En abril fui invitado a participar en la feria de arte contemporánea internacional "Art Revolution Taipei", convirtiéndome en el primer mendocino en exponer mi obra pictórica allí, nada menos que en el emblemático edificio "Taipei 101", también conocido como el Taipei World Trade Center, de 500 metros de altura.
Luego de muchas horas de vuelo, me encontraba en el corazón de la capital de Taiwán, sin entender prácticamente nada del idioma, y sin tampoco poder defenderme en inglés.
Ésta es una de las principales ferias del sudeste asiático, una especie de ArteBA y quedé de una pieza cuando caí en cuenta que la visitaban más de 30 mil personas por año. Pasearse por aquellas galerías y ver tantas obras del mundo, resultó tan enriquecedor como abrumador.
En mi caso, yo llevé dos cuadros de gran formato: uno de 1x1 y otro de 3x3 metros. Y como suele ocurrir en estas invitaciones, salvo la estadía, los demás gastos, como el viaje en avión, corrieron por mi cuenta.
En mis pocas horas libres, partí a visitar lugares emblemáticos, como los típicos templos budistas, que no sólo son bellísimos estética y arquitectónicamente, sino que inspiran mucha devoción; un cariño ritual muy íntimo hacia sus creencias.
Entre ellos, la impresionante explanada que conforma el muy famoso Memorial con parque y monumento dedicado al padre de la patria en Taiwán, Chiang Kai-shek.
A esto se sumó una procesión religiosa en pleno centro e incluso me animé a usar el traje taiwanés para celebrar con ellos el Año Nuevo Chino.
Además, me organicé de tal modo para comer todos los días en restaurantes distintos y probar así platos regionales.
Tengo que confesar que hasta el día de hoy no sé lo que comí, porque no es fácil diferenciar los vegetales ni la carne y los carteles en chino te lo complican. De todas maneras, comer allí es realmente más barato que en Mendoza.
En este recorrido por la cuidad fue muy entretenido visitar una especie de ferias callejeras que se van mudando por distintos distritos, donde encontrás de todo. Es como un persa que dura sólo un día y que incluye productos del mundo y puestitos de comida.
Antes del viaje intenté ingenuamente aprender algunas frases en chino mandarín pero un dato me sacudió: para lograr descifrar un diario en ese idioma se necesitan al menos cuatro años de clases a nivel universitario, por lo que desistí en esa misión y sólo me resigné a memorizarme frases como: "Hola", "Adiós", "Cómo estás” y algunas más de cortesía.
Eso de volar solo a Asia puede resultar una experiencia intimidante sobre todo si se desconoce el efecto de ese brusco shock cultural. Pero en mi caso, tuve a disposición varios asistentes que me ayudaron en todo y estaban muy bien organizados.
Fueron en total quince días, cinco de ellos ocupados completamente a la feria.
Taipei es una ciudad muy segura. Me llamó además la atención que al mirar los rascacielos uno descubre que los pisos tienen carteles que indican los negocios, bares y restaurantes que van subiendo. Es una ciudad pensada para mirar y disfrutar también hacia arriba.