Opinión
Los kamikaze de la casta sin la dignidad ni el honor japonés
La casta ha puesto en evidencia que no le interesa que Argentina se recupere de esta atroz crisis que ella misma ha creado a lo largo de decenas de años.
La casta ha puesto en evidencia que no le interesa que Argentina se recupere de esta atroz crisis que ella misma ha creado a lo largo de decenas de años.
El momento que vive la Argentina hace imprescindible el diálogo entre políticos. Hasta en los tiempos más difíciles debe prevalecer la templanza que conduzca, como en este caso a nivel parlamentario, a un grado de aplomo acorde con las difíciles exigencias que la emergencia impone
En democracia el poder político está dividido en dos ramas, la ejecutiva y la legislativa, ambas igualmente votadas por la ciudadanía. Y toda reforma es gradual y periódica, producto del consenso que se puede establecer en diferentes contextos entre los distintos actores de la política.
Es pertinente una nueva identificación de los espacios de la sociedad visiblemente vulnerables en virtud de un reajuste económico que inevitablemente golpeará un poco más, aunque sea por un plazo determinado, la crítica situación de vida de miles de argentinos.
Hasta los intuitivos caciques sindicales, consolidados desde hace décadas como directivos de grandes y prósperas corporaciones económicas, parecen haber perdido la brújula: habiendo conseguido trabar en los tribunales el capítulo laboral de la reforma mileísta, se lanzaron al fracaso de un paro innecesario.
Como toda propuesta ideológica, el mensaje de Milei siempre puede recurrir a validarse desde una lógica propia. La gestión económica de Milei no tiene ese beneficio. Es política: está obligada a legitimarse con hechos.
El tiempo que vive la Argentina hace imprescindible el diálogo entre políticos. Hasta en los momentos más difíciles debe prevalecer la templanza que conduzca, como en este caso a nivel parlamentario, a un grado de aplomo acorde con las difíciles exigencias que la emergencia impone.
El gobernador de Mendoza criticó la iniciativa de La Rioja y señaló que la medida que impulsa Ricardo Quintela es como un acto de “fulbito para la tribuna”, intentando culpar a la Nación de los problemas financieros de la provincia.
Junto a las promesas de liberalización económica, Milei esgrimió un discurso anti político con duras críticas a lo que denomina “casta política” y entusiasmó sobre todo a jóvenes que fueron un pilar clave de su triunfo.
Francos y Bullrich demostraron alguna gimnasia parlamentaria adecuada para consolidar un acuerdo primario sobre la ley ómnibus. Por primera vez el objetivo de la aprobación no pareció una utopía irrealizable.
En un comunicado, señalaron que las propuestas de modificación ya han sido discutidas y superadas en el momento de la aprobación de la ley y Régimen Federal pesquero vigente. Durante una reunión con legisladores nacionales, advirtieron que estas modificaciones plantean “un gravísimo error y riesgo para el sector”.
Milei, nos está mostrando la diferencia entre “decir lo políticamente correcto”, otro eufemismo cultural, y decir la verdad.
Con objetivos diametralmente opuestos, los principales contendientes de la escena política coinciden con un mismo diagnóstico. Ambos creen que la evolución del clima social tiene un único termómetro de resultados unívocos: la inflación.
Así como el Gobierno nos propone que entendamos las relaciones económicas de otro modo, también debemos comprender la dinámica política de un modo diferente a como lo hicimos en los últimos tiempos.
Al pedir la delegación de facultades más holgada y extensa de la que se tenga memoria desde la restauración democrática de 1983 , Milei percibe que viene a llenar el vacío de autoridad presidencial que dejó el colapso del triunvirato Fernández-Kirchner-Massa.
Estamos cansados de padecer ineptitud, corrupción, demagogia, populismo, autoritarismo, malversación de caudales públicos, estafadores y mentirosos. Por primera vez desde 1916 estamos ante una esperanza, que es distinta y nueva.
Los cambios legales deben ser explicados y discutidos de cara a la sociedad, para que se pueda evaluar con la mayor precisión posible el impacto que tendrán sobre la población. Pero un decreto de necesidad y urgencia, más allá de que está admitido en la Constitución, tiende a clausurar esas discusiones.
El megadecreto semeja un pliego de aplicación práctica para una idea dominante: el regreso al espíritu liberal de la Constitución Nacional de 1853.
Federico Sturzenegger le presentó a Javier Milei (y éste de inmediato hizo suya) una revolucionaria propuesta desreguladora del sistema corporativo argentino (que hace 20 años es mucho más poderoso que la democracia representativa). Discutir sobre la forma de implementación es un debate necesario siempre y cuando no tape el debate sobre el fondo. Sobre todo en este hipócrita momento en que los estatistas corporativistas se indignan contra el supuesto atropello institucional del DNU, cuando ellos avasallaron todas las instituciones durante 20 años. Pero donde también muchos liberales defienden el liberalismo siempre y cuando no les afecte sus intereses corporativos.
Sería oportuno que el Poder Ejecutivo y el Congreso tendieran puentes para lograr acercar posiciones, ante la posibilidad de que las diferencias sean no tanto de fondo sino de forma. Así podrán avanzar en un marco de respeto medidas que, a no dudarlo, necesita la Argentina que sean implementadas.
Si hay naufragios masivos, el de Javier Milei no habrá sido un buen plan, sino uno más de los intentos de refundación económica saneada de populismos calamitosos, que naufraga antes de llegar a puerto.
Nadie podría discutir la necesidad de revisar los miles de designaciones y contrataciones de la gestión saliente en los últimos meses, además de la necesidad de exigir presencialidad. La actitud y la aptitud de los buenos empleados no deben ser cuestionadas, al contrario de lo que puede suceder con aquellos que se identifican como “militantes” de un espacio político. En esta delicada coyuntura, no están permitidas la vacancia ni la inoperancia de los agentes públicos.