Lágrimas de emoción, abrazos infinitos y la sensación de haber sumado su aporte para la cultura de la provincia. La reinauguración del teatro Mendoza, celebrada anoche, estuvo plagada de sentimientos a flor de piel. Es que fueron decenas los artistas mendocinos que, tras su cierre en 2007, plantaron bandera y encarnaron una lucha incansable para evitar su demolición. Ellos encendieron una llama que mantuvieron prendida ante tantas respuetas adversas y que ayer volvió a brillar con todo su esplendor. Nuevamente se abrieron las puertas y se subió el telón del emblemático teatro recuperado que fue recuperado por la Municipalidad de Capital. Tras más de dos años de obras, finalmente llegó el día tan esperado.
La Municipalidad de Capital con aportes de la Nación se hizo cargo de la refacción completa del espacio que estuvo a punto de perderse y lo dotó de nuevas butacas, camarines, telón así como de la más moderna tecnología de sonido, entre otras mejoras.
Alrededor de 800 personas entre funcionarios, vecinos e invitados disfrutaron de la primera función sobre las renovadas tablas. Fue la consagrada cantante lírica Verónica Cangemi la encargada de ponerle voz al memorable momento. Acompañada de un quinteto de cuerdas entonó una sentida versión del clásico mendocino Virgen de la Carrodilla.
Posteriomente los actores Ernesto "Flaco" Suarez y Gladys Ravalle le pusieron humor a la noche recordando las obras que protagonizaron tiempo atrás en la sala y celebraron que, a pesar de los temores, el amado espacio no se convirtió en playa de estacionamiento.
A lo que le siguió la presentación de la violonchelista estadounidense Christine Walevska es una violonchelista y el pianista argentino Daniel Goldstein, entre otra larga lista de artistas locales, entre los que se lucieron Marciano Cantero y Felipe Staiti.
Antes del espectáculo, y en su carácter de anfitrión del gran evento, el intendente Rodolfo Suárez cortó la cinta junto al gobernador Alfredo Cornejo, el secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto y de Hernán Lombardi, a cargo del Sistema Nacional de Medios Públicos de la Nación. También se hicieron presetes numerosos funcionarios del ámbito local y nacional.
A Suárez se lo vio exultante, sin dudas ante el carácter histórico del rescate de esta sala que, en tiempos del intendente Víctor Fayad tenía planes de demolición. "Hoy tenemos un teatro gracias a muchísima gente que ha trabajado para esto durante muchos años y con mucho esfuerzo. Tenemos camarines nuevos, butacas nuevas, telón nuevo, un mural de Hoffman bellísimo, equipos de sonido de primer nivel con la mayor tecnología que pueda tener cualquier teatro del mundo. Es un orgullo para todo los mendocinos que podamos tener esto.", aseguró el intendente capitalino y candidato oficialista a la gobernación.
Por su parte, el Avelluto destacó: "Creo que Mendoza merecía reabrir este teatro y hacerlo en estas condiciones. Cuando lo vi en 2016, 2017 me costaba imaginármelo cómo está hoy. Creo que todos los mendocinos y las mendocinas se va a reencontrar con parte de su historia".
De una sala llena de tierra a las cómodas butacas
Los que asistieron anoche a la inauguración tuvieron la oportunidad de conocer cómo fue el proceso de rescate del Teatro Mendoza. Es que, tras el corte de cintas sobre el escenario del teatro, se mostró un video con fotos del proceso de recuperación
de las instalaciones. Esto abarcó las butacas llenas de tierra tras el cierre en 2007 hasta modernas y aterciopeladas que actualmente colman la flamante sala.
Otro momento destacado fue un número musical: en la previa de la función los integrantes del coro de la Municipalidad de Mendoza entonaron varias canciones, pero la más llamativa fue un sentido "Aleluya" cuando hizo su ingreso al hall del teatro el gobernador Alfredo Cornejo.
Una obra de Hoffmann recibe a los visitantes
Así como Londres y Hong Kong, ahora nuestra provincia luce en un espacio público una obra de Eduardo Hoffmann. El consagrado artista mendocino fue el encargado de darle vida a un mural de grandes dimensiones (6,5 x 4,5 metros) que engalana el hall del ahora reabierto Teatro Mendoza.
Se trata del cuadro número 43.348 del pintor, pero no es una obra más, sino la de mayor tamaño y la que deja grabado a fuego su legado en estas tierras. Radicado en Buenos Aires y reconocido en todo el mundo, Hoffmann está orgulloso de su tierra de origen, aunque se avergüenza de aquellos coprovincianos que piensan en la cultura como un fin benéfico.
Llegado a la Ciudad hace unos pocos días, acompañó el montaje del mural y formó parte de su descubrimiento oficial. "Me propusieron hacer este mural hace unos cuatro meses y me puse manos a la obra", comenzó a relatar el artista, quien le dio vida a un acrílico sobre tela con cubierta mylar.
A la pintura la realizó íntegramente en su taller de Barracas en Buenos Aires. "Me puse a trabajar en formatos más pequeños para tratar de acercarme a la obra, porque una vez que empezás en esa dimensión no hay vuelta atrás", confió.
Cuando estuvo convencido, comenzó la creación, pero sin un fin demasiado claro. "Me propuse dar lo mejor que podía dar en ese momento, que no fuera algo que ya conocía. Es una morfología que va tomando forma a medida que avanza", detalló. En ese proceso desató un juego "entre el lleno y el vacío".
"Lo más importante es cada uno de sus componentes pero no sólo eso, sino el espacio entre la obra y el que la está observando", aseguró Hoffmann.
Es que para el artista, no es tan importante su propia percepción, sino la del espectador. “Más que contarla hay que verla. La pintura es uno de los tantos misterios, es una expresión que no tiene una traducción posible, es una expresión universal. La pintura es un acertijo silencioso y es muy escondedora, calla mucho y hay que ir indagando”, manifestó sobre esta obra abstracta.
En su proceso de creación Hoffmann también se impregnó de la historia del teatro, de su primera inauguración en 1949, del tiempo que estuvo cerrado y de las palomas que allí habían anidado. Por esa razón reconoce el hito que significa su reapertura a la que él quedará ligado para siempre con su obra.
“Uno define el terruño no por un mandato intelectual, sino por lo instintivo. Uno cuida su lugar porque se cuida a sí mismo”, remarcó. Así él se define como mendocino de pura cepa, tanto como su hijo, que en realidad nació en Buenos Aires.
"Veo con cierto orgullo y me emociona a Mendoza aunque padezco la vergüenza de los que piensan que la cultura es un fin benéfico y no un fin en sí mismo", reconoció.