Un suplemento sobre el "ser mendocino”

Un suplemento sobre el "ser mendocino”

Una imponente foto del cerro Aconcagua en las retinas y un buen vino malbec en el paladar. Las tortitas de la mañana, la infaltable siesta por la tarde y un temblor en el instante menos pensado. La cruzada libertadora de San Martín, las acequias y el bailoteo de Nicolino Locche sobre el ring… ¿Qué personas, lugares, costumbres y expresiones nos remiten de inmediato a Mendoza, donde y cuando sea que las invoquemos? Esa pregunta y sus múltiples respuestas inspiran y guían este suplemento con el que hoy Los Andes celebra su 129° aniversario.

Aunque las páginas que siguen evitan caer en el elogio autorreferencial, una enumeración de los "símbolos de Mendoza" necesariamente inserta al Diario en la lista de los elegidos. Hoy más que nunca, en épocas de la cultura global, identidades prestadas, enajenaciones patrimoniales e intentos por imponer una sola manera de mirar y pensar el mundo. La marca Los Andes no está allí por un forzado eslogan publicitario (aunque más de una encuesta y estadística lo ratifique) o un inflamado discurso público  (aunque de eso se hable desde las mesas de café hasta los despachos del poder), sino por la decisión cotidiana de los mendocinos que decanta con la historia y se proyecta al futuro. Reconocerlo así, sin rodeos, es una expresión de gratitud.

La enorme diferencia entre un producto editorial y el resto de los símbolos de una comunidad es que la sola "consagración" de un día, un año, un tiempo no basta. Su peso y significado social, económico, cultura y -por qué no- político se reproducen en una dinámica renovada cada mañana con sus lectores o en el momento en que un internauta se conecta con nuestra página web. Para un diario no hay premio, bronce ni titulo que sirva a largo plazo. Es un organismo vivo que se nutre del pálpito de su gente, sus logros y  fracasos, sus alegrías y tristezas, sus aciertos y errores.

Además, la tecnología modifica como nunca los nuevos modos de producir y consumir información, y de interactuar con ella (ya podemos, por ejemplo, hablarle al teléfono celular para darle indicaciones y el aparato nos avisa con voz de secretaria cuando cumplió la orden). Y este fenómeno, cada vez más naturalizado entre nosotros, ubica al periodismo dentro de su mayor desafío. Hay que saber, sin embargo, que en la marea de datos disponibles está precisamente su mayor fortaleza. Todo depende de la eficiencia y la honestidad intelectual, empresaria y social que periodistas y editores transparenten a su público.

Otro gran desafío del momento excede a un solo medio de comunicación. Vivir en un país donde se respete la pluralidad de voces y no se condene a nadie por su manera de pensar (¡increíble que todavía estemos hablando de esto!) es una responsabilidad ciudadana y democrática, que seguramente los argentinos sabremos asumir, en salvaguarda propia y el de nuestros hijos.

Ser uno de los símbolos provinciales es para Los Andes un enorme privilegio. Y debe tomarse como un servicio: el de representar las ideas, emociones y modo de ser de los mendocinos. Un compromiso que se construye cada jornada, sin tantas estridencias. Como la relación auténtica entre dos grandes amigos.

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