La televisión se ha convertido en una usina creativa mucho más prolífica que el cine, con buenas ideas, grandes actuaciones y superproducciones que dejan sin aliento. Las mejores series proponen auténticas joyas de una hora por episodio, en muchos casos más sorprendentes que cualquier película.
El cine, en cambio, parece apuntar de lleno hacia un público mayormente infantil y adolescente que mueve la industria en el mundo a fuerza de títulos animados (que entraron también en la senda de las secuelas y precuelas), de sagas para adolescentes o de películas de ciencia ficción, abundantes en efectos especiales.
Este 2013 no parece la excepción. Aunque hace tres años que la industria serial televisiva busca desesperadamente una pieza que pueda reemplazar a “Lost”, y también extraña la incorrección y genialidad de “House”, siguen apareciendo títulos que dan aires renovadores a la pantalla.
Con nombres nuevos, historias originales, actores y actrices consagrados que se olvidaron del viejo prejuicio en torno a poner el cuerpo (y el prestigio) a un proyecto televisivo, directores que se largan a producir nuevos formatos para llegar al mundo, muestran una industria activa y creativa, capaz de no repetirse demasiado.
Con el género de la comedia de situación fuera de servicio (al menos, con mucho menos impacto que en sus temporadas de apogeo), los dramas, los policiales, las series históricas, las médicas o las tramas políticas se han consolidado como sucesos que pueden medirse mucho más allá del rating.
Más allá del rating
Ante los nuevos modos de consumo, la industria televisiva amplía su espectro para decidir el presente y futuro de sus distintos proyectos. Algunos siguen hundiéndose si la medición de audiencia se desploma, pero en otros casos hay series que se sostienen más allá de la popularidad medida por puntos más o puntos menos de rating.
Según un estudio realizado por la revista Wired, en los Estados Unidos el rating ya no es la única medida que importa a productores y anunciantes a la hora de evaluar la importancia de un programa de TV. Los seguidores en Twitter, los nichos acotados de público, la trascendencia en redes sociales, blogs y foros, o la cantidad de descargas piratas son tan relevantes como el numerito que indica la audiencia en TV.
Lo saben las series que abrieron ese camino: “Mad Men” (que regresa con nueva temporada el 7 de abril); “Breaking Bad” (que toma su recta final en junio); “The Walking Dead” (que emite hoy, por Fox, su último episodio de la tercera temporada) y “Juego de tronos”, el tanque de HBO que tuvo el domingo pasado un regreso épico a la pantalla chica, con estreno en simultáneo en varios países y que marca la agenda de los fans seriales.
Para todos los gustos
Sin embargo las productoras no descansan y 2013 trajo y traerá nuevas series. Aquí presentamos algunos de los estrenos más promocionados de la pantalla chica que llegaron hace poco a esta parte del hemisferio o que lo harán en breve. Y hay para elegir.
Desde la visión histórica de la Guerra Fría de “The americans” a la acción de “Vegas”, el terror de “The Following” o “Bates Motel”, la intriga política y de corrupción de “House of Cards”, las miradas filosas sobre la vida virtual de “Black Mirror” y de “Catfish”.
Quedan en el tintero “Arrow”, “Jo”, “Les Revenants” y otras, muchas, tantas como canales de ficción hay en la grilla del cable. Si la oferta abruma, bien viene un mapa. Pasen y vean.
“House of cards”
La política sucia es un tema recurrente en las series americanas que, en los últimos años, han ofrecido piezas magistrales, como la primera temporada de “Boss” o los intríngulis políticos en torno al policial “The Killing”.
“House of cards”, primera serie producida por Netflix (el sitio de Internet que ofrece los 13 episodios de la primera temporada mediante un servicio de suscripción mensual), se enmarca en esa línea con un Kevin Spacey que se luce como Francis Underwood, congresista inescrupuloso que muestra lo más oscuro y tenebroso en torno a los laberintos del poder.
Este Underwood, que hace 22 años recorre los pasillos (y las cloacas) del gobierno, le habla directamente al televidente.
