Te cuento un chiste - Por Jorge Sosa

Los chistes sorprenden: esa es una de sus intenciones, llevarnos por un camino de lógica y terminar en un disparate.

Te cuento un chiste - Por Jorge Sosa
Te cuento un chiste - Por Jorge Sosa

Los chistes son un tributo a la alegría. Contar algo para procurar un bienestar de carcajadas es una acción que bien debería estar incluida entre los actos de solidaridad más loables que pueda ofrecer cualquier tipo.

Hoy en día andan proliferando por internet y las distintas redes sociales cientos de miles (por no decir millones, o miles de millones) de estos recursos ingeniosos que procuran un instante de alegría al menos.

Claro que entre los chistes los hay de distintas calidades, gustos, y motivos. Así que bien podríamos catalogarlos en: ingenuos, con intenciones, y directamente... agresivos. Estos últimos suelen hacer reír a algunos pero, a decir verdad, les duelen a otros, y entonces no habría que considerarlos chistes.

Algunas personas aseguran que la palabra “chiste” proviene de onomatopeya “chis”, o sea el sonido que uno hace para llamar la atención, a veces en voz baja.

La onomatopeya tiene varios derivados, entre ellos el muy conocido verbo “chistar”. Así lo asegura Joan Corominas, el gran estudioso de la lengua. Dice que “chiste” está ligado indisolublemente a la palabra “chistar”, y apunta que el término “charlar” se refiere a “decir chistes o necedades”.

Hay personas que no pueden vivir sin los chistes, siempre tienen uno nuevo encima y no paran hasta contártelo. Para ellos parece un desahogo aunque para quien los escucha pueda suponer una pequeña tortura.

Los chistes son abarcativos de la vida del tipo, se meten con todo lo que se mueva o lo que esté inmóvil, entonces sus motivos son numerosísimos.

–Por favor, ayúdame. Se me ha perdido mi hija.

–¡No me diga! ¿Y cómo se llama su hija?

–Esperanza

–Imposible, la esperanza es lo último que se pierde.

El ingenio popular se mete con el quehacer cotidiano y suelen aparecer relatos ingeniosos por doquier.

–Contame, ¿a qué te dedicás?

–Soy roquero. 
–¿Tocás en alguna banda?

–No, junto rocas y las vendo.

Los chistes sorprenden. De hecho, una de sus intenciones es precisamente sorprender, llevarnos por un camino de lógica para terminar en un verdadero disparate.

–¿Adónde va?

–Adonde nos lleve el viento y diga tu corazón.

–Señor, sea serio o bájase del taxi.
 
Lo que comienza siendo una pequeña declaración de afecto termina siendo una tomada de pelo a quien nos conduce a algún lugar. (Esto puede aplicarse al Uber, también).

Los chistes mencionados fueron extraídos en búsquedas de Google, que arroja infinidad de páginas dedicadas a estos menesteres.

El chiste se diferencia del cuento gracioso. El cuento gracioso es más largo, se detiene a pintar algunos detalles del desarrollo de la narración y a veces es más risueño el durante que el final.

Maestro en esto es Luis Landrisina, quien hizo  del cuento gracioso su rutina humorística, que fue paseada por todo el país. Luis no es diestro en el chiste, sino en el cuento: hay que escucharlo en todo su desarrollo para saborearlo como se debía. Una verdadera maravilla.

Andan los humoristas mendocinos valiéndose de los chistes para realizar su rutina y si bien para ellos es un laburo más, para quienes los escuchan es un instante en el que quedan postergadas todas las mufas, y los inconvenientes, y los rigores de la vida, para dedicarle unos segundos a hacer flamear la bandera de la alegría.

Bien loado sea ese chiste que nos hace cambiar la cara y que nos demuestra que la risa también es propiedad nuestra y solo hace falta abrir la canilla para que brote espontáneamente.

–Estoy leyendo un libro que se llama “La honestidad y otros valores”.

–¿Dónde lo compraste?

–No, me lo afané en la librería de acá a la vuelta.

Fin de chiste.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA