Michel Temer asumió ayer mismo la presidencia de Brasil, en una ceremonia en el propio Senado que ayer condenó a Dilma Rousseff y puso fin a los gobiernos de izquierda en el gigante sudamericano.
En un acto breve, Temer, de 75 años, ex vicepresidente de Rousseff y ahora su enemigo declarado, juramentó el cargo hasta 2018, ante los mismos senadores que por 61 votos (de 81) condenaron y destituyeron a la ex guerrillera.
Temer (PMDB, de centro-derecha) juramentó horas antes de viajar a China para la cumbre del G20 de este fin de semana, en la que intentará devolver el brillo a Brasil. Pero le durarán poco las ganas de celebrar.
Con el desempleo en niveles récord (más de 11 millones de personas), la inflación galopante y un gigantesco déficit fiscal, la economía brasileña se contraerá un 3,16% este año, según los datos revelados ayer mismo por el Banco Central, que revisó en alza sus previsiones.
Desde que asumió la presidencia de forma interina, Temer, un astuto negociador político en las sombras, armó un gobierno pensando que Dilma sería destituida.
Su gabinete no tiene mujeres y está conformado por hombres blancos y conservadores. Pero tiene el aval del mercado y de momento, del Congreso, que ya aprobó la revisión de la meta fiscal -170.500 millones de reales (USD 52.500 millones al cambio actual) en 2016-.
Ahora deberá usar sus argucias para hacer aprobar el ajuste fiscal que fue rechazado cuando Rousseff lo presentó.
El nombre de Temer tampoco escapó a las revelaciones en torno al megaescándalo de corrupción en Petrobras, en varias delaciones hechas por acusados que buscan reducir sus condenas.
El ex vice de Rousseff niega cualquier vinculación con la trama y la justicia nunca ha presentado cargos contra él. Y también necesitará de gran habilidad para hacer alianzas en el fragmentado parlamento, mientras carga con la sombra de “usurpador”.
Todos sospechados
Lejos quedaron los días del milagro socio-económico que inició el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), padrino político de Rousseff, que sacó a 29 millones de personas de la pobreza y al país del mapa de hambre de la ONU.
La crisis económico-política se entrelazó con un escandaloso fraude que drenó más de 2.000 millones de dólares de la estatal Petrobras.
Aunque salpica a todas las fuerzas políticas, el escándalo conocido como Lava Jato terminó por cercar al gobierno y acabó con 13 años del PT en el poder.
También empañó la imagen del político mejor valorado por los brasileños, el ex presidente Lula, en la mira por obstrucción de la justicia y corrupción.
Brasil aparece en el puesto 76 del Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, sobre un total de 168 países. De hecho, más de la mitad de los 81 senadores que juzgó a Rousseff están investigados o fueron acusados por causas de corrupción.
“Dilma va a pasar a la historia como una figura ambigua: será vista como una villana del punto de vista de la gestión, fue una mala gobernante, que erró mucho, que no supo dialogar con el Congreso, que es responsable en parte por la economía y todo eso va a ser atribuido a ella”, dijo Michael Mohallem, analista de la Universidad FGV de Río de Janeiro.
Pero “también va a haber una lectura sobre el proceso en sí, que fue usado para favorecer a un grupo político, para llevar a Temer y al PMDB al poder de un modo no tan legítimo como serían las urnas”, añadió.
El actor secundario que trepó a la cima del poder
Cuando avistaba el ocaso de una vida política entre las bambalinas del poder, Michel Temer cambió de planes. Ya no quería las sombras, el vicepresidente quería gobernar Brasil y acabó subiéndose al sillón de Dilma Rousseff.
Este estratega de 75 años, de andar erguido y aire distante juró su cargo ayer como el gobernante del quinto país más poblado del mundo hasta el final de 2018.
Al objetivo de llegar al poder lo trazó hace meses, pero por décadas le rehuyó. Y ahora, todos los focos apuntan a quien fue descrito como “mayordomo de una película de terror” por parte de un viejo enemigo político.
La primera señal fue cuando se quejó de ser un "vicepresidente decorativo" de Rousseff y el golpe definitivo llegó a finales de marzo cuando orquestó la salida de su poderoso PMDB (centro-derecha) del gobierno agonizante.
El mandato de su compañera de fórmula quedó entonces herido de muerte y, en poco más de un mes, Temer era ya el presidente interino de Brasil, a la espera de que se concretara la destitución. Y ese día llegó.
Michel Miguel Elías Temer Lulia nació en 1940 y creció en una finca del interior paulista como el menor de ocho hermanos de una familia de inmigrantes libaneses católicos llegados a Brasil 15 años antes.
En la capital económica del país se convirtió en un prestigioso abogado constitucionalista e inició la carrera que lo llevó a ser tres veces presidente de la Cámara de Diputados durante sus seis mandatos como legislador del PMDB.
Sus modos refinados, sin embargo, siempre le apartaron de los brasileños. Una encuesta de Datafolha cifró su aprobación popular en un 14% el mes pasado, apenas un punto por encima del respaldo que tenía Rousseff antes de ser suspendida.
Y ahora, con Rousseff hundida, suenan desconcertantes los versos de “Embarque”, uno de los poemas que Temer escribía en servilletas hasta que en 2013 dio el paso de publicarlos en su libro “Anónima intimidad”: “Embarqué en tu nave / Sin rumbo. Yo y tú / Tú, porque no sabías / Para dónde querías ir / Yo, porque ya tomé muchos rumbos / Sin llegar a ningún lugar”. AFP