de que, en el intento de "salvar" la responsabilidad personal, acudieron a todo tipo de argucias y mentiras.

A gran parte de las actitudes asumidas por los funcionarios les cabría una frase acuñada por el escritor estadounidense Ambrose Bierce, cuando afirmó que "un cobarde es una persona en la que el instinto de conservación aún funciona con normalidad".

Eso fue lo que hicieron muchos de los que, por desidia, incapacidad u otro tipo de intereses, fueron responsables de gran parte de los daños y, en los momentos críticos,  antepusieron su instinto de conservación.

La frase le cuadra muy bien al intendente de La Plata, Pablo Bruera, quien hizo caso omiso a un planteo realizado hace dos años por la Suprema Corte de Justicia bonaerense, que había hecho lugar a un amparo de organizaciones ambientalistas, basado en los potenciales riesgos de una inundación de proporciones ante los cambios introducidos en la edificación urbana.

El organismo judicial advirtió al funcionario municipal por la relajación de normas destinadas a regular el uso del suelo, indicando que el nuevo Código de Edificación Urbana remplazaba algunos parámetros estrictos por "otras variables que sólo parecen tender a una mayor edificabilidad", pero que podrían provocar "un potencial riesgo a la estructura general de la ciudad".

Fue muy serio y hasta indignante la actitud que asumió cuando se produjo el fenómeno climático. Se mostró, a través de las redes sociales, como trabajando en  favor de los afectados, cuando en realidad se encontraba de vacaciones en Brasil. Al descubrirse la mentira, culpó a su equipo comunicacional y, a pesar de los errores, de la incapacidad de su gestión y de haber mentido, aseguró que no iba a renunciar planteando que sea la gente, a través del voto, la que lo premie o lo castigue, aún a sabiendas de que le restan dos años.

La frase del escritor estadounidense también le cabe al Poder Ejecutivo Nacional y por ende a la Presidenta de la Nación porque cuando se produjo el fenómeno climático en Capital Federal, los medios afines y todos los funcionarios que hablan sólo con la anuencia de la jefa de Estado, potenciaron las críticas hacia el jefe de Gobierno porteño (que también, vale aclarar, tuvo parte de culpabilidad por los errores en las obras hídricas) pero modificaron su actitud al tomar conocimiento de que la tormenta había tenido mayores proporciones, y víctimas, en una comuna y una provincia gobernadas por el Justicialismo. Entonces, trataron de evitar responsabilidades y derivaron las culpas hacia el intendente Bruera, a pesar de que las obras, que no se realizaron, debían ejecutarse con fondos nacionales.

Así, intentaron desviar el eje de la atención, derivando culpabilidades y hasta en muchos de los casos anteponiendo discusiones políticas por sobre la desesperación de las familias afectadas. Si bien puede considerarse valiosa la decisión de la Presidenta de concurrir en persona al lugar de los hechos, mucho más valiosa hubiera sido acompañada por la decisión de hacerse cargo del cupo de culpa que le corresponde.

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