Un suicidio en el que no todos creen

Hace 3 años, Esteban O’Donnell (20) aparecía muerto en la villa Escorihuela. Su familia dice que lo mataron, pero el caso está por ser archivado como “suicidio”. Dudas de un suceso con génesis en la relación entre el protagonista (ex rugbier) con una chic

Un suicidio en el que no todos creen
Un suicidio en el que no todos creen

Como de libreto cinematográfico, ambos eran de distinta clase social. Él vivía en los edificios de calle Perú cerca de Pacífico, ella muy cerca: en la villa Escorihuela; él tenía 20 años, ella 23; él había sido rugbier, ella, doméstica; él era padre de una beba que había tenido con otra chica, ella tenía 3 nenas y estaba embarazada; él quería terminar la relación, ella no; él ya no vive: hace tres años que murió.

La historia de la muerte de Esteban O'Donnell está plagada de intriga, sin embargo, su caso está paralizado y a punto de ser archivado como "suicidio".

Esteban y Natalia se conocieron en las inmediaciones del Club Pacífico, donde converge la gente de los edificios de la zona con los habitantes de las villas que hay en los terrenos del ferrocarril. Hay vínculo entre esa gente: por caso, muchas de las mujeres de la villa ofician de domésticas de gente de las torres; muchos jóvenes de ambos sitios se juntan a la noche en los quioscos y se hacen relaciones.

Una de esas relaciones fue la de Esteban con Natalia. Se sabe que fueron pareja. A la familia del chico no le gustaba Natalia; "tiene tres hijas, vive en una villa", reprobaban. Pero al joven que había sido jugador de rugby de Los Tordos y que trabajaba, no le importaba demasiado y seguía adelante. En un momento, a principios de 2010, Esteban se enteró que otra chica con la que mantenía una relación había quedado embarazada. Luego fue padre de una nena.

A fines de julio de ese año, el joven se fue a vivir a Río Cuarto, donde trabajaba su padre (separado de su madre), con la idea de empezar de nuevo lejos de los problemas con las mujeres, por más que había reconocido su paternidad con la novia embarazada. Natalia, por su parte, daba muestras de no querer terminar con la relación. "Estaba obsesionada con él", reconocerían más tarde testigos que declararon en la causa.

El sábado 7 de agosto de 2010 Esteban regresó a Mendoza con la idea de buscar el analítico y demás pertenencias para volver a Río Cuarto, donde ya se había inscripto en la Universidad de esa ciudad para estudiar ingeniería.

El chico llegó a la Terminal el 7 a la mañana y se fue a la casa de sus abuelos paternos, en la Quinta sección. Allí almorzó y después de la comida se fue. Pero se llevó un revólver calibre 38 Smith & Wesson, propiedad de su abuelo, sin que el hombre se enterara.

Entre la mañana y el mediodía de esa jornada -según los testimonios en el expediente- Esteban se telefoneó varias veces con alguien con quien discutía.

Otros testimonios tomados por los fiscales daban cuenta de que los días anteriores, el ex rugbier había recibido amenazas contra su familia (contra su madre y una de sus hermanas) justamente por el hecho de haber decidido abandonar a Natalia, quien a su vez aseguraba que estaba embarazada de Esteban. "Natalia amenazaba a Esteban, Natalia tiene un hermano y familiares muy pesados", declararon allegados a O'Donnell en la Oficina Fiscal 13.

La muerte

La tarde del 7 de agosto Esteban fue hasta la villa Escorihuela y allí no está claro lo que sucedió. Pero aproximadamente a las 18, Esteban estaba tirado en el piso con un balazo en su cabeza; ese tiro había salido del S&W que él llevaba consigo.

El joven había ido a lo de Natalia. La chica declaró que su enamorado llegó, hicieron el amor, durmieron la siesta y que ella decidió ir a comprar pan y salió de la casa; él salió tras ella y le gritó: "Te amo Nati" tres veces y se disparó con el revólver que ella nunca había visto durante el encuentro en su casa. Igual, esa declaración en sede judicial sufriría modificaciones cada vez que era convocada desde la fiscalía a ampliar sus dichos, algo que hace dudar a la familia de Esteban.