Allí cuenta los secretos de su profesión, el por qué toma las decisiones que toma, cómo estructura la venganza que será terrible. “Cualquier político que obtiene 70 millones de votos está metido en algo mucho más grande que sí mismo”, introduce desde el comienzo.
Underwood sabe para dónde sopla el viento, a qué puertas (o personas) debe golpear para conseguir su objetivo, y cómo cambian los objetivos de acuerdo a las circunstancias. La serie, que al principio marea un poco entre tantos datos y nombres, con el correr de los episodios se asienta en dos o tres ejes claros muy interesantes, especialmente cuando crece la figura de este congresista que se especializa en “limpiar las cañerías... y mantener los desechos cloacales en movimiento”.
La definición que Underwood hace del contexto, de la prensa, de los colegas, es exquisita. Tiene grandes líneas de diálogo, como cuando define a un relacionista público: “Eligió el dinero por sobre el poder. Un error que casi nadie comete. El dinero es una mansión... que empieza a desmoronarse luego de 10 años. El poder es un antiguo edificio de piedra de esos que duran siglos. No puedo respetar a alguien que no ve la diferencia”.
Además de tener a Spacey como protagonista, “House of cards” cuenta con un gran elenco, en el que se suman Robin Wright, como su esposa, o Kate Mara, como la ambiciosa periodista que quiere jugar un juego peligroso. Y, entre los directores recurrentes aparecen David Fincher y Joel Schumacher. Nada menos.
Daniel Santos “The americans”
Desde “Las aventuras del ratoncito Faivel”, los rusos han sido estigmatizados por igual en la TV y el cine made in USA. Ahora, “The americans” da una vuelta de tuerca. La nueva serie fue escrita por Joe Weisberg, cuya carrera hizo un camino extraño: de ser agente de la CIA pasó a ser guionista de series de TV en Hollywood.
Quizá esa experiencia de Weisberg haga que su nuevo producto funcione con tanta verosimilitud, incluso cuando la historia podría ser otra fábula for export.
“The americans” cuenta la historia de dos espías de la KGB que en la década de 1980, en plena Guerra Fría, viven de incógnito en los Estados Unidos como una “pareja común”. Están casados, tienen hijos y casita, él mira béisbol y ella cocina con manteca de maní. Pero tras esa cortina de familia americana estándar, cada uno hace lo imposible por la patria soviética: robar información, asesinar por información, tener sexo por información. Los primeros dos aciertos de la serie son los protagonistas: Matthew Rhys es el marido al que tanto no les disgusta el american way of life y Keri Rusell se aleja de la cándida chica que popularizó en “Felicity” para interpretar a la esposa, más devota de su fe soviética, una mezcla de Mata Hari y Lara Croft.
En la vereda de enfrente (literalmente, porque es un vecino de la pareja) está un investigador del FBI, interpretado por Noah Emmerich, en un papel para recordar.
La serie tiene más virtudes que defectos: una reconstrucción de la década de 1980 sutil (no abusa en la recreación kitsch de esos años pero aprovecha la música de entonces); no se anda con vueltas a la hora de mostrar acción y violencia; tiene ritmo narrativo y matiza la vida del espionaje con la vida personal de sus personajes.
En el plano ideológico, parece que el odio a los rusos prescribió y la TV ya puede mostrarlos sin abusar de estereotipos reduccionistas (aunque, de hecho, los hay). Ya hay confirmada una segunda temporada.
“The americans” se emite los lunes a las 23 por el canal FX.
Juliana Rodríguez “Catfish”
Las citas a ciegas siempre existieron, pero las redes sociales y los chats elevaron el fenómeno a una cuestión generacional. Tendencia que “Catfish”, la película, supo explorar con acertado ánimo sociológico en ese muchacho que era engañado a través de Facebook por una chica que no era quien decía ser. Los responsables de ese thriller documental artesanal ahora redoblan la apuesta en un ciclo de MTV (se emite los domingos a las 21) llamado igual que la película, ahora protagonizado por el mismo amante embaucado de antes (Yaniv Schulman) y un camarógrafo (Max Joseph).
