Una atracción irrefrenable, la sensualidad de los cuerpos que se mueven abrazados, como en una contienda y la insolencia de las letras, a veces primitivas, sesgadas, melancólicas.
Esa música que llevaba a los malevos hasta la muerte y que fuera prohibida entre gente bien, esos acordes que dieron forma y sustento a la bohemia porteña desde los albores del siglo XX y que por alguna extraña razón pervive a través de las décadas, esté de moda o no, orillando la penumbra o en grandes escenarios, el tango es Buenos Aires (y nadie podría imaginarlo sin el sentir de los barrios porteños entre líneas, aunque se toque en París, Japón o Rusia).
Buenos Aires es tango. Aquello que comenzó como una danza entre hombres a fines del siglo XIX fue enriqueciendo el quehacer artístico que buscó nuevos lenguajes para expresarlo: música, canto, poesía, cine, arquitectura y hasta una lengua propia, el lunfardo.
Cada uno de sus aspectos más de 100 años después de aquellas apariciones marginales, se encuentran y reencuentran hoy en la ciudad.
Esa misma urbe que recibe a 10,5 millones de viajeros cada año atraídos por la efervescencia vanguardista, que desplazó a Río de Janeiro en las preferencias del sector gay y lésbico del orbe, que marca tendencias sociales y culturales y que demuestra que aún se mueve al ritmo del 2x4.
Acordes rioplatenses
La capital planetaria del tango vio pasar para el Festival y Mundial de la música popular a 600 mil personas, más de 2.000 artistas, centenares de parejas en competencia entre las modalidades Pista y Escenario, decenas de conciertos, muestras y una milonga de corrido a orillas del Riachuelo.
Desde todos los rincones de los 5 continentes llegaron para ver, escuchar y bailar, pagaron por ejemplo desde China más de U$S 5.000 para estar presentes en el evento (del 13 al 26 de agosto) que designa al sentir porteño por excelencia.
Con el Mundial tanguero concluido, la esencia no se evaporó; por el contrario regresa a los sitios más auténticos, a los bares donde se juntan los muchachos en las esquinas, a la milonga de los domingos, a los pibes que se ponen a tocar sin maestro y a las cuplas que lustran los tamangos antes de cada salida.
De la mano de Diego Lerendegui, compositor y violinista, que tocó en la banda de Osvaldo Pugliese durante más de 12 años, que también lo hizo con Piazzolla, que conoció a todos los grandes: “Hugo Marcel, Hugo del Carril y las Guitarras argentinas, Lolita Torres, Cadícamo, Goyeneche, fuimos a Cuba con Mirtha Legrand y Piana, con Serrat hicimos una gira en España” relata entusiasta acortando su larga carrera, nos permitimos un trayecto con relato en “primera persona de tango” y caminamos los sitios que ningún tanguero o “aspirante” puede perderse.
Por los barrios porteños
"El tango es nuestra música popular, define una cierta manera de ser porteño. Pensemos que, por dar alguna fecha, en 1912 más del 50% de la población era extranjera y vivían en conventillos, todos juntos, cada cual con sus costumbres e idiosincrasia proveniente de diferentes países y ciudades, apretados.
Tuvieron entonces, que encontrar un lugar en común que los emparentara, y el tango fue uno de esos elementos. No sólo como música o como baile sino como un rasgo en donde se mostraba un modo de actuar y pensar que un extranjero podía adoptar”.
Al tiempo que se popularizaba, aquí y en el exterior, seguía conformando la identidad porteña “la gente socializaba en los bailes, mis padres por ejemplo allá por los 50 se conocieron en una milonga” señala Diego.
Con el tiempo se creó un personaje que fue caracterizado a partir de lo que a diario se vivía en las calles, “ese hijo de inmigrantes que no quería ser como los padres y al mismo tiempo no podía dejar de serlo. En el cine se ve claramente ese perfil: y así se lee, se escucha, se admira a Discépolo, Troilo, a la bohemia, al Polaco Goyeneche, incluso mucho antes a Gardel, con esa forma de ser amigable, contenedora, galante. Donde se mostraba además que la gente estaba necesitada y que la ayuda provenía del que estaba al lado”.
