En ese caleidoscopio racial y cultural que es la india, encontramos cantidad de pueblos interesantes sobre los que ponernos a hablar. En tal sentido, uno de los primeros en la lista es el Tamil ¿Por qué? Porque nuestro criterio de selección es el alfabeto, pero leyéndolo de atrás hacia adelante, al viejo estilo de aquellas profesoras que sabrá dios por qué empezaban los orales por la Z y terminaban por la A, para fastidio de los Zubeldía y alegría de los Abba, que eran cuatro suecos muy pesados del programa de intercambio.
Con todo, la preferencia también obedece a factores puramente antropológicos. Y es que la comunidad tamil es sin dudas fascinante. Un grupo social de vasta trayectoria y arraigadas costumbres, que nació hace unos 2.500 años en el Asia Central y con el tiempo acabó instalándose en lo que hoy es el sur de la India (aunque también tienen fuerte presencia en el vecino Sri Lanka y Malasia). El 80% de sus casi 85 millones de miembros habita en el estado hindú de Tamil Nadul, que sería una especie de Santa Cruz pero con mucha más onda y muchos menos Kirchner.
Ahí, en esa tierra repleta de color y extasiada de vida (Santa Cruz no, Tamil Nadul), los locales desenvuelven lo rico de su idiosincrasia a piacere. Descendientes de los Drávidas (una de las civilizaciones más antiguas del mundo), su cultura es de las más emblemáticas del país. Cuando uno piensa en pieles tostadas, bigotes y cabellos muy negros, marcas rojas en la frente (los Pottu, que sirven de bendición y protección contra el mal, devaluaciones incluidas), delirantes templos de la religión hindú (de arquitectura dravidiana y diseño apenas concebible), y extravagantes casamientos múltiples con flores y toda la cosa, en realidad está pensando en ellos.
Párrafo aparte, casualmente, merecen los matrimonios. Aunque las cosas han cambiado significativamente con el devenir de los años y Youtube, en las familias más conservadoras (sobre todo de zonas rurales), aún se respeta aquello de que son los padres quienes deciden el casamiento de sus hijos, y siempre de acuerdo al sistema de castas.
En estos casos, los progenitores de la novia son los que deben aportar una dote y correr con los gastos de la costosa fiesta. Costosa, sí, porque los Tamil no se andan con chiquitas a la hora de festejar bodas. Joyas, grandes decoraciones y música en vivo con las melodías de los nadaswaram (las típicas flautas que emiten ese irritante sonido que tanto se parece a la agonía de un Ratón Mickey), forman parte del evento. Lo mismo que las largas mesas repletas de comida, en las que sobresale el arroz, las lentejas y variedad de vegetales. Todos platos bien pero bien picantes: basta con probar un bocado para empezar a rascarse.
Pilar de la cultura hindú
Por otro lado, vale la pena subrayar el importante rol que los Tamiles juegan en la vida cultural de la India. El territorio que habitan es un referente de la literatura nacional, pero sobre todo del cine: La industria cinematográfica de la región es una de las más activas del mundo. Sin ir más lejos, en la década del 80 llegaba a producir casi 500 películas al año. Un enlace con el fenómeno “Bollywood” de Bombay, que es mucho mejor que el Hollywood yanqui porque no tiene Stallones, Schwarzeneggers ni pescados del estilo.
Buenos tipos estos Tamiles. Con su lengua homónima, sus plegarias religiosas (“strotas”), su atención a los movimientos astrales y su simpatía permanente con el foráneo. Eso siempre y cuando no pierda el equipo de cricket local. Ahí no hay dios elefante que te salve.