Opinión
La puja por imponer el dilema de la elección
No es una exageración hablar de las urnas de la crisis.Tampoco es desacertado hacer un paralelo entre la devaluación económica y la depreciación de la política.
No es una exageración hablar de las urnas de la crisis.Tampoco es desacertado hacer un paralelo entre la devaluación económica y la depreciación de la política.
La vocera presidencial, Gabriela Cerruti, con sus disparatadas y tendenciosas apreciaciones negando la crisis social y el hambre en la Argentina, en vez de cumplir con su misión de hacer más fluida la comunicación entre gobierno y sociedad, lo que hace es obstaculizarla.
El Congreso Nacional está virtualmente paralizado por cuestiones políticas. En una mirada superficial, su inactividad se podría vincular con las campañas electorales. Pero, si se observa con mayor profundidad, se advierte que es otro preocupante síntoma de la falta de diálogo para alcanzar acuerdos sobre leyes importantes.
Massa no ignora sus limitaciones, pero sigue a sus asesores de campaña que le explican que es ministro y candidato en una elección crucial, frente a una sociedad rota, lacerada, fatigada y ausente tras una década de fracasos económicos y una decadencia institucional sostenida. En ese contexto, no importa tanto cuántas contradicciones tenga un candidato, ni lo evidente de sus mentiras, sino la convicción con que sean dichas.
El ministro Massa entiende a la perfección la lógica de los pedidos del FMI. Pero el candidato Massa pide una dispensa, que el sinceramiento de esa realidad se posponga hasta un nuevo gobierno. Porque si se concreta ahora, sus posibilidades electorales pueden colapsar.
Una campaña basada en la amenaza o el temor desvirtúa los preceptos republicanos que nos deben regir y no puede verse más que como una advertencia de que si no ganan los que amenazan, las amenazas efectivamente se cumplirán. Peligroso.
Sergio Massa le reclamaba a su gobierno estabilidad política como condición imperativa del desafío económico. Ahora tiene todo el poder en un puño: ha conseguido que el Gobierno, que ya le había ofrendado la administración del presente, le entregue también todas sus expectativas a futuro.
Los dirigentes están más preocupados en construir su propio relato que su propuesta de gobierno. Storytelling, narrativa y relato marcan el pulso de las campañas.
Nuestras empresas, más allá de sus problemas de productividad, tienen casi nulas posibilidades de competir en el mercado internacional, por el famoso “costo argentino”: en el precio de sus productos, el Estado pesa el doble que en el promedio de los países de la región; o para ser más específicos, casi el triple de lo que representa el Estado chileno para una empresa trasandina.
Entre Massa y Cristina hay una mirada estratégica opuesta. Massa cree que puede ganar las elecciones, si se abre una disputa por el centro político; la vice da por perdida la elección e intenta diseñar una transición de salida y obstrucción.
El estallido que sacudió al país con epicentro en Jujuy, dejó a la vista el largo brazo de aparatos políticos nacionales que encienden mechas para detonar estallidos sociales.
Cristina Kirchner continúa ocupada en el diseño de una estrategia que le garantice herramientas de impunidad La vicepresidenta impulsó un cambio de marca política para ocultar el fracaso del actual gobierno. El Frente de Todos, propone Cristina Kirchner, es el olvido que seremos.
A pesar de la gravedad de la crisis actual, ya no sólo es imposible concebir un acercamiento entre oficialismo y oposición sino que en los propios senos del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio se alientan más tensiones y divisiones. Sin voluntad de consenso, será difícil afrontar los desafíos de gobernar la Argentina en los próximos años.
Hicimos todo mal durante casi un siglo. ¿Merecemos esta decadencia atroz? ¿Somos culpables? La historia nos juzgará y no creo que sea indulgente.
Cristina y Milei han tensado hacia los extremos. Tan disruptiva y traumática es esa tensión que Juntos por el Cambio cruje entre dos modelos disímiles.
La principal diferencia entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich se da sobre la interpretación de lo que falló en el gobierno Mauricio Macri.
Grandes son los desafíos a encarar para revertir la degradación a la que nos llevó una dirigencia manejada por un liderazgo ineficiente, anacrónico y corrupto.
Toda la agenda del ministro de Economía se ordena a tomar prestado algo del próximo gobierno para sostener el pulmotor electoral del gobierno actual
El cualquier democracia resulta inconcebible lo que aquí ocurre desde hace años: nada menos que una alta autoridad institucional, la vicepresidenta, evocando el arribo de su marido a la presidencia en lugar de evocar el Cabildo Abierto de 1810.
Toda la energía política de Cristina se ha concentrado en dramatizar el tema del traidor y el héroe. Alberto Fernández debe ser visto como el desertor ideológico. Ella misma, en vibrante retirada, como la víctima heroica de la traición. A ver si es posible que Alberto cargue, en la soledad cansada y exclusiva de su espalda, la cruz del fracaso del modelo económico y político de Cristina.
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, cuestionó a los políticos que alimentan la confrontación “buscando culpables en el pasado o en el presente”, modalidad a la que criticó para luego enfatizar que “aunque ese parezca el camino más fácil, el modo más sabio y oportuno de abordarlos es procurar consensos a través del diálogo”.