Natalia, sin embargo, siempre dijo que en aquella situación no actuó nadie más que su enamorado; "él se disparó", afirmó. Dos días después del hecho, la chica escribió una carta a mano dirigida a "la familia O'Donnell y a la policía", en la que explicaba que Esteban se suicidó porque "no soportaba las presiones familiares y trabajar de lunes a lunes...".

Esa carta fue incorporada al expediente que por entonces comandaba la ayudante de fiscal Mónica Fernández Poblet, quien más trabajó en el caso y quien fue consultada por este diario.

Contrariamente a esta visión, la familia O'Donnell declaró que no creían en la idea del suicidio de Esteban, "porque nunca nos hizo saber que estaba mal. Es más, tenía todo listo para empezar una nueva vida en Río Cuarto. Y su personalidad no era la de un suicida; era un chico común", coincidieron sus familiares y allegados tajantemente.

La idea no comprobada de los O'Donnell es que Esteban llegó armado a la villa con la idea de ponerle fin al presunto tormento a que lo sometía Natalia y que Esteban le tenía miedo a un hermano y a un primo de la chica, "que son gente de temer, que no andan con chiquitas, por eso mi hijo fue armado allí, porque era un guerrero y sabía cuando corría peligro. Pero de hecho, él jamás había usado un arma", explicó su padre.

Pericias contradictorias

En el plano científico también afloran dudas del presunto suicidio. Los informes forenses dan cuenta de dos situaciones al menos sospechosas. Una de ellas indica que a partir de la pericia del guantelete, salió a la luz que la mano derecha del joven -con la que supuestamente se disparó- presentaba restos de pólvora. Con lo que queda claro que el chico disparó.

Como contrapartida, un perito determinó que la distancia con que se efectuó el disparo no coincide con la de un suicidio.
 
"Los registros de ahumamiento y el 'tatuaje', no dan la idea de suicidio", escribió un especialista. Esto hace referencia a que cuando un disparo de ese tipo de arma se hace muy cerca, queda registrado el humo y la mancha (tatuaje) donde finalmente impacta el proyectil. Bueno, nada de eso se podía comprobar en la sien de Esteban. "Se cree que el disparo fue realizado entre 60 y 70 centímetros de distancia", opinó el legista. Esta idea sugería que el chico no podía haber estirado su brazo entre 60 y 70 centímetros para dispararse.

Esa duda quedó incluida -e inerte- en el expediente.

En cuanto al arma, se supo que fue disparada en más de una oportunidad y que no se pudo extraer huellas ya que fue tocada por mucha gente de la villa antes de caer en manos de la policía: era una prueba contaminada.

Hacia la nada

A más de tres años, el caso O'Donnell está tan muerto como su protagonista. El expediente que comenzó como "averiguación de muerte" mutó en "instigación o ayuda al suicidio", y sus páginas se frenaron cuando el suceso se convirtió en un callejón sin salida. El tiempo sin novedades hizo el resto.

Sus familiares tienen pocas esperanzas y creen que los testimonios de la gente de la villa -que aseguran "no vimos nada"- obedecen al miedo que da el hecho de contar la verdad de lo que pasó, porque las represalias en su contra no se harían esperar. "Por eso en la zona todos saben quiénes lo mataron ya que lo comentan permanentemente, pero nadie se va a animar a declarar", sostiene el padre de Esteban.

La abogada querellante oficial de la familia, Claudia Vélez, dijo a este diario que poco es lo que ha avanzado y que entiende la angustia de los O'Donnell a la hora de soportar semejante dolor "como la pérdida de un ser querido de ese modo".

Los O'Donnell se quejan de la doctora Vélez, "quien no demostró interés en defender nuestra idea; pero como se trata de una querellante oficial (a la que no hay que pagar), no nos podemos quejar demasiado".

Tan desvalido está el caso que nadie sabe (ni la abogada Vélez ni los O'Donnell) qué magistrado está a cargo del caso hoy, ya que en sus primeros meses el hecho fue instruido por un sinnúmero de fiscales subrogantes, "a tal punto que ninguno nunca llegaba a impregnarse con el expediente porque de inmediato lo tenían que abandonar".

Esteban dejó una hija que hoy tiene cuatro años; dejó un partido homenaje que Los Tordos hace una vez al año en su memoria; dejó sus órganos, ya que su familia los donó al Incucai.
Pero por sobre todo, dejó dudas.

Dudas de por qué todo terminó del modo en que terminó.

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