Mi viaje comenzó en Kenia. Tomé un micro en su capital, Nairobi, y me dirigí hacia la vecina Tanzania. Llegué a la frontera donde tramité la visa y continué cinco horas hasta la ciudad de Moshi, ubicada a poca distancia del monte Kilimanjaro, el más alto del continente africano, con 5.895 metros.
Me alojé en el hostel Karibu, palabra que significa bienvenido en swahili, el idioma oficial. El hostel funciona en una casona que fue la residencia de verano de Julius Nyerere, primer presidente de la República Unida de Tanzania en 1962.
El hostel es manejado por la ONG "Born To Learn" y sus ganancias están destinadas a la educación de los niños. Es una organización española, y la mayoría de los voluntarios que residen allí son ibéricos. También estaba allí un eslovaco que había ido a escalar el Kilimanjaro junto a su esposa pero lo atacó el mal de altura y debió regresar a Moshi. Ella bajó días después feliz de haber hecho cumbre en la mítica montaña.
Samantha Peñalver, la socia principal de Born To Learn, me invitó a compartir una jornada en la escuelita de Newlands donde prestan voluntariado.
Hicimos una caminata de veinte minutos desde el hostel hasta las afueras de Moshi. Allí negociamos con un camión para que nos llevara en su carlinga hasta una zona rural y desde ahí 10 minutos a pie para llegar al colegio situado en medio de la nada. La vista del Kilimanjaro era sensacional. Parecía un fotograma de la película Las nieves del Kilimanjaro, basada en el libro homónimo de Ernest Hemingway, que leí antes del viaje.
Los niños nos recibieron felices. Les encanta que les saquen fotos y después verlas en la pantalla. Los voluntarios se repartieron las tareas del día y ocuparon las aulas para dar clase a los alumnos. En el colegio había un tanque que brindaba agua de pozo y venían las aldeanas de los alrededores a buscar el preciado líquido que cargaban en baldes y bidones.
Una de las voluntarias era Leire, una vasca de San Sebastián. Junto a ella tomamos una combi, a las que llaman dalla-dalla, para ir hasta el pueblo de Marangu que es la base para la ascensión del Kilimanjaro. Se la llama ruta Coca-Cola porque es la más popular de las cinco que existen para llegar a la cima. Fuimos hasta la cascada Ndoro, ubicada en la falda del monte. Contratamos un guía, quien por unos pocos chelines tanzanos nos llevó hasta la caída de agua. Atravesamos la selva donde había poblados de la tribu Chaggas, que viven del cultivo del café. Nos frotamos la piel con hojas de citronella que, debido a su fuerte olor, actúa como repelente natural de mosquitos. Fuimos trepando por caminos empinados. A los 1.400 metros llegamos a la cascada que desagota las aguas del deshielo del Kilimanjaro. Está en medio de la selva y forma una piletón.
En ferry a Zanzíbar
Al otro día partimos con Leire en bus hacia Dar Es Salam. Diez horas después arribamos a esta urbe, antigua capital de Tanzania y de mayoría musulmana. Para tomar una cerveza hubo que ir a un hotel internacional ya que en la calle no venden alcohol. Temprano en la madrugada fuimos al puerto, donde abordamos un ferry con destino a la paradisíaca Zanzíbar, conocida como la isla de las especias y los esclavos. Su ubicación estratégica frente a la India hizo de ella la puerta de entrada de Asia a África. En un cuento de "Las mil y una noches" se hace una referencia a Zanzíbar, cuyo nombre proviene del vocablo árabe zenji-bar (isla de negros).
El ferry atracó en la ciudad principal, Stone Town, que es Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000. Da la impresión de sumergirse en un mundo de fantasía al observar las aguas cristalinas que rodean la exótica arquitectura árabe y sus mezquitas mezcladas con pinceladas de colonialismo británico. Nos alojamos en el hostel Princess Salme, que fue la casa de un comerciante omaní, luego reformada. Todas las camas tienen telas mosquiteras. Una protección fundamental contra el ataque en picada de los mosquitos anopheles.
Un dato que pocos conocen es que el cantante Freddie Mercury nació allí el 5 de setiembre de 1946. Vivió en Stone Town hasta los 8 años cuando sus padres huyeron a Inglaterra tras una revolución en la isla. Buscamos la casa natal de Farrokh Bulsara (su nombre original) y la encontramos a pocos metros del mar. No se abona entrada y se ve por fuera. Hay fotos que recuerdan al líder de Queen en distintas etapas de su vida. Para el islamismo, la homosexualidad está mal vista y por ello su figura no es muy reconocida aquí. Para brindar por el cantante, nos instalamos en el restaurante Mercury´s ubicado sobre la línea de playa. Es el único lugar que rinde homenaje al genial vocalista y se pueden ver objetos y fotos de la banda que lideró hasta su muerte en 1991.
En Nungwi se encuentran las mejores playas de Zanzíbar. Cuando pisamos la costa, un paraíso de arenas blancas y aguas turquesas apareció frente a nosotros. Las mareas son caprichosas. Hay que tener cuidado de no dejar la cosas muy cerca del agua porque en cualquier momento el mar crece y se las lleva. Contratamos un chofer que nos llevó al tour de las especias para conocer las variedades que hay en la isla, como nuez moscada (especia que, dicen, es afrodisíaca para las mujeres), cilantro, menta, citronella, vainilla, cardamomo, jengibre y varias más. Uno de los guías se trepó a un cocotero con la facilidad de un simio y bajó un coco que perforó hábilmente con su cuchillo para beber su jugo. Nos arrimamos a la cueva de coral de Mangapwani. Una formación de 1,6 millones de años que fue descubierta por un niño esclavo que merodeaba la zona. Descendimos a sus profundidades y nos dimos el gusto de nadar en una pileta de agua en medio de la cueva.
Un pasado de esclavos
De regreso en Stone Town vimos el lugar donde antes se vendían los esclavos al mejor postor. Este infame comercio se abolió en 1873 gracias a la intervención del Dr. David Livingstone, un explorador escocés al que Africa en general le debe mucho por su labor humanitaria. Pero como todo lo bueno llega a su fin, se hizo la hora de regresar a casa. En el cruce fronterizo con Kenia vieron mi pasaporte argentino y el oficial de inmigraciones me mostró un diario a través del vidrio. La primera plana era sobre el recién asumido papa Francisco. Me quedé de una pieza enterándome de semejante noticia en el corazón del África.
Datos
Visado de ingreso: 50 dólares. Se tramita al llegar al aeropuerto de Dar es Salam o en fronteras terrestres.
Ascensión al Monte Kilimanjaro: 1.800 dólares. Seis días de duración.
Karibu Hostel en Moshi (ONG) 11 dólares pieza compartida y 13 una privada
Bungalow en Nungwi: habitación privada: 20 dólares
Tour de las Especias: 15 dólares.
Recomendado: ver el atardecer en Stone Town desde el Restaurante Mercury´s junto a la playa comiendo una pizza de mariscos por 8 dólares.
Para safaris y expediciones: www.moshimaasaiexperience.com