Pero también el tango como decía Enrique Santos Discépolo “es un pensamiento triste que se baila”, cierta hostilidad hacia el mundo se percibe en la poesía en las que el destino parece conducir siempre a una fatalidad, cuando no (o casi siempre) a la decepción y desengaño amoroso. Esto también era aquella Buenos Aires.
Raspada con zapatillas
Mientras caminamos hacia la Milonga del Puerto, una banda toca en la esquina -sin traje ni etiqueta-En la actualidad el tango representa al porteño de manera diferente, dice el hombre que escribió el libro "Tango para dummies" y que próximamente publicará la historia de Pugliese.
Recordemos que hace algunas décadas fue olvidado en la capital y en toda la Argentina y volvió de la mano de los extranjeros, específicamente del éxito de los nuestros en el exterior.
“En los 80 se tocaba en los clubes humildes de barrio, se bailaba en lugares de trampa, pero con el éxito en otros países se tornó internacional. Así cada día llega gente del mundo que busca esta identidad tanguera, ahora cosmopolita. La música popular se tornó de clase media mucho más culta y con tendencia a un nivel intelectual importante” explica Lerendegui.
Y agrega que “sigue estando el gusto por la bohemia y por algo que es difícil de encontrar en otros países, aquí hay noche, hay encuentro, hay ganas de compartir. Se profundizó el análisis a partir de Piazzolla imagínense que en el conservatorio de París y en el de Rotterdam tienen cátedras de bandoneón, el tango es materia de estudio mundial” afirma.
Tanguerías, milongas y shows
Lerendegui diferencia 3 circuitos perfectamente delimitados al que el viajero puede adherir según su interés. Uno que tiene que ver con lo netamente turístico, se trata de grandes shows en los que además se ofrecen cenas.
Son lugares espectaculares con todo montado para sorprender y emocionar. Impactantes despliegues: Señor Tango -Vieytes 1655, Barracas; Viejo Almacén, Independencia 303, San Telmo; Café de los Angelitos, Rivadavia 2100; La Ventana, Balcarce 431, y ya en las propuestas más modernas la Rojo Tango del Faena Hotel + Universe, Martha Salotti 445, Puerto Madero o Madero Tango, Dellepiane 1105, Puerto Madero, que es para gente mas cool.
El tango tradicional por otra parte, se encuentra en las milongas, en las que también se puede comer algo pero son esencialmente sitios para ir a bailar. “Es un reducto de los milongueros que mantienen la tradición viva.
En ellas el código social es el de cabecear para sacar a bailar, y si no bailás bien nadie te invita. Hay que ir con zapatos adecuados y vestimenta acorde, vestido para ellas sacos para los caballeros”.
Las opciones son: Salón Canning, Scalabrini Ortiz 1331, Niño Bien en Humberto Primo 1462, piso 1, Constitución; La viruta tango, Armenia 1366, Palermo, -es el templo del baile más popular- es un sitio híbrido que también se enseña a bailar rock y folklore.
Por último hay lugares nuevos donde se baila y se escucha la música popular con gente más joven y de espíritu más jovial, menos estructurados. Se puede ir con zapatillas a escuchar o bailar, se puede aprender y nadie va a decir nada.
Entre los locales para visitar se encuentra Centro Cultural Oliverio Girondo una milonga con música en vivo y bar, en la calle Vera 747 en Villa Crespo, a pasos del monumento de Osvaldo Pugliese. (De miércoles a sábado suena tango y el domingo jazz).
Para disfrutar de una buena orquesta el Almagro Tango Club, en Paraná 123; Centro Cultural Torcuato Tasso, una especie de teatro café concert, en Defensa 1575, San Telmo; también el Salón Independencia -en la calle homónima al 572- el Boni, El Mandril en Once o en la Boca el Teatro Verdi.
Lerendegui escucha con atención la orquesta, su oído es perfeccionista, sigue recordando los años de oro y apuesta al futuro, a los pibes que se juntan a tocar y punto, a los que bailan porque también a ellos los representa el tango, porque son porteños y esa es su canción.
Ruta tanguera
Caminito. El epicentro de La Boca habla de tango, además del pintoresco paseo vale la pena dar unas vueltas en derredor para ver los viejos conventillos de los que hablan las letras de los tangos de principios del siglo XX.
Milonga Plaza Dorrego y Mercado de Antigüedades. En san Telmo los domingos especialmente referencian a la música rioplatense. Bailarines sobre adoquines y destrezas de bandoneón en la vereda. Los antiguos conventillos son ocupados por talleres de artistas de diversas disciplinas.
Vereda del tango. En la pituca Recoleta frente a la Escuela de Tango Mayoral y Elsa María hay una clase de 2x4 dibujada en el piso. Allí se pueden practicar los 8 pasos básicos siguiendo los contornos de pies impresos en la vereda.
Museo Casa Carlos Gardel. Situada en Jean Jaurés 735, Balvanera. Allí vivió el Zorzal criollo desde 1921, hay exposiciones temáticas de calidad.
Pasaje Carlos Gardel. A pasos del museo, allí estaba el Chanta Cuatro, bodegón y hotel familiar donde Carlitos solía cantar. Hoy hay un restaurante y bar.
Café Tortoni. Entre los bares notables de la ciudad este ubicado en Avenida de Mayo 825, es el paradigma de los cafetines porteños, frecuentado por artistas de diversas épocas en sus mesas de roble y mármol verde está la historia porteña, pues es el más antiguo de la urbe.
El Progreso. Allí cantó Gardel, una parte de la barra es original de aquellos días. Anchorena 529.
Bar Sur. Desde sus comienzos dedicado a la música ciudadana, fue uno de los primeros en marcar la noche de Buenos Aires. Estados Unidos 299, San Telmo.
Casa natal de Aníbal Troilo. Pichuco nació en Cabrera 2937 en 1914. Debutó a los 12 años y con más de 60 tangos, es uno de los referentes de todas las épocas.
Tamangos, indispensables
Nadie que se sepa tanguero de ley andará con harapos en la pista, la vestimenta es fundamental. Desde los cortes clásicos hasta propuestas de diseño en trajes, vestidos, sombreros y zapatos, Buenos Aires da la nota.
Madreselva: madreselvazapatos.com.ar; Luna tango: www.lunatango.com.ar; Alma Buenos Aires: www.almabuenosaires.com; VB tango shoes: www.vbtangoshoes.com; Tango Moda: www.tangomoda.com.ar; Bertié: www.bertiebsas.com.ar; Mimí Pinzón: www.mimipinzon.com.ar.
Pasión de Multitudes
Guirnaldas de banderines y foquitos amarillentos, una orquesta en vivo y cientos de parejas raspando el piso. Sobre el cemento alisado se escucha un sutil quejido de suelas que hacen círculos, avanzan y retroceden avisando el paso con los ojos, con el alma.
Los músicos lucen cierta estética de rock ochentoso de melenas abultadas, camisa abierta mostrando pelo en pecho. Abajo los bailarines son la representación viva de la diversidad: los de zapatos rigurosamente apropiados, los que fueron con lo que tenían, chicas con chicas, hombres con hombres, jóvenes y adultos mayores, todos a su ritmo y con pasión se deslizan en la pista que incluye, que iguala.
No hay condición social, ni edad, tampoco prejuicio. Es noche de milonga en el puerto.
Para ver el listado de milongas a las que puede asistir el viajero en su estadía:
www.buenosaires.com.ar
Nuestro guía
Diego Lerendegui fue primer violín, arreglador y orquestador de la orquesta del maestro Osvaldo Pugliese. Compartió escenario con los maestros argentinos y formó parte de diversas orquestas.
Actualmente es director y arreglador de la Orquesta Municipal del Tango de Avellaneda .
Escribió Tango para Dummies, una completa guía de la música ciudadana.