La dupla se asume conductora de un reality-documental-comedia-thriller (esa prodigiosa hibridez es una de las sorpresas de “Catfish”) en el que Schulman atiende casos supuestamente verídicos y no guionados de personas que mantienen relaciones platónicas a través de las redes, que aún no conocieron a aquel que está del otro lado.
Jugando a ser un Sherlock Holmes cibernético, Schulman investiga, hace llamadas telefónicas y busca datos del desconocido en cuestión hasta llegar al esperado desenlace, cuando descubre en una escena macabra con cámara en mano a lo “Blairwitch Project” el decepcionante hogar e identidad reales del Romeo o Julieta escondido tras la pantalla.
Sacando cierto infantilismo a lo “Beavis & Butthead” (los episodios terminan con “moraleja”, reconciliando a engañador y engañado), “Catfish” vale la pena no tanto por sacar a relucir el equívoco colectivo que se cuece en las redes, sino por poner en el tapete la precariedad de las vidas actuales, más ambivalentes y expuestas que nunca.
Javier Mattio “Black mirror”
La pantalla apagada como reflejo turbio del ser humano, de ese que siempre estaba ahí mientras la luz titilaba. De ese vínculo hombre-tecnología y sus peligros de alienación se ocupa “Black mirror”, la aterradora serie británica de Charlie Brooker que en cada episodio (ya se emitieron los tres de la primera temporada por I.Sat) pone en escena el clásico “qué pasaría si...” de la ciencia-ficción, actualizado a las bien presentes realidades virtuales, reality shows y redes sociales, en una maravillosa simbiosis entre “La dimensión desconocida” y las fantasías visionarias de Philip K. Dick.
Así, un primer ministro se ve impelido por un supuesto terrorista de YouTube a tener relaciones sexuales con un cerdo; un habitante de una sociedad futurista cuasi-carcelaria, en la que todo está dictado por la interacción con grandes pantallas, se alista a participar en un reality show a lo “Operación triunfo” para reclamar a la mujer que ama; y una pareja se resquebraja por las revelaciones adúlteras que develan sus memorias, grabadas en un chip detrás de sus orejas y susceptibles de ser reproducidas.
En la misma línea, la segunda temporada comienza con el temible derrotero que pueden adoptar las identidades virtuales una vez que sus dueños originales mueren, fenómeno cada vez más probable en el mundo real. De ahí el efectismo adictivo de “Black mirror”: su campo de acción no es el futuro, sino el presente y sus fantasmas de redes, conectividad y virtualidad; por suerte, mientras exista “Black mirror”, las pantallas seguirán siendo esperanzadoras.
Javier Mattio “Vegas”
Hay un nuevo sheriff en la ciudad o, mejor dicho, en la pantalla chica. Se trata de Ralph Lamb, el personaje con el que Dennis Quaid se puso a trabajar en la tevé y que hizo su aparición en América Latina hace pocas semanas por Space.
El lugar elegido para dejarlo desenvolverse y poner orden: Las Vegas, pero no esa que conocemos hoy llena de casinos, luces y espectáculos, sino aquella que emergía en los años 60 con el ímpetu de la mafia del juego. Allí, Lamb es un cowboy-devenido-autoridad que se abre paso a fuerza de rifle, mañas que adquirió en el ejército y la legitimación del poder de turno, que le autoriza a resolver todo a las piñas y aplicando su particular visión de la justicia.
“Vegas” no presenta mucha novedad. En una suerte de mixtura entre western y policial, si en algún lugar del universo pudieran converger el Lejano Oeste de John Wayne, la astucia de MacGyver y la eficacia de “CSI”, enmarcados en un escenario en el que pululan los Cadillacs y en donde la ambientación sesentera hace cátedra, ese lugar sería “Vegas” y la criatura nativa sería Ralph Lamb, siempre vestido con botas y camisa leñadora.
Pero él no está solo. Su contrapunto malvado, sin medias tintas, es el por supuesto inescrupuloso empresario gangsteril Vicent Savino (un prolijo Michael Chiklis), gerente de un hotel y casino, conectado con la mafia de Chicago y que no teme liquidar gente para conseguir sus propósitos. No sería de extrañar que uno de estos días, para resolver un asesinato, Lamb levante el teléfono y se comunique con el detective Mike Torello que interpretaba Dennis Farina en “La historia del crimen”. Es más, no sería tan extraño, ni tampoco sería una mala idea: parecen programas gemelos. Como sea, “Vegas” no deja de ser entretenido.
La serie creada por Nicholas Pileggi (guionista de las películas “Casino” y “Buenos muchachos”, ambas de Scorsese) fue muy bien recibida en los Estados Unidos. Completan el elenco Carrie-Anne Moss (“Matrix”), con quien Quaid promete sacar chispas, y al ascendente Jason O’Mara (Terra Nova).
La primera temporada de “Vegas” puede verse los martes a las 21 por Space.
Cecilia Sánchez “The Following”
“The Following” es, antes que nada, “la serie de Kevin Bacon". Los pases de actores entre la pantalla grande y la chica es cada vez más común, pero todavía llama la atención cuando una estrella de Hollywood decide incursionar en la televisión.
Lo que ocurre particularmente con la tira de Fox es que se sostiene sólo por su protagonista, que queda inmerso en una historia repleta de clichés difíciles de pasar por alto.
Bacon es un ex agente del FBI con problemas de alcohol que debe volver a trabajar para resolver un caso relacionado con un asesino serial que apresó hace años: Joe Carroll. Desde la prisión y a través de internet, el criminal convoca a otros como él para que concluyan su trabajo.
Resulta que el villano en cuestión es un profesor especializado en la obra de Edgar Allan Poe, en la que se inspira para matar a mujeres inocentes y convencer a sus seguidores. Pero da la sensación de que la conexión entre el autor de “El cuervo” y la trama de la serie resulta básica y superficial, y termina pareciendo un recurso rebuscado que no logra su cometido.
Al tiempo que se suceden los capítulos, la trama no avanza demasiado y siempre aparecen nuevos personajes que impiden que al personaje de Kevin Bacon le salgan bien las cosas. En “The Following” todos son asesinos en potencia y conforme van pasando los episodios más conversos salen a la luz. ¿Cuántos asesinos seriales es posible convocar desde la cárcel y a través de internet? Tal parece que muchos, demasiados.
“The Following” va los jueves a las 23 por el canal Warner.
Victoria Conci “Bates Motel”
“Bates Motel” es la nueva serie de A&E que cuenta con Carlton Cuse entre sus créditos, uno de los productores y guionistas de “Lost”. Inspirada en los personajes de la película “Psicosis” de Alfred Hitchcock, la tira se suma a una ola de producciones dedicadas al director y su obra. Ya pasó por los cines “Hitchcock: el maestro del suspenso”, HBO viene emitiendo “The girl” y ya está en marcha un nuevo proyecto titulado “Los pájaros”, remake de la película de 1963 que contará con el protagónico de Noami Watts.
Con un estreno por demás auspicioso (recaudó 4,6 millones de dólares contando la repetición), en la Web ya se rumorea que “Bates Motel” tendrá segunda temporada. La serie que es precuela de “Psicosis” comienza cuando la versión adolescente de Norman Bates y su madre se mudan a la pequeña ciudad de White Pine Bay para administrar un motel ubicado junto a una vieja casona.
La dupla protagónica es uno de los aciertos indiscutibles de este flamante producto para la televisión. Freddie Highmore (“Charlie y la fábrica de chocolate”) en el papel de Norman y una impecable Vera Farmiga (“El niño con el pijama de rayas”) como la sobreprotectora madre, logran representar la ambigua relación entre ellos de la mejor manera, fundamentalmente en los momentos más dramáticos y en los que hay una fuerte y extraña tensión sexual.
Si bien está ambientada en la actualidad, la serie se encuentra cubierta por un halo vintage que desorienta por momentos al espectador, sobre todo cuando aparece un auto último modelo o un Smarthphone para recordarnos en qué fecha estamos. Al mismo tiempo, hay que rescatar que esa impronta retro contribuye con el suspenso y nos permite sentir un poco más cerca la obra de Hitchcock. Se estrena en breve en la Argentina.
Victoria Conci