Dame tu mano, amigo.
Adelantada a sueños
tu sincera tibieza me despierta.
En las horas de alerta,
comparte conmigo cada letra,
cada página de vida que vivimos,
cada libro que escribas o que leas.
Sin ti, y en soledad,
la tristeza me cruza en las ideas,
mi muerte presentida
con su saeta silenciosa me atraviesa.
Si está junto a mis pasos
no hay valles de dolor, ni noches de tormentas,
ni mar embravecido, ni camino con piedras.
Dame tu mano, amigo. No me sueltes.
Que alegren tus páginas, que recuerde tus libros,
que me arrullen, en mis dudas, tus letras.
Ven. Dame tu mano, amigo, que juntos entraremos
hermanados en el imaginario de todos los infiernos,
en la ficción soñada de un paraíso tan lejano e incierto.