Mientras la plazoleta Dr. Ernesto Piaggi se iba poblando de color y música, Armando y Yamila ofrecían en un stand las artesanías en las que han trabajado todo el año. Los elementos de madera tallada son su especialidad, pero desde hace tiempo incursionan en el reciclado.
Monederos realizados con tapitas y billeteras de cajas de vino fueron la novedad. "Hay que vender para comprar ladrillos y eso", confía Armando sin perder la sonrisa, "es que tenemos un terrenito y la familia nos va a ayudar a hacer la casa".
Hace cuatro años que el servicio de Salud Mental del hospital General Las Heras de Tupungato trabaja con los talleres terapéuticos, que ayer invadieron de 'vida' esta plazoleta. Con este tipo de abordaje han conseguido grandes avances tanto en situaciones de crisis como de rehabilitación.
"Ahora el desafío es crear emprendimientos sociales productivos. Lo pensamos como una cuestión laboral, pues muchos de nuestros pacientes sufren la exclusión social. Es la pata que nos está faltando, que ellos ocupen un lugar activo en la economía social", explica la jefa del Servicio, Alejandra Castrillejo.
Por años, este espacio público lució abandonado y oscuro, por lo que se había constituido en un escenario de consumo. El año pasado, este grupo propuso apropiarlo comunitariamente. Pintó sus paredes, arregló sus canteros y lo declaró el "Jardín de la gente". Esta vez, lo equipó con un pintoresco árbol navideño y con una serie de juegos para los más chiquitos. Fue una nueva edición del Saludarte, la mejor manera de cerrar el año.
Mientras caía la tarde tupungatina de ayer; unos chicos jugaban a la rayuela, otros saltaban sobre unas ruedas y los más grandes danzaban al ritmo que les proponía el espectáculo. "Es una linda fiesta", acotó Nancy, quien exponía sobre un mesón los 'colines' que confecciona. A unos pasos, Sandra supervisaba que las prendas estuvieran en orden. Ella se ha convertido en coordinadora del taller de costura, mano derecha de la acompañante terapéutica Amalia Barrientos.
Abstraídos en su tarea, Germán y Martín dibujan en una pared los personajes de sus caricaturas. "Slim es curioso, viaja al pasado y al futuro a través de una tubería", comenta Germán, mientras escribe el diálogo que comparte su 'creatura': "La ciudad me cuenta del escombro con una voz tan triste y los hierros vuelan como barriletes...". El taller de historietas lleva dos años y se ha vuelto muy útil para tratar ciertas patologías.
El taller Yantén es la casita que genera diariamente toda esta magia. El programa de maltrato familiar también forma parte del Servicio de Salud Mental en Tupungato y los profesionales trabajan con talleres de niños y mujeres a la vez. "Es más fácil conversar y generar clima para la expresión mientras hacés títeres o dibujo. El arte es un buen motor", cuenta Mariano Montoya, coordinador de grupos terapéuticos de Maltrato en el Valle de Uco.
Este equipo no trabaja "buscando víctimas ni victimarios". No aborda la problemática desde una perspectiva judicial, sino desde la salud mental y la construcción de vínculos. "Cada uno debe elaborar lo que uno elige. Nadie está exento de pasar por un evento violento", explica el profesional, quien recordó que se puede dar aviso de forma anónima de estas situaciones al 102, la 'Línea de los Chicos'.
Bailando bachata, jugando a la 'oca' pintada en las baldosas, compartiendo jugo y tortitas, dando 'voz' a las paredes, con números folclóricos, charlas y compartida de trabajos, los tupungatinos volvieron a valorar el trabajo de estos talleres; que se han convertido en 'espacio de vida' para la comunidad.