Hace 35 años se editaba "Divididos por la felicidad", primer disco oficial de Sumo, un novedoso trabajo que presentaba al público local ritmos derivados de la escena postpunk londinense y neoyorkina, desconocidos a nivel masivo por estas tierras hasta entonces; y que además cambiaba la cara del rock argentino, que todavía estaba atravesado por el ánimo festivo de la "primavera democrática".
Como la del "rompan todo" de Billy Bond en el Luna Park, la del "Adiós Sui Generis" que a juzgar por quienes aseguran haber estado allí a esta altura contabiliza unos 500 mil espectadores apilados en ese mismo estadio, la del Cemento por el que entre el 9 de julio de 1985 y el 30 de diciembre de 2004 dice haber pasado algo así como la mitad de la población de la China, la historia de Sumo hasta 1985 es un compilado de innumerables certezas y una buena dosis de leyendas urbanas en las que Luca Prodan asume el rol central, como héroe y también villano.
En sus primeras épocas la banda había editado de manera independiente el disco "Corpiños en la madrugada" y llevaba algo más de tres años agitando -en todos los aspectos- la escena de un under porteño que daba sus pasos casi a la par de una democracia que afirmaba que con ella se comía, se educaba y se curaba. Y el pelado que la lideraba, se colgaba como un mono de los troncos que atravesaban el aire del Café Einstein y a su regreso de Europa decía que éste era el mejor lugar del mundo. Así se encaminaba a convertirse en una de las figuras esenciales de la historia del rock argento.
Pero cuando, el 1 de abril de 1985, publicó “Divididos por la felicidad”, su primer disco oficial, Sumo se ubicó en el podio de las bandas que definitivamente estaban provocando un cambio de rumbo en el género.
El álbum, que paseaba por la new wave, el reggae y el ska, entre otros géneros, contenía clásicos como "La rubia tarada", "El reggae de paz y amor", "Mejor no hablar de ciertas cosas", "DBD" y "Kaya", entre otras canciones.
Esta publicación significó la llegada a una mayor cantidad de público para la banda que desde principios de los ‘80 se movía por el under, liderada por Luca Prodan e integrada por Germán Daffunchio y Ricardo Mollo, en guitarras; Diego Arnedo, en bajo; Alberto Troglio, en batería; y Roberto Pettinato, en saxo.
El trabajo marcó una ruptura en el rock argentino, no sólo a nivel estilístico, sino también por el hecho de contener muchas canciones en inglés; una novedad en un país en donde los precursores del género tuvieron una larga lucha con la industria por imponer composiciones en nuestro idioma, una marca distintiva que lo convirtió en pionero a nivel mundial y era exhibida como un orgullo.
Esto también ocurrió en momentos en que aún estaban abiertas la heridas por la Guerra de Malvinas de 1982, un acontecimiento que llevó a la Junta Militar que gobernaba el país a prohibir la música en inglés, lo que además provocó un atraso mayor al habitual en la llegada de novedades culturales del hemisferio norte.
Si bien el rock argentino de los '80 ya había incorporado en sus letras el humor y la ironía para mofarse del 'establishment', las líricas de Sumo dieron un paso más al presentar estas características desde un lugar que iba más al choque.
La apertura del disco con “La rubia tarada” ya planteaba, incluso desde el título, una diferencia sustancial en comparación con otras propuestas de aquellos años, que matizaban las críticas con una dosis de humor en sus letras.
En lo referente al estilo musical, Sumo presentaba al público argentino un panorama conocido hasta el momento sólo por un reducido grupo de personas que tenía información sobre lo que se escuchaba en los centros musicales a nivel mundial.
Ya el título del disco hacía alusión a Joy Division, una de las bandas más importantes de la escena de Manchester de finales de los '70, y fuente de inspiración de la formación comandada por el italiano Prodan, quien tenía influencias de Ian Dury, Blondie y Elvis Costello, entre otros pocos conocidos hacia 1985 por aquí.
La pieza disco “DBD”; los ritmos jamaiquinos que dominaban canciones como “Regtest”, “DonŽt come” y el “Reggae de paz y amor”, con la curiosa participación del grupo folclórico Los Trovadores en coros; o los guiños ska de “Mejor no hablar de ciertas cosas”, un tema con autoría de ‘El Indio’ Solari, y “Kaya” fueron algunas de las marcas distintivas que iniciaron una nueva era.
Por último, la diferencia también estaba presente en el tratamiento sonoro, que apostaba a un estilo más "oscuro" en relación al carácter prístino que mostraban otros grupos de la época; a partir del trabajo de las guitarras, el groove del bajo, el golpe de batería y el uso del saxo, no en un sentido melódico, sino como un complemento más en el entramado de la base musical.
También resultaba llamativo en este aspecto la manera de cantar de Prodan, menos enfocada en entonar y más concentrada en actuar como un instrumento más, con interjecciones, scats y tarareos.
Grabado en los estudios CBS, "Divididos por la felicidad" anticipó el rumbo que iba a tomar el rock argentino a partir de entonces, sobre todo luego de que la falta de mejoras a nivel económico determinaran el final de la "primavera democrática" y el inicio de un estado de ánimo dominado por la decepción.