Tasas, impuestos y miedo frenan a la economía - Por Rodolfo Cavagnaro

Variables económicas que afectan a las familias y las empresas generan grandes desconfianzas que no permiten que la economía se reactive.

Tasas, impuestos y miedo frenan a la economía - Por Rodolfo Cavagnaro
Tasas, impuestos y miedo frenan a la economía - Por Rodolfo Cavagnaro

Estamos atravesando por una temporada que, técnicamente, podemos llamar recesión, pero que por los sentimientos de los actores económicos podría compararse a una depresión. Aparte de la depresión económica está la anímica, que no encuentra los liderazgos adecuados para salir de ella ni se aprecian decisiones que apunten al optimismo.

Desde abril los argentinos experimentamos la sensación de que estamos en una montaña rusa en la cual quien maneja los comandos no parece saber el funcionamiento del juego. Porque cuando alguien se sube voluntariamente a uno de estos juegos sabe cuándo comienza y cuando termina y asume, por su propia voluntad, la violencia del mismo.

Después de la corrida cambiaria, que llevó la dólar de $ 20 a $ 40 en poco tiempo, los aumentos de tarifas y la disparada inflacionaria, la gente quedó llena de estrés, combinado con el pedido de asistencia al FMI, que algunos vez con desconfianza y otros aseguran que era el único camino posible, se generaron muchas situaciones que hacen volver a la memoria tiempos llenos de malos recuerdos.

El camino del ajuste

Claramente, esta nueva crisis argentina es generada por el exceso de gasto público que antes se financiaba con emisión monetaria y en el último tiempo con endeudamiento externo. Es decir, el sector privado nuevamente tiene que hacer frente al problema siendo que no tiene nada que ver con el gasto público, salvo aquellos que se benefician con algunas extrañas prestaciones o son contratistas.

Lo cierto es que el primer camino fue recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) cuando se cerraron las canillas que financiaban la fiesta del gasto. Pero todos sabían que el organismo no permitiría mantener el déficit, por lo cual se plantearon objetivos para llegar al equilibrio fiscal en 2021. Incluso, nos dieron créditos hasta esa fecha suponiendo que el mercado acompañaría.

Pero el mercado no lo vio viable, aumentó el riesgo país, se fugaron más de U$S 10.000 millones y, entre abril y agosto el dólar subió un 100%. Tuvieron que ir de nuevo la FMI, plantear objetivos más ambiciosos y una estrategia monetaria, cambiaria y fiscal coordinadas entre sí, cosa que hasta ahora no había sucedido.

La técnica para hacer el ajuste era que la Nación asumiera el 50% y las provincias otro tanto. Pero los gobernadores se pusieron firmes y consiguieron que fuera 2/3 de Nación. Dado que había que aprobar el Presupuesto, el gobierno comenzó a buscar formas de financiamiento ya que debe llega al equilibrio fiscal en 2019. Para eso, solo bajó algunos gastos eliminando subsidios a tarifas, traspasando el subsidio al transporte a las provincias y esto sirvió para que las provincias avanzaran.

De esta forma el gobierno, aprovechando la devaluación, reinstaló las retenciones a las exportaciones pero no solo al agro, sino a todas las exportaciones, incluyendo las de servicios. Pero las provincias no estaban dispuestas a bajar gastos y pidieron más recursos haciendo que la Nación creara impuestos coparticipables. De esta manera el villano es la Nación para que los gobernadores puedan gastar alegremente.

Se quitaron algunas excepciones al Impuesto a las Ganancias y se restauró Bienes Personales. En este caso, además, se cambia la base de tasación, tomando la del Registro Nacional de la Propiedad Automotor (Dnrpa), cuyos valores son superiores a los que fijaba anteriormente la Afip. Además, ahora las provincias se llevan el 50% (antes era el 20%).

Todos los gobernadores están contentos, incluso aquellos cuyos legisladores votaron en contra “para la tribuna”, pero este brutal ajuste no lo hace el Estado, que sigue gastando mucho y mal sino que, nuevamente, se lo hacen pagar al sector privado. Este modelo de ajuste tiene de muy mal humor a la sociedad y, en especial, a las empresas y a sectores de la clase media, que deberían ser los responsables de las inversiones y de los mayores consumos.

Tasas y dólar

Con el objeto de frenar la suba del dólar y también de la inflación, el gobierno dispuso generar una banda de intervención cambiara. Para esto fijó un piso (original de $ 34) y un techo (comenzó en $ 44). Dentro de estos valores, el dólar podía flotar libremente y el Banco Central solo intervendría si la cotización llegara a superar los límites. Estas bandas de van actualizando diariamente a un nivel del 3% mensual. Además, dispuso congelar en forma nominal la base monetaria vigente al 1° de octubre.

Con estas reglas de juego el valor de la moneda norteamericana, que estaba en $ 40 comenzó a flotar libremente pero con elemento que condicionaría su funcionamiento. El BCRA licita diariamente Letras de Liquidez (Leliq) a siete días y arrancó fijando un a tasa muy alta, ya que comenzó al 74% anual. Esta operación la hace solo con bancos, a los cuales les aumentó los encajes (cantidad de dinero que no pueden prestar).

Desde que comenzó este sistema e mercado cambiario se tranquilizó, el dólar bajó un 12% y la tasa comenzó a bajar hasta ubicarse en nivel cercano al 60%. Lo cierto es que el nivel de las tasas, usado para contener la inflación al dólar, es tan alto que prácticamente ha paralizado la economía y en algunos casos, ha provocado un corte en la cadena de pagos.

El tema de la tasa es un reclamo permanente de todos los sectores económicos, pero el gobierno, en acuerdo con el FMI no podría bajar la tasa a menos del 60% antes d fin de año, previo a verificar dos meses consecutivos de caída de las expectativas inflacionarias, según surja del elevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que la autoridad monetaria publica mensualmente.

El factor miedo

Es el más complejo de los problemas y está generado por la falta de confianza y el desconcierto provocado por el desmadre del valor del dólar y la inflación ante declaraciones de funcionarios que anunciaban cosas distintas y no podían responder ante el avance sin control de precios y devaluación de la moneda.

Este miedo se manifiesta de distintas maneras. En algunos casos deja sin capacidad de reacción a los agentes económicos y muchos tienden a achicarse. Los nuevos impuestos comienzan a calcularse y saben que no se pueden trasladar a precios porque la inflación ha perjudicado el poder adquisitivo de los salarios.

Otra forma de reacción es manifestándose con bronca, porque el esfuerzo, la estabilidad laboral y la tranquilidad de las familias, los riesgos que se asumen y el capital invertido quedan a expensas de una clase política inescrupulosa que no mide los gastos del Estado y no duda en abalanzarse sobre el sector privado para satisfacer su megalomanía.

En este estado, el miedo, la desconfianza, la depresión y la bronca no se solucionan tan rápido. La sociedad se siente defraudada por su clase política y por la burguesía económica que siempre han vivido mirándose el ombligo. Recuperar la confianza llevará tiempo por lo que, aunque algunas variables económicas se puedan estabilizar, la conducta prudente de los consumidores y los empresarios se mantendrá hasta que el Estado haga su propio ajuste y libere de su exceso de peso a la sociedad